Clarita, un rostro de la trata de personas desde Venezuela
La vida le cambió cuando, con engaños, resultó en Colombia
sometida a toda clase de abusos. Es uno más entre tantos casos que quedan en la impunidad
por un problema que está creciendo en la frontera de La Guajira, según denuncian voces
locales.
Por: Betty Martínez Fajardo
Podría ser tan fácil como decir que Clarita* pasó de llevar la vida normal de una joven Wayúu de
16 años, estudiante de bachillerato en el estado Barinas, Venezuela, fronterizo con La Guajira,
a estar sometida contra su voluntad por cerca de tres meses en una finca en las montañas de
Boyacá y expuesta a toda clase de abusos.
Pero esta historia es más compleja y el sufrimiento que pasó Clarita pone en evidencia el flagelo
que enfrentan cada año decenas de personas –o centenares, no hay cifras precisas–, especialmente
extranjeras, en condición de vulnerabilidad. La mayoría de los casos quedan en la impunidad. La
mayoría, tragedias que siguen vivas.
Clarita, por ejemplo, recorrió engañada cerca de 800 kilómetros. Una amiga del colegio, una mala
amiga, le ofreció un supuesto trabajo en Colombia y la convenció de dejar a los suyos por un
ingreso económico fijo. La niña se escapó de su hogar el 16 enero de 2021, junto con su
compañera de clases cuatro años mayor. Entró vía terrestre por Cúcuta y luego se desplazó en bus
hasta Santa Sofía, un frío y campesino municipio ubicado a 52, 3 kilómetros de la ciudad de
Tunja.
Quien da los detalles es Maryori López, madre de Clarita. Atiende la llamada telefónica desde
Maicao, en medio de la odisea que se convirtió la búsqueda de su hija, quien siempre soñó con
ser modelo. Su voz preocupada intenta armar un rompecabezas del que seguramente quedarán
faltando fichas.
“Yo no sabía nada. A mí ella me dijo que iba para una actividad social y cuando la busqué en casa
de su amiga me enteré que habían agarrado las maletas y arrancado para Colombia. Yo quedé sin
saber qué hacer o en qué parte buscarla”, relata Maryori, quien aclara que es colombiana, pero
lleva once años trabajando al otro lado de la frontera.
Fue el comienzo de la angustia para esta familia Wayúu. Yadira Martínez, tía paterna de Clarita y
activista de derechos humanos, fue quien lideró la búsqueda publicando avisos en redes sociales.
Movió cielo y tierra para encontrar a la joven, pero una corazonada le dejaba ver la complejidad
de lo que estaban a punto de enfrentar porque, justo por esos días, lidiaba con un caso de trata
de personas, muy común en los últimos años en la zona fronteriza, según afirma.
Clarita llegó a un territorio desconocido ilusionada con trabajar, pero nada más alejado de la
realidad. La copia de la denuncia que presentó su tía Yadira ante la Fiscalía de Maicao da
cuenta de los vejámenes que sufrió esta menor de edad Wayúu en tierras boyacenses.
Estuvo todo el tiempo en contra de su voluntad, era obligada a tener relaciones sexuales con un
hombre conocido con el alias El Conejo, al parecer miembro de bandas criminales, quien amenazaba
con matarla a ella y a su familia y la golpeaba constantemente. Muy lejos de los suyos,
abandonada por su amiga, seguramente arrepentida de lo que hizo, la joven de 16 años estuvo casi
tres meses padeciendo lo indecible.
“Mientras estuvo allá fue abusada sexualmente, no sabemos cuántas personas abusaron de ella.
La maltrataron, la golpearon, la ponían hacer tareas en esa finca, trabajo forzado, dormía
afuera en el suelo. Pasó una situación bastante fuerte la niña”, afirma su tía Yadira en una
entrevista cara a cara en Maicao.
En la denuncia que hizo Yadira queda escrito cómo Clarita logró, a comienzos de mayo, usar un
teléfono celular de un trabajador de la finca para llamar a su papá, residente en Uribia (La
Guajira), y contarle lo que vivía. Entre lágrimas, según recuerda su tía, pidió que no la
juzgara y le dijo que estaba desesperada, secuestrada, que necesitaba ayuda, que la rescataran.
Y entonces comenzó otro suplicio para dar con su paradero.
Las personas menores de edad suelen ser las víctimas favoritas de quienes delinquen con la trata
de personas, afirma Silvana Zapata Bedoya, epidemióloga y experta en temas de niñez. Ella
advierte que los más vulnerables ante este flagelo suelen ser las mujeres, menores de edad y
quienes se identifican como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales.
“Todos ellos sufren por igual graves secuelas en la salud reproductiva como traumatismo
ginecológico, embarazo no planeado, aborto inseguro, disfunción sexual, infecciones de
transmisión sexual y fistula traumática. A eso se le suman las afectaciones en la salud mental
como la depresión, trastorno por estrés postraumático, ansiedad, dificultades del sueño,
síntomas somáticos, comportamientos suicidas y trastorno de pánico”, señala la experta, quien ha
atendido decenas de casos como el de Clarita.
La epidemióloga plantea también escenarios de contexto de explotación sexual en los migrantes,
que de alguna forma favorecen el delito. “Ejemplo de ello es la mendicidad ajena, esa que se ve
de manera cotidiana donde usan población menor de edad migrante para pedir o vender en semáforos
o puntos estratégicos, sin saber en realidad si ese niño o niña es hijo de quienes piden ese
dinero. Otras están relacionadas con empleos fraudulentos que ponen a las víctimas de trata en
condición de explotación sexual comercial”, expone.
La búsqueda
Ya había una pista clara. Clarita logró dar algunas indicaciones que servían para cerrar la
búsqueda. Yadira Martínez logró comunicarse con César Pachón, líder social de Boyacá y le pidió
ayuda para alertar a las autoridades e iniciar un operativo en la zona.
“A la niña la encuentran al día siguiente. El domingo a las once de la mañana se filtró la
información y el señor que la tenía la dejó en una vía sola, allí la halló la policía, no hubo
capturados”, señala Yadira.
Luego de eso, las autoridades entregaron la joven menor de edad a un hogar sustituto donde
permaneció dos meses, hasta que fue devuelta a su madre después de cumplir con varios
requisitos, como aportar la documentación de su mamá y su papá, toda vez que la menor goza de
doble nacionalidad.
Sin embargo, para llegar hasta ese abrazo Maryori tuvo que vender algunas pertenencias y
trasladarse desde Barinas a Maicao. Allí recibió ayuda económica de la organización Save The
Children para continuar con su viaje en medio de la incertidumbre, pensando cómo sería ese
momento en el hogar sustituto en la ciudad de Moniquirá.
“El encuentro fue algo grandioso, yo pensaba que no iba a recuperar a mi hija, que no la volvería
a ver cuando la soltaran de ese lugar. Primero por los recursos y después porque eso es
delicado, no iba a ser fácil que me la entregaran. Me alegré mucho”, narra la madre.
El rompecabezas que intenta armar Maryori presume que su hija fue vendida por su amiga del
colegio. Y una prueba que expone es que la joven de 20 años desapareció de Barinas junto con los
suyos. Maryori es madre de otros cinco hijos y desde Maicao pide justicia para que se castigue a
quien con engaños se llevó a su hija.
Clarita, mientras, está en La Guajira y no quiere regresar a Barinas. Sus familiares son
conscientes de que necesita ayuda psicológica o un tratamiento, que aún no llega y que será más
fácil conseguir en Colombia. Pero la joven menor de edad insiste en no querer hablar de ese
tema. “Me dice, ‘olvídalo aquí no pasó nada’, y trata de olvidar como yo lo he hecho. Eso es lo
único que me dice”, concluye la madre.
Tal vez el silencio le ayuda a soportar tanto dolor e impotencia.
Otros casos
“Mayerlín Vergara Pérez es la coordinadora regional para La Guajira de la Fundación Renacer,
dedicada a la investigación social en la calle, lo que le permite reconocer las dinámicas de
explotación sexual y de trata de personas que se está presentando en la población migrante. Su
trabajo le valió el premio Nasen para los refugiados, otorgado por Acnur en septiembre de 2020.
“Desde abril del 2019 hasta junio de 2021 hemos atendido a más de 150 niños víctimas de abuso, de
explotación sexual y de trata de personas; de ellos más o menos 20 han sido víctimas de trata de
personas”, detalla.
De abril de 2019 a junio de 2021
Más de 150 niños
víctimas de abuso, de explotación sexual y de trata de personas
20
víctimas de trata de personas
En su experiencia de más de veinte años trabajando para la erradicación y explotación sexual de
niños, niñas y adolescentes, incluida la trata de personas con fines de explotación sexual,
Mayerlín tiene claro cómo es la dinámica en esta zona fronteriza.
“Encontramos una trata que es trasnacional, que viene desde el exterior desde Venezuela
hasta acá. Las personas son captadas, trasladadas y explotadas sexualmente acá, pero también hay
una trata interna que se da de un municipio a otro, incluso a corregimientos de La Guajira”,
asegura.
Sus años recorriendo las calles le advierten que la situación cada día es más compleja,
especialmente porque los casos se presentan en familias vulnerables. Afirma que los abusadores y
explotadores sexuales logran generar un proceso de manipulación emocional, llevando a las
víctimas a adaptarse al delito, no encontrando otra opción de vida.
Pero el tema va más allá y tiene que ver con el nivel de impunidad, pues los resultados de las
investigaciones son prácticamente nulos, sentencia Vergara.
“Esa es una de las grandes deudas que se tiene en cuanto a investigación judicial, y es la
Fiscalía la responsable de identificar y detectar hasta qué punto es una red informal porque hay
varios actores que se unen de manera informal y participan, o si hay una red debidamente
estructurada”, cuestiona.
En eso coincide la líder Wayúu Yadira Martínez, que vivió este drama en su propia familia: “Ya
tienen una ruta establecida y saben cómo manejar a las jóvenes y llevárselas con trampas, con
engaños de promesas de trabajo. Las venden y a la final las personas terminan utilizadas y
siendo pareja de muchos hombres sexualmente u obligadas a hacer trabajos sin remuneración. Las
golpean, además, y las maltratan psicológicamente porque les dicen que no valen nada como
personas”.
Las cifras
Al indagar sobre la dimensión de este problema en La Guajira las cifras no coinciden. En
la
Fiscalía Seccional dan cuenta de tres denuncias que corresponde a los años 2019, 2020 y 2021,
una de ellas de un ciudadano extranjero; en tanto, desde el Comité Departamental contra la Trata
de Personas documentan siete casos y la Fundación Renacer registra veinte en los dos últimos
años.
Para el director seccional de la Fiscalía en La Guajira, Franklin Martínez Solano, investigar los
casos de trata es bastante complejo porque no se puede determinar la conducta hasta tanto la
persona no la ponga en conocimiento. “De los tres casos, tenemos uno cuya nacionalidad
corresponde a una persona de origen extranjero”, precisa.
Martínez reconoce que el nivel de impunidad es bastante alto y se refleja en los resultados de
los casos que se indagan, pues por las características del delito al ente investigador le
corresponde actuar solo de manera posterior.
Por su parte, Jairo Aguilar Deluque, secretario de Gobierno de La Guajira y quien preside el
Comité Departamental contra la Trata de Personas, afirma que es evidente el aumento de los casos
en la región, razón por la cual invita a denunciar.
“Hay unas investigaciones desde el 2019, ya se han dado unas capturas en uno de los siete casos
que se han presentado y se vienen realizando las investigaciones en trabajo articulado con todas
las oficinas de turismo del departamento porque lógicamente tienen que ver situaciones que se
desprenden por la oferta de turismo”, sostiene.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), mientras, informa que desde 2013 hasta
julio de 2020, de acuerdo con cifras del Ministerio del Interior, en Colombia se han registrado
686 casos de trata de personas, de los cuales el 82 por ciento corresponde a mujeres y el 18 a
hombres.
En un informe de la Organización Internacional para las Migraciones sobre seis datos relevantes
sobre la trata de personas en Colombia, publicado el 30 de octubre de 2020, señala que cuando la
movilidad humana es alta y se da en contextos de precariedad, la trata de personas aumenta. Esto
sucede debido a dos factores: primero, a la vulnerabilidad de las personas refugiadas y
migrantes que, en general, alcanza niveles alarmantes en situaciones de crisis. Segundo, a que
existe un incremento en la actuación de redes delictivas de trata que, precisamente, encuentran
en esta vulnerabilidad una ocasión idónea para delinquir.
Asimismo, indica que “en el contexto de los desplazamientos de nacionales de Venezuela, la mayor
vulnerabilidad se explica por la precariedad de los recorridos y de los medios de transporte, la
fragmentación familiar con la consiguiente pérdida de vínculos afectivos y de protección durante
el camino, el hacinamiento en casas de hospedaje, el tener que recurrir a ofrecer servicios
sexuales para sobrevivencia, la falta de documentos de identidad y/o de viaje, la irregularidad
migratoria y laboral, entre muchos otros factores. Así, las redes de trata ya existentes se
reactivan y se fortalecen”.
Mientras Clarita intenta recuperarse emocionalmente junto a su familia, su tía Yadira sigue
denunciando los abusos que se cometen contra los menores y Mayerlín continúa caminando para
apartar a los niños, niñas y adolescentes de las garras de los abusadores, y así puedan volver a
sonreír.
El nombre de la protagonista fue cambiado para proteger su
identidad.