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Nuestro derecho es su deber

Escucha el relato sonoro sobre las luchas que dan migrantes wayuu en Uribia, Guajira, por recibir atención médica.

Por: Sailyn Fernández y Ana Karolina Mendoza

Uribia, La Guajira, Colombia. Joutai (viento, en lengua wayuunaiki) se impone en el asentamiento La Esperanza, como le llaman al terreno baldío que era el antiguo Aeropuerto de Uribia, la capital indígena de Colombia, en el departamento La Guajira. Ahí, en la periferia del pueblo, donde comienza el desierto hacia la Alta Guajira, se han instalado 1689 personas: 682 familias migrantes venezolanas y wayuu retornadas que se “reencuentran con su territorio ancestral”, como lo precisa el investigador y lingüista wayuu Rafael Mercado Epieyu. Llegaron allí desde mediados de 2017 y comienzos de 2018, cuando se agudizó la emergencia humanitaria en Venezuela.

Bolsas plásticas revoloteaban en el suelo de arena arcillosa. La fuerza de Joutai las llevaba y las traía entre la podredumbre de las basuras y bajo Ka’i (Sol) que les tuesta la piel a los wayuu, a los migrantes y a todos quienes llegaron para quedarse. En la planicie del terreno mujeres, hombres, jóvenes y hasta ancianos se unieron para organizar sus ranchos, construidos con plásticos, retazos de latas y sostenidos por pilares de yotojoro (fibra vegetal wayuu). Ahí recomenzaron sus vidas. Sin agua potable, sin servicio eléctrico, sin aseo público… con lo que tenían puesto y con lo poco que habían podido traerse de Venezuela por las trochas que comunican ambos países.

Creen en Maleiwa (el Dios para los cristianos) y en sus ancestros. Su fe en ellos los ha sostenido en ese volver a comenzar, prácticamente, desde cero.

De a poco han traído a sus familiares desde Maracaibo, La Villa del Rosario, la Costa Oriental del Lago (estado Zulia, Venezuela): la mayoría, ancianos, niños y niñas. Muchos de ellos con enfermedades de base como hipertensión, diabetes, patologías respiratorias. La salud para los migrantes y para los wayuu que han regresado a La Guajira ha sido una cruzada que ‘la palabra’, como elemento de armonización y comunicación wayuu, no ha podido solucionar. Muchos han partido al lugar sagrado ancestral wayuu, Je´pirra; el paraíso, el cielo.

Su derecho a la salud es un deber del Estado colombiano

Pero, inicialmente, deben ser regularizados en el sistema de salud. ¿Cómo? Primero, portando una identificación. He ahí el cuello de botella. Los wayuu no son de allá ni son de acá. O son de ambos lados. Por ejemplo, María Fernández es una mujer que vivió, trabajó e hizo vida en Maracaibo, Venezuela; pero en Colombia se llama María Ipuana: su casta es también su apellido. Como ciudadana venezolana no le permiten acceder a atención médica en hospitales e IPS Indígenas en La Guajira, pero tampoco se lo permiten como colombiana, pues no está afiliada. Como ella, tantos y tantas más. Wayuu y migrantes venezolanos.

La doble identidad, que cuenta como delito, no puede tratarse de ese modo en los wayuu, recalca Claudia Henríquez, directora departamental de Asuntos Indígenas, porque son ciudadanos de frontera y deben atenderse bajo el enfoque diferencial, respetando la cosmovisión de ese pueblo. Pero sí deben regularizarse, poniendo en orden la documentación. Para esto, la Secretaría de Asuntos Indígenas realizó, el pasado 13 de julio, una mesa de trabajo junto con las comunidades, líderes y lideresas, Migración Colombia y la Registraduría.

Agencias de cooperación internacional han trabajado en pro de la regularización de estas poblaciones vulnerables que habitan en el asentamiento La Esperanza. Delia Rois, lideresa comunitaria, relató que, en 2018, llegó Acnur con la Personería para ayudarles a sacar el Permiso Especial de Permanencia (PEP), pero muchas personas le expresaron que no lo necesitaban porque eso no era comida, a pesar de que ella les insistió en que el documento, que empezó a emitirse desde agosto de 2017, era necesario para acceder a salud, educación y plazas de trabajo.

Este año, con la Diósesis y con Acnur se inscribieron en el Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV) 286 familias en el asentamiento La Esperanza. Se censaron 628 personas que, hoy en día, aspiran al Estatuto Temporal de Protección para poder disfrutar de los derechos a salud como cualquier persona colombiana.


Ficha técnica

Tipo de contenido: Sonoro.
Año de realización: 2021.
Título del reportaje: Nuestro derecho es un deber.
Realizador(ar): Sailyn Fernández, Ana Karolina Mendoza.
Lugar: Colombia.
Duración: 00:10:32.