Fotografía

PERIODISMO

DE EXHUMACIÓN

|  Por Ginna Morelo.

Introducción

El tiempo no significa olvido

 

 

“El tiempo es igual a la verdad".

Rober Caro, periodista y escritor norteamericano

 

 

Maceo Iguarán tomó la carpeta con sus notas, se acercó al micrófono y miró hacia la imagen del paramilitar proyectada en una pared blanca.

“Mancuso, usted dijo que mi padre era una amenaza para la institución porque sus ideas eran sindicalistas. ¿Y quién dijo que los sindicatos son sinónimo de maldad?”, irrumpió el joven de 18 años cuando el fiscal preguntó, del otro lado del mapa, si alguien en la sala quería referirse al crimen de Hugo Iguarán Cote, que ocurrió el 10 de septiembre de 2000, días antes de que el profesor asumiera el cargo como vicerrector de la Universidad de Córdoba.

El muchacho respiró profundo. Intentó reivindicar el nombre de su papá, mientras sostenía entre sus manos varios documentos. El fiscal no le permitió leerlos. Maceo bajó los papeles en una actitud de entrega, preguntándose cuál sería entonces el espacio para hacerlo. Su padre no lo tuvo en vida y ahora tampoco muerto.

La historia ocurrió el 20 de noviembre de 2008. Todos llegaron temprano a la sala de audiencias de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía en Montería. La fila para ingresar fue interminable.

Se confinaron en un cuarto de paredes blancas, un espacio asfixiado por los sentimientos de dolor de los sindicalistas de la Universidad de Córdoba, por padres y madres de profesores y estudiantes desaparecidos, secuestrados o asesinados. Había miedo y silencio.

Los representantes de los sindicatos enfrentaban en una teleconferencia al victimario de la comunidad universitaria, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso, en busca de la confesa verdad. Así lo dispuso la Justicia y así lo aceptaron las víctimas.

El hijo de inmigrantes italianos asomó su rostro en la pantalla. Vestía un uniforme naranja y una edad mentirosa debido a las cirugías plásticas que se hizo cuando transitó de la clandestinidad a la libertad condicionada, gracias a un salvoconducto. En un penal aséptico de Estados Unidos paga sus delitos por narcotráfico.

“Les pido perdón”, dijo. Los asistentes se irritaron. El incisivo careo que estaba por comenzar apuntaba simplemente a conocer toda la verdad sobre la toma que de la Universidad de Córdoba hicieron las autodefensas. Cada vez que Mancuso respondía una pregunta de las víctimas, repetía: “les pido perdón”.

Ha transcurrido el tiempo y los crímenes contra la izquierda de la Universidad de Córdoba siguen sin esclarecerse. La información que da cuenta de ello está ahí, en los expedientes; en los documentos recolectados por las víctimas, como Maceo; en el Centro de Memoria Histórica que prepara desde hace años un libro sobre ello; en los archivos de los sindicatos de la institución de educación superior; en los cientos de testimonios que merecen sistematizarse y cruzarse. El tiempo pasa, pero no necesariamente significa olvido.

El tiempo, amigo de los buenos investigadores y enemigo de las horas de cierre de los medios de comunicación, es el que se requiere, siempre y en todo momento, cuando se trata de investigaciones históricas que intentan reconstruir la verdad. “El tiempo interesantemente libera conciencias, secretos y archivos” (Consejo de Redacción, 2011, p. 106). La frase es de Cristóbal Peña, director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, autor de los libros Los fusileros y La secreta vida literaria de Augusto Pinochet.

Cuando los secretos comienzan a conocerse y el periodista se viste de paciencia para develarlos de la mano de documentos que contienen las claves de la verdad, se reconstruyen historias que parecían enterradas. A ello se refiere Gerardo Reyes, periodista y editor de la Unidad Investigativa de Univisión, cuando reflexiona sobre las lecciones de Rober Caro, periodista y escritor estadounidense, que dio en su libro The Power: “el tiempo es igual a la verdad” (Morales y Ruiz, 2014, p. 82). Cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad.

Periodistas de Colombia, México, Chile y una investigadora norteamericana escarban en la memoria de los archivos al compás del tiempo. Ellos se han sumergido en los archivos para llevar a las audiencias del miedo al asombro, de la luz a la oscuridad, como mencionó sabiamente uno de ellos.

Para los investigadores, identificar el vacío de un hecho los ha conducido a galerías con cientos de documentos, a despachos judiciales donde se apila la historia en expedientes y folios. El temor a perderse ha sido convertido en fortaleza. ¿Cómo lo hacen? ¿Por qué y para qué investigar desde los archivos?

Luego de un diálogo con ellos y de sus reflexiones, consagradas en entrevistas en libros y medios de comunicación, agrupamos en lecciones sus conclusiones y convertimos en rutas sus ideas. Invitan a quienes quieren investigar con archivos, a navegar en aguas mansas en la superficie y revoltosas en el fondo.

 

Las diez claves de los investigadores

 

 

“Los documentos y la información son como un testigo: hablan solo si se les interroga”.

Marc Bloch, historiador francés de la primera mitad del siglo XX

 

 

Clave uno

 

                    

Alberto Donadío, ¿qué es un archivo?

¿Sabe que nunca quise preguntarme eso? No quise porque la respuesta iba a suponerme un reto mayor del que ya imaginaba. Sin embargo, la definición propia era la mejor manera de explicarme hacia dónde iba. Entonces concluí: un archivo es una acumulación de datos y pruebas. Solo que ellas no lo están esperando como respuesta, sino en forma de claves que tendrá que desentrañar. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

El periodismo de investigación le supone al reportero el uso de metodologías que debe aplicar con meticulosidad cuando quiere ahondar en un asunto de interés público. Dentro de esas metodologías están la revisión, la investigación y el análisis de archivos. En estos están las pruebas documentales o claves reveladoras sobre las situaciones que se intentan probar desde la formulación de la hipótesis.

Alberto Donadío, miembro de la primera Unidad de Investigación del diario colombiano El Tiempo, explica que lo primero que debe hacer un periodista a la hora de decidir revisar este tipo de fuentes, es conocer qué significan, cómo se clasifican. Ayuda, en primera medida, entender muy bien cómo funcionan el Estado, las instituciones y diversas organizaciones que tienen información pública de interés para el periodista y para las audiencias.

En ese sentido, reflexiona sobre los tipos de archivos que hay, haciendo referencia a cuatro en particular, donde el periodista va a encontrar jugosa información:

  • Judiciales
  • Documentales
  • Testimoniales
  • Históricos

Es importante precisar que en ellos se encontrarán documentos:

  • En video
  • Sonidos
  • Texto
  • Imagen
  • Bases de datos

“Antes de ir a buscarlos, interésese por saber quiénes los manejan, qué tipo de entidades son, cuál es la lógica burócrata y de funcionamiento de cada una, para que sepa a ciencia cierta qué va a encontrar”, dice Donadío. Explica también que una vez el periodista define el tema investigable y los objetivos de su reportaje, que no es otra cosa que planear el proceso, debe estudiar lo que va a buscar y prepararse para entender, antes de hacer la primera pregunta.

Juan Diego Restrepo, periodista y editor del portal colombiano Verdad Abierta, especializado en investigación de temas judiciales, se casa con la idea de que “hay que tener la capacidad de entender los sistemas institucionales, su funcionamiento, porque si no se da primero ese paso, el reportero se puede perder entre millones de folios y documentos que no obedecen, desde ningún punto de vista, a la lógica del periodismo”.

Una vez se descubre qué es el archivo, qué contiene, cómo opera y se logra develar cómo sumergirse en él, es como reencontrarse con ese primer amor, con el que se quedaron los más grandes planes siempre pendientes. "Los archivos son esa amante paciente que tiene la certeza de que por más que te vayas, siempre volverás. Te espera y uno busca regresar siempre. No hay manera de dejarnos”, dice el periodista mexicano Jacinto Rodríguez Munguía, autor de La otra guerra secreta, los archivos prohibidos de la prensa y el poder.

 

 

Clave DOS

 

   

Nelson Fredy Padilla, ¿por qué vale la pena viajar al pasado?

Cuando pequeño, mi padre llevó a casa un libro sobre navegantes. Ese tema se me convirtió en una obsesión. Siempre estuvo ahí, dormido.

Cuando me hice periodista, esa idea de investigar la historia del galeón San José me empujó a revisar el pasado. Entonces vale la pena porque es la mejor forma de desentrañar verdades.

En Colombia estamos llamados a vivir una nueva etapa, la de la transición, pero todo lo que viene será memorable para el periodismo si el reportero e investigador no solo escucha a las víctimas, también revisa los documentos del pasado para contar lo que las generaciones jamás deben olvidar ni repetir. (Padilla, entrevista presencial, 16 de marzo de 2016, Bogotá)

La posibilidad de contar el pasado ha sido una obsesión para reporteros y escritores. En Colombia son ejemplo de ello los periodistas Alberto Donadío, quien ha investigado en profundidad archivos para sus libros de temas históricos, como Guerra con el Perú, Colombia Nazi, El jefe supremo, y Germán Castro Caycedo. Este último ha hurgado sistemáticamente en archivos judiciales de casos tan complejos como la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla del M-19, que le llevó a escribir El palacio sin máscara; o analizar en profundidad todo el expediente de Pablo Escobar, que lo condujo al texto Operación Pablo Escobar.

Jacinto Rodríguez, nacido en Tlaxcala, México, fue tentado por esa obsesión de investigar en los archivos, al decidir seguirle los pasos a su escritor preferido, Julio Cortázar, cuando fue objeto de seguimiento por el gobierno de su país. Rodríguez investigó cómo la policía secreta de México espió al famoso escritor, revisando toda la información recabada en el Archivo General de la Nación, AGN (Rodríguez, 24 de agosto de 2014). También se sumergió en los archivos cuando develó las corruptas relaciones entre la prensa y el poder político mexicano.

En palabras de Rodríguez, “en estas páginas, a partir de fuentes primarias del Archivo General de la Nación —de los fondos correspondientes a los órganos de inteligencia de la Secretaría de Gobernación: Dirección Federal de Seguridad y Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales—, se desvelan los modos y las estrategias del gobierno, así como las posiciones y predilecciones de los comunicadores y dueños. No queda sin tratar ningún asunto, ningún «particular». ¿Qué pasaría si quienes hoy gozan del halo de la pureza hubieran sido corrompidos?” (Rodríguez, s.f.).

Todo lo que investigan los periodistas tiene raíces en el pasado, esas raíces son la explicación de lo que sucede en el presente. Desconocerlas es borrar la historia y conduce a perderse en lo superfluo.

Nelson Fredy Padilla, editor cultural del diario El Espectador, propone volver al pasado porque los temas históricos son de trascendencia: “en Colombia, por ejemplo, se puede hablar de la guerra de los Mil Días, el asesinato de Gaitán, la toma del Palacio de Justicia. Este tipo de hechos que marcan la historia de los países y que nunca fueron plenamente investigados, o con el tiempo empiezan a aparecer documentos que son susceptibles de investigación periodística” (Consejo de Redacción, 2011, p. 100).

Pero volver al pasado puede ser un viaje tortuoso si no hay metodología. Ese es el pecado que cometemos los periodistas cuando iniciamos el ejercicio, nos dicen los historiadores. La recomendación de Padilla es:

  • Pensar el tema.
  • Formularse una pregunta.
  • Hacer una lista de fuentes.
  • Prepararse para el viaje, que supone estudio, tiempo y tranquilidad.

“En la urgencia periodística, los hechos no están cubiertos de manera acabada”, afirma Cristóbal Peña (Consejo de Redacción, 2011). Y explica que si bien no hay un tiempo estimado para que los hechos maduren y se pueda acceder a mayor documentación y a sus protagonistas, al no tener la competencia de cientos de periodistas, se goza de un nuevo aire que permite otra dinámica de búsqueda de información, y esa es la que hay descubrir, aplicar y pulir.

Mónica González, directora del Centro de Investigación Periodística de Chile, Ciper, dice: “no es un mero viaje al pasado, sino a la raíz de los problemas que hoy nos acechan y que si no entendemos cómo se originaron, no podemos explicar sus efectos en el tiempo y sus consecuencias hoy. De partida, en cada país hay grandes interrogantes históricas que han quedado sin respuesta. Vacíos que son importantes llenar porque explican parte de los principales problemas que hoy siguen afectando la vida de los ciudadanos. Un ejemplo: hasta hoy es un misterio quién ordenó asesinar a Jorge Eliécer Gaitán. Su asesinato fue el comienzo de la guerra en Colombia y el inicio de la cruenta Guerra Fría en el continente. Era un líder de nuestros países, un líder no comunista que encarnaba procesos de cambio distintos a los del socialismo real”.

Y agrega González: “pasado puede ser hace 50 años, pero también el pasado cercano, de 10 años, como por ejemplo, revisar las leyes y los decretos que les dieron carta blanca a los laboratorios farmacéuticos en Colombia y descubrir quiénes fueron los parlamentarios y políticos que los protegieron. Esa revisión se puede hacer con las leyes que fijan los niveles máximos de elementos contaminantes que debe tener el agua potable, con las políticas de vivienda, con las concesiones de una determinada municipalidad o con las leyes que regulan la educación privada, entre otros. De allí la importancia de entender que cuando guardo un documento hoy, ese documento me puede servir mañana para poder explicar a cabalidad un proceso determinado”.

 

Clave TRES

 

  

Alberto Donadío, ¿qué significa investigar con archivos?

Mi intención no es asustar a quienes se meten en este oficio del periodismo, pero debo decir que investigar con archivos es un aterrizaje forzoso, sin diccionario.

¿Por qué lo planteo así?, porque no hay manuales ni anexos que le expliquen lo que hay en los archivos. Los documentos contienen información, pero ella solo será estructurada en la medida en que usted descubra lo que sus datos revelan. A pesar de lo arduo, alimenta. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

El periodismo de investigación le supone al reportero el uso de metodologías que debe aplicar con meticulosidad cuando quiere ahondar en un asunto de interés público. Dentro de esas metodologías están la revisión, la investigación y el análisis de archivos. En estos están las pruebas documentales o claves reveladoras sobre las situaciones que se intentan probar desde la formulación de la hipótesis.

Quizá para entender mejor esta respuesta, sirva relatar cómo, desde la forma, lo hace uno de ellos cuando viaja diariamente al Archivo General de la Nación, AGN, en México. Jacinto Rodríguez llevaba meses buscando un dato sobre la normal donde estudiaban los muchachos que desaparecieron en Ayotzinapa. Había hojeado no sabe cuántos folios, pero sabía que la clave estaba en uno que ya había leído, pero no con la suficiente tranquilidad para entenderlo.

Me pidió que lo acompañara. Dijo que el trabajo sería largo. La atmósfera entonces era silenciosa y el personaje huidizo. Detrás del cristal estaban cientos de anaqueles y gavetas que almacenan fichas. Jacinto Rodríguez Munguía atravesó la puerta y pareció mimetizarse entre los archivos. Transcurrieron horas sin que pasara nada. Le llevaron cajas, libros, carpetas con hojas sueltas. Los dedos hacían su trabajo, cruzó las páginas mientras sus ojos leían y leían. Comparó escritos de años con las fichas de su libreta, que había construido desde los trágicos acontecimientos. De repente, levantó su ceja derecha y ¡zas!, descubrió la clave que buscaba: lo relacionado con la Normal Ayotzinapa de Iguala, que en 2014 le puso 43 nuevos desaparecidos a la guerra en México. Anotó cuidadosamente. Escribió y escribió. Se levantó de la silla que se asignó por oficina hace más de 10 años, como si fuese un funcionario público que cumple el horario de ocho a doce y de dos a seis. Se despidió de Joel, el que atiende la Galería 2 del AGN, en México D.F. y salió airoso. La victoria del hallazgo.

Es claro que lo que busca el periodista no está al alcance de la mano. Quien se zambulle a escudriñar no tiene una guía sobre cómo proceder. Sus descubrimientos son casi como deshojar una cebolla, va removiendo capas y llorando porque aún falta mucho para llegar al fin. Y ante lo difícil, hay que volver a pensar en el método.

Los pasos recomendados:

  • Conseguir aliados. Esos son los que lidian con los documentos, con los archivos, los que conocen algunas rutas y atajos, pero ellos no determinan su búsqueda, tan solo la orientan. Joel, el jefe de la Galería 2 del AGN, es el aliado de Jacinto Rodríguez.
  • Descubrir ese gusto que está dentro de usted: investigar con archivos no debe ser una tarea tediosa. Hay que tener gusto por la historia y la lectura, para saber enfrentarse a esos documentos que parecen estar muertos, pero muchas veces están más vivos que una entrevista.
  • Convertir en rutina el deshoje de la cebolla: significa repetir una actividad hasta volverla costumbre. Una buena forma de hacerlo es acceder a información permanente a través de los mecanismos de ley. En Colombia, lo garantiza la Ley de Transparencia y del Derecho de Acceso a la Información Pública (Ley 1712 de 2014).
  • Conectar los hallazgos históricos con la actualidad: en ese navegar hacia el pasado, hay que conectar el mar con la costa, para que los temas se anclen en el interés público y en la explicación que los vuelva relevantes.

Mónica González explica que investigar con archivos es disciplina. “Los periodistas debemos entender hoy que si hacemos bien nuestro trabajo, con apego a las fuentes, con rigor al mostrar testimonios y documentos, y con ética, somos los verdaderos cronistas de nuestra historia. Cuando mañana la historia quiera recoger lo que ha ocurrido en nuestros países en estos años, se recurrirá a nuestros textos. Diseñamos los mapas de lo que nos ocurre. Y eso es lo que hacemos cuando al investigar un hecho recurrimos a los archivos existentes. Es rigor histórico, contexto, utilizar una base documental que avala lo que estamos relatando. Eso requiere método en primer lugar. Porque no se trata de salir a buscar archivos y documentos, sino de buscar aquellos documentos que realmente son un aporte”.

 

Clave CUATRO

 

  

Jacinto Rodríguez, ¿qué cuentan los archivos?

Los archivos cuentan lo que somos en las sombras, nuestras sombras como sociedad y como seres humanos. En los archivos está la memoria de las decisiones del poder, quiénes [las tomaron] y cómo se ejecutaron. Los efectos y los costos humanos. (Rodríguez, entrevista presencial, 21 de octubre de 2014, México D.F.)

La información reporteada en los archivos contiene los hechos de otros. Esas vidas cuentan, pero también marcan, dejan huella. Esa huella es la que el periodismo ayuda a que no sea imborrable, a que transmita conocimiento.

Jacinto Rodríguez pone un ejemplo: “los expedientes que describen las torturas, las imágenes de cuerpos en jirones, las narraciones sobre los guerrilleros arrojados al mar de Acapulco, Guerrero —justo el estado donde desaparecieron a los 43 normalistas—. Ver y leer esto cambia todo el sentido que se tiene de la vida”.

Lo que cuentan los archivos mueve algo en la memoria. Para Rodríguez, no solo la de los investigadores, los apasionados, también la de quienes buscan desesperadamente una pista para saber dónde termina todo lo que por años parece no tener fin. Agrega: “recuerdo cuando a este Archivo General llegaban familiares de desaparecidos a buscar información. Escuchaba cómo se iban quebrando, cómo su ser todo se hacía pedazos. Eso no lo olvidas porque hace parte de lo que debes cruzar con los hechos que hay en los folios”.

Las anteriores palabras justamente se cruzan con los archivos que surgen desde la reconstrucción de la memoria, en los cuales lo testimonial adquiere una fuerza imbatible, que le pone de presente al periodista la necesidad de revisar y andar, analizar y preguntar, estudiar y escuchar.

En ese sentido, la reciente movilización por la memoria en Colombia, que se manifiesta en distintos lugares del país donde la guerra sembró muerte y destrucción, es un claro ejemplo de archivos vivos, que relatan, desde los testimonios, una verdad. Es más, explica Gonzalo Sánchez, director del Centro de Memoria Histórica de Colombia: “la construcción de memorias emblemáticas de la violencia y de sus resistencias puede y debe realizarse tanto desde los centros como desde la periferia del país. Tanto desde los liderazgos nacionales y los liderazgos enraizados en las regiones, como desde los pobladores comunes y corrientes” (GMH, 2013).

Para Cristóbal Peña, los archivos cuentan hechos que perviven, perduran, se transforman y siguen manifestándose en la actualidad. Por esa razón no concibe que el periodismo histórico se suela encasillar en un deseo simple de acudir a la nostalgia que hay por ciertos fenómenos del pasado. “Esa mirada es tremendamente corta, estrecha, porque no comprende que los hechos del pasado dicen y enseñan sobre el presente” (Consejo de Redacción, 2011, p. 104).

Para Mónica González, hay que hacer ciertas diferenciaciones de los sitios que contienen información y entender sus claves. Para explicarlo mejor, expone:

Si se trata de archivos del Congreso, allí encontraremos la línea de tiempo de una ley determinada. Eso permite introducirse en la argumentación que cada cual dio para postular una determinada posición. Contrastar esos argumentos con lo que ocurrió en la realidad permite hacer una línea de ganancias y pérdidas y trazar la línea de quién es quién en una política pública determinada.

Las actas de concesiones o de aprobación de determinadas obras en municipios también permiten ver quién se benefició y cómo se maquilló una obra que no traía beneficio para la comunidad, sino para una empresa.

Los expedientes judiciales entregan testimonios importantes para darles rostro humano a nuestras historias y con relatos que son judiciales, es decir, bajo juramento.

Los archivos de la Contraloría pueden aportar todos los elementos que tuvieron en cuenta en su momento para decir y acusar a los laboratorios farmacéuticos de ser carteles. Y también las pistas para poder llegar a develar quiénes los protegían y a quiénes pagaban. Los sumarios de Contraloría son un diamante en bruto. Hay que ir a buscarlos sí o sí porque permiten sacar patrones de conductas delictuales y también patrones de protección.

Rehacer las interceptaciones telefónicas que acecharon a periodistas y políticos permite alertar sobre cómo determinados grupos se conjuran para violar la democracia y para qué: qué poder sienten en peligro.

Rehacer con base en documentos oficiales el pago de campañas políticas permite alertar a los ciudadanos sobre qué vacíos legales lo permitieron y cuáles siguen sin ser subsanados.

“Los archivos contienen información valiosa, pero somos nosotros los que debemos hacerlos hablar. Y eso sí es tarea de periodistas con mucho rigor y conocimientos. Porque en un documento podemos encontrar un nombre que si no sabemos cómo ocurrió el proceso, no nos dice nada; y puede ser un protagonista oculto al que hay que ir a buscar para que cuente la parte de la historia que ayer no se atrevió a revelar”, puntualiza González.

 

Clave CINCO

 

 

Juan Diego Restrepo, si quiero investigar archivos, ¿por dónde debo comenzar?

Me gusta sentir en mi estómago ese vacío informativo. Saber que hace falta algo que debo completar, que debo descubrir. Ese vacío me debe llevar a entender cómo funcionan el Estado, la Justicia, las instituciones. De esa manera tendré claro qué tipo de archivos conseguiré y de cuáles puedo disponer. Luego, vienen todas las preguntas posibles. No las que inteligentemente nos formulamos, sino todas las que seamos capaces de hacer, para finalmente entender. (Restrepo, entrevista telefónica, 15 de abril de 2016)

Hemos dicho que los periodistas se equivocan cuando piensan en documentarse a partir de archivos, sin conocer siquiera la estructura del Estado. Restrepo, editor del portal Verdad Abierta, vuelve al tema para precisar: “es un error salir sin grabadora a una entrevista, pero investigar con archivos es mucho más complejo, porque no se va a encontrar con una fuente que le está esperando para una entrevista, sino con cientos de documentos inertes, amarillentos o con bases de datos inentendibles y demasiado técnicas”.

Alberto Donadío recomienda leer El poder público en Colombia, de Libardo Rodríguez y Jorge Enrique Santos, quienes brindan un panorama general de cómo está conformada la estructura burocrática y cómo funcionan las instituciones en el país. “Ese primer acercamiento al monstruo le ayudará a perderle el miedo”, dice.

Las claves de Donadío, para intentar construir la ruta por dónde comenzar, son:

  • Tener paciencia para aprender a digerir, procesar y estudiar.
  • La información está en alguna parte, pero desorganizada, oculta.
  • Hay que listar lo que se busca para tener claro el tema.
  • Hay que entender que el primer documento es una pista, no el gran hallazgo.

Y las que aporta Juan Diego Restrepo:

  • Primero me pregunto algo.
  • Convierto esa pregunta en hipótesis de trabajo.
  • Busco la información.
  • Los hallazgos los compruebo o desvirtúo apelando a mecanismos de comprobación.

Carlos Basso, periodista y profesor chileno, autor de varios libros basados en investigación de archivos, simplifica el asunto. “Hay que comenzar buscando” (Consejo de Redacción, 2016). Lo dice así, porque de alguna forma los periodistas prefieren preguntar a buscar. Eso significa que el formato antiguo sigue siendo el de la entrevista, como método principal de búsqueda, y resulta que las entrevistas también deben ser a documentos que solicitemos, y que encierran cosas sorprendentes.

Para Basso, los países latinoamericanos que quieran conocer la verdad sobre sus dictaduras y violencias deberían comenzar por Estados Unidos. “Tiene un envidiable sistema de acceso a la información; cualquiera de ustedes puede hacer una petición a los Archivos Nacionales de Estados Unidos, depende de ellos si contestan o no y depende de cuántas marcas tienen los documentos, pero en general contestan” (Consejo de Redacción, 2016).

El periodista debe tener claro que va a meterse a una mina subterránea a la que deberá dedicarle tiempo. “No corra, no se apresure, olvídese del día a día. Usted va a buscar una joya, por tanto, le tomará tiempo”, dice Donadío.

Mónica González precisa que lo primero que debe saber y manejar un periodista es dónde se encuentran depositados los archivos de las distintas instituciones. Generalmente son lugares que pocos visitan. Y recomienda hurgar más allá de nuestras fronteras. Indica que en universidades y bibliotecas de Estados Unidos, por ejemplo, hay abundante información documental y judicial de Colombia.

“Cuando hablamos de archivos están desde los informes realizados por la Iglesia católica para el Vaticano (son increíbles), pasando por los de las embajadas hasta llegar a los decretos de la autoridad política y judicial que están almacenados y que deben ser, desgraciadamente, intensamente revisados hasta encontrar una pieza que nos dé una clave. No olvidar que en algunas áreas importantes ese trabajo ya ha sido realizado en parte por investigadores académicos, lo que significa que lo primero que debemos hacer antes de abordar el trabajo de buscar en archivos es investigar qué trabajos al respecto hay en la academia y en universidades. En minería, por ejemplo, se encuentran verdaderos tesoros sobre cómo evolucionaron las leyes que consagran la propiedad minera”.

 

Clave SEIS

 

 

Carlos Basso, ¿cómo no enfermarme con la ‘infoxicación’?

Buscando en función de las técnicas que el periodismo nos ha entregado cuando de documentos se trata, que son básicamente dos: una, conocer la autenticidad del origen de los documentos y dos, verificar los contenidos, que es lo que hacemos con las fuentes tradicionalmente. Así vamos descartando e incluso desechando. (Consejo de Redacción, 2016)

Cuando estamos viendo un documento, una cosa básica que todo periodista debe preguntarse es la autenticidad del origen, es decir, que el documento que nos estén entregando no sea falso. Hay mecanismos sencillos que ayudan a identificar su procedencia, sobre todo si la persona que trabaja el tema lleva años lidiando con archivos. Carlos Basso menciona uno: la morfología del documento y su contenido. La morfología es una rama de la lingüística que estudia la estructura interna de las palabras.

Basso explica la falsificación de documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) en el caso del magnicidio de un expresidente de Chile. “Esos documentos eran falsos desde todo punto de vista, no solo por su morfología, sino también porque tenían el logotipo de la CIA y en casos muy excepcionales la CIA pone su logotipo en los documentos; son agentes de inteligencia, ¡no hacen eso!”

Adicionalmente, hay una forma de escritura que tienen estos documentos, según indica el investigador. Relata que hace un par de años se hizo pública la existencia de una especie de manual de estilo que tiene la CIA. Pues bien, son 180 páginas que explican la manera en la que los oficiales de esta agencia escriben sus documentos y, por supuesto, la documentación no coincidía para nada con ella.

Grandes cantidades de información histórica nos pueden hacer perder la cabeza, pero el periodista no puede ceder la capacidad de análisis y verificación ante tanta información que exige ser depurada. El ejercicio es tan concreto como no olvidar los objetivos trazados ni la lista de preguntas que lo llevaron al archivo.

La clave por encima de todas, para que el periodista no se ahogue en la maraña de información, es el trabajo que pueda hacer directamente.

Los expertos apuntan a agrupar temáticamente los documentos, para que en función de esa organización se vaya buscando información más relevante. Por cada dato descubierto hay que buscar las fuentes que puedan explicar o aclarar dudas relacionadas con la efectividad de los contenidos.

Afinar el ojo es determinante. Basso explica que cuando se trabaja con documentación judicial hay muchas hojas y oficios que no dicen nada. Esto mismo sucede con la documentación desclasificada. Así que cuando encuentre estos documentos ya sabe, más o menos, en dónde puede haber algo importante y en dónde no, aunque siempre existe una posibilidad de pasar por alto documentos importantes.

El archivo va a hablar de muchas cosas, pero el periodista no puede perderse en el bosque de lo asombroso cuando lo que busca es el dato contundente que le permite comprobar la hipótesis. Ya de por sí el ejercicio es agotador con el método de búsqueda sistemática y aún no ha terminado porque no basta con encontrar, sino con que lo hallado sea veraz.

Para Juan Diego Restrepo, hay que descubrir:

  • Contradicciones
  • Inconsistencias
  • Incoherencias

 

 

Clave SIETE

 

 

Kate Doyle, he encontrado los documentos, pero los hallazgos son confusos, ¿cómo hago para entenderlos?

Hay que leer, releer, investigar y analizar. Ningún hallazgo lo está esperando con la definición concreta de lo que busca.

Hay que descifrar claves y hay que identificar los intereses jurídicos, procesales, públicos y periodísticos. Estos últimos determinarán su contenido si, para el caso que aplica, es periodístico, como es el interés de este tema y para este libro. (Doyle, entrevista presencial, 15 de marzo de 2016, Bogotá)

El éxito no está en encontrar la información, sino en entenderla. Lo importante es invertir tiempo suficiente en develar las claves que los documentos guardan.

Kate Doyle, investigadora de la organización no gubernamental The National Security Archive, instituto de investigación con sede en la Universidad George Washington, en Washington, Estados Unidos, relata que cuando estudiaron el Diario Militar en Guatemala, ella y su equipo no entendían algunas cosas.

El diario es un documento que ha ayudado al esclarecimiento de crímenes horrendos cometidos por el Ejército en el pasado.

La historia comienza cuando un miembro de la inteligencia militar roba el documento llamado el Diario Militar, que tiene las claves de la desaparición forzada de 183 personas en Guatemala. Este personaje se lo pasó a alguien, y esta persona pide una reunión con la investigadora Doyle: “me dijeron, ya conocerás el documento, Kate, y sabrás qué hacer. Este material es peligroso y si no lo entregamos se va a destruir. Mientras que con ustedes estará seguro y protegido y se puede analizar y verificar su identidad”.

Doyle pasó tres meses analizando el documento, estudiándolo y autenticándolo. Ella y su pequeño equipo tardaron en entender que cada vez que el Diario contaba sobre la detención de alguien y terminaba la descripción con el número 300, significaba que esa persona había sido asesinada. “Se encuentra con hallazgos inentendibles, a veces inconexos, pero no es cierto, todo está allí, solo que tienes que trabajar duro”, precisa.

“Algunos párrafos del Diario decían: «Él trató de huir y se disparó y 300. Se le llevó al Hospital Militar, ojalá que se recupere, pero no y 300.» Nos dimos cuenta que en la redacción nunca usan verbos activos, siempre pasivos. También entendimos que cuando colocaban una mera fecha y luego una frase, «y se lo llevó Pancho», se referían a que lo mataron. Que DI era Dirección de Inteligencia. Igual, hay cosas que todavía no sabemos, como qué significa U4, un código que aparece después de dos nombres. En fin, no es fácil”.

 

 

Clave OCHO

 

 

Mónica González, ¿si me pierdo en la búsqueda porque resulta más difícil de lo que esperaba?, ¿y si tardo demasiado?

Cuando seguimos una historia está siempre la posibilidad de que nos frustremos, pues no encontramos siempre y rápido la pieza clave que andamos buscando, explica González (entrevista a través de correo electrónico, 8 de mayo de 2016).

Pero cuidado, dice ella, también está la posibilidad de que la frustración se origine en que el periodista se ha mareado con tanto documento y que en el camino olvide que su objetivo era un artículo periodístico y no toda la verdad sobre un hecho importante. Ese error es bastante común en aquellos periodistas rigurosos y obsesivos que no se conforman con una parte de la historia.

“En mi concepto, ese es un error grave, pues impide hacer el trabajo del periodista y provoca una frustración que atora y agota las fuerzas. Por eso es necesario no perder jamás de vista cuál es el producto que buscamos, que puede reformularse en el camino, pero jamás desdibujarse. No somos los depositarios de la verdad y cuando encontramos solo parte de lo que explica nuestra historia es muy probable que allí haya una historia, quizás no tan potente como lo que queríamos, pero una historia. Y no podemos olvidar que es muy probable que al publicar una parte, los protagonistas o testigos que hasta ayer seguían callando, ahora querrán hablar. Y habrá otros testigos que también lo quieran. Publicar es abrir una vía. Y ese es el objetivo”, dice Mónica González.

Pero si no encontramos lo esencial, si después de una ardua búsqueda sentimos que de verdad lo obtenido no da para una historia, y eso ocurre muchas veces, en esos casos lo más importante por hacer son dos cosas y González las explica así:

  1. Saber parar a tiempo para no seguir invirtiendo el bien más escaso de un periodista, el tiempo, en un trabajo que seguirá estrellándose contra un muro. Hay que saber cerrar el libro de notas, respirar profundo y pasar a otro tema.
  2. Antes de pasar a otro tema, imprescindible es dejar todo lo hecho y encontrado, personas con las que hablé, qué me dijeron, documentos que busqué, dónde, etcétera, muy ordenado y bien guardado en la carpeta correspondiente. Porque mi experiencia indica que cuando menos lo piensas o lo esperas te surge un testimonio o alguien te entrega un documento que te abre todas las puertas. Hay que saber esperar. Hay que saber tragar la frustración. Hay que saber tener paciencia. Y puedo decir que de mis carpetas guardadas por no haber encontrado lo que buscaba, han salido grandes reportajes que hemos desarrollado en equipo. Porque lo último que quiero agregar es que los archivos cobran todo su valor y su aporte clave a nuestro trabajo cuando están a disposición de un equipo y son trabajados en equipo. No hay mejor paliativo para la frustración y mejor multiplicador de interpretaciones y vías para seguir las pistas que nacen de un buen archivo que un equipo de buenos periodistas.

Sistematizar los documentos es el paso efectivo para evitar perderse, dice Juan Diego Restrepo. Y agrega: “no puedes simplemente sacar datos, tienes que organizarlos tú mismo, dedicarle tiempo a crear una estructura que luego te permita comprenderlos”.

Hay herramientas que a los periodistas les ayudan a organizar su vida, las hojas de cálculo de Excel son justamente las indicadas para hacerlo. La razón es que permiten listar la información encontrada de una manera clara y simple.

Alberto Donadío explica que la mejor forma para evitar perderse es armar equipos y hacer mapas conceptuales. “Este trabajo requiere manos y orden, manos y orden. No somos solos contra el mundo, es un equipo descubriéndolo”, menciona.

Jacinto Rodríguez expresa: “hay que perderle miedo a extraviarse. Creo que nada es difícil si estás dispuesto a dedicarle tiempo y paciencia. Esas son, en todo caso, las condiciones que te pone la historia. Tiempo y paciencia”.

Explica esto con sus propios ejemplos. “Mi primer ejercicio fue escribir Las nóminas secretas. Un experimento en todos los sentidos. Una apuesta a darle salida a una cantidad de documentos que en ese momento se iban hilando. Con ese fuimos aprendiendo a construir una idea de metodología periodística para investigar en los archivos. Nada está escrito, está definido. No existe algo parecido en los anales del periodismo mexicano. A ese primero quizá le dedicamos unos dos años. Investigar y escribir La otra guerra secreta me tomó unos cinco años. Y en 1968, Todos los culpables, un par de años. En este último caso, se tuvo la ventaja de ser un tema que me ha interesado desde hace mucho tiempo. Lo que hice fue recontar ese momento de la historia a partir de los nuevos hallazgos en el Archivo General de la Nación. En el actual llevo ya unos diez años. Siempre digo que este año lo termino. Pero nada. No sé cuándo. No hay prisa. El pasado ya no tiene prisa. Y yo tampoco”.

 

Clave NUEVE

 

 

Alberto Donadío, di en el clavo, tengo mucha información, ¿qué hago con toda ella?, ¿cómo estoy seguro de que toda es necesaria?

Una vez descubre la veta, hay que establecer la jerarquía de la información. Ella le indicará el mejor camino para definir lo importante, lo que está enmarcado en la hipótesis y en los intereses periodísticos.

No pierda de vista que una buena jerarquía de la información determina la comprensión del aporte de los archivos. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

Podría concluirse que hay varias versiones sobre una misma historia:

  • La oficial
  • La jurídica
  • La testimonial
  • La privada

La forma como se conjuguen todas estas versiones demuestra cuán seguro está de lo que tiene en realidad. Y todas hay que valorarlas para definir cuáles son necesarias. Allí es donde entra la jerarquización de la que habla Donadío. “Hay que entender que la versión oficial muchas veces no casa con los archivos. Para lograrlo hay que hallar los documentos, analizarlos, estudiarlos sin limitar la capacidad de asombro”, menciona.

Lo explica con un ejemplo, su libro El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, la verdad que no se conocía. Cuenta que la versión oficial sobre el crimen no era la que el país conocía. En su momento nadie dudó de la versión de los escoltas. Solo un médico en el año 1995 le contó a él que tenía dudas sobre esa versión, pero que él por ser funcionario público no podía solicitar el expediente. Comenzó el proceso de indagación y comprobación y llegó a datos contundentes.

Relata Maryluz Vallejo, profesora y directora de la revista Directo Bogotá, en una columna: “Como al médico y algunos de los expertos del Instituto de Medicina Legal que participaron en la necropsia, les quedaron dudas del reporte que dieron las autoridades, replicado por los medios de comunicación, once años después del magnicidio llamaron a [Germán] Castro Caycedo para que les ayudara a conseguir el expediente judicial. Dado que el periodista estaba inmerso en uno de sus proyectos editoriales, le pidió a Donadío que les echara una mano, y cuando este les consiguió el documento pudieron confirmar que sus dudas sobre el caso eran fundadas. Al cabo de los años (porque los tiempos de la investigación son largos) apareció otro periodista sabueso en escena, Gonzalo Guillén, quien supo que Rodrigo Lara Restrepo buscaba el expediente de la muerte de su padre, en poder de Donadío. Al enterarse de la nueva versión de los hechos, el hijo pidió un dictamen al doctor Máximo Alberto Duque, exdirector de Medicina Legal, quien lo entregó en 2014.

“Con esta prueba reina que blindaba la denuncia, Donadío publicó su libro de poco más de 200 páginas, fotografías, caricaturas de Osuna (el otro maestro que acompañó con su pluma lacerante la lucha solitaria del ministro contra las mafias), croquis, gráficas y hasta dibujitos para que no le queden dudas al lector de que al ministro de Justicia lo mataron en circunstancias muy distintas a las establecidas por la justicia penal y con la complicidad del personal de «seguridad» del oscuro DAS” (Vallejo, 29 de febrero de 2016).

“Con base en todo ello y mucho más, se reabre el caso y yo puedo investigar y contar la historia. La misión era estudiar el expediente sobre el crimen del exministro, que tiene por lo menos 10 mil folios”, puntualiza Donadío.

Las claves, entonces, son:

  • No dar por terminado el proceso hasta cuando se jerarquizan los datos.
  • Una buena forma de jerarquizarlos es entender que en el caso se cruzan varios intereses: jurídicos, procesales, públicos y periodísticos. No debemos abandonar el último, para el caso nuestro.
  • Cruzar todas las versiones.
  • Revisar el resultado del cruce. Solo en ese momento sabremos, como periodistas, si hace falta algo.

 

 

Clave DIEZ

 

 

María Teresa Ronderos, ¿cómo sé que ya terminé la indagación y estoy listo para armar la historia?

Usted, por lo pronto, está listo para filtrar y cruzar los datos hallados. Ningún archivo por sí solo es la historia. No lo olvide, es solo una parte de la información; por tanto, una parte de la verdad. Ahora viene la contrastación. (Ponencia en el IX Encuentro de Periodismo de Investigación de CdR, 11 de marzo de 2016, Bogotá)

Dice María Teresa Ronderos, periodista colombiana, directora del programa de Periodismo de Open Society Foundations (OSF), que el periodismo de investigación tiene su parte difícil y dura. Horas y horas de meterse justamente en los archivos judiciales es la parte dura.

El mejor ejemplo para explicarlo es la investigación y escritura de su libro Guerras recicladas: “Después de un largo tiempo y de vernos casi inmersos en una cacería de brujas, encontramos dónde estaba el archivo del Bloque de Búsqueda de Colombia, que el Gobierno creó para perseguir a Pablo Escobar. Eso fue llamado el Expediente del Bloque de Búsqueda. A partir de él la Fiscalía comenzó a investigar todo lo que sucedía.

“Después de una gran pesquisa encontramos el expediente en un archivo muerto en Medellín. Eran como 300 cajas llenas de documentos. Sacamos fotografías con el celular, quién se podía poner a tomar apuntes. Era imposible. Tres periodistas de Verdad Abierta hicimos el trabajo sin saber mucho lo que estábamos encontrando y mirando.

“Allí estaba el expediente de la bomba del avión de Avianca, el expediente de la bomba del DAS, parte del expediente del asesinato de Luis Carlos Galán. Y después, cuando teníamos todos esos documentos, hicimos un trabajo de selección, organización y verificación de información.

“Eso nos tomó mucho tiempo, aunque pudo haber sido más, si no es por los programas y software para organizar documentos y clasificar archivos. Pero a partir de eso comenzó el trabajo duro. No era solo lo que decían los documentos. Hay mucho trabajo de reportería en región y para eso me sirvió construir relaciones en los lugares de Colombia durante tantos años. Con los periodistas de las regiones aprendí cómo llegar a esos sitios de los que me hablaban los archivos, cómo tener una enorme paciencia y tranquilidad para no afanarme ni dejarme llevar por la fuerza del hallazgo consagrada en el documento. Ahora requería cabeza fría para entrevistar, para contrastar. Este tipo de trabajo de investigación de archivos fue lo que me llevó a escribir Guerras recicladas, un libro que me permitió reconstruir historia”.

Otro ejercicio interesante para entender cuándo se está listo, es el resultado del libro Las vueltas de la oficina de Envigado, de Juan Diego Restrepo (2015). La investigación duró tres años, describe la historia de esta empresa criminal desde sus orígenes, en la época del Cartel de Medellín, hasta lo que representa hoy, sustentada en cientos de archivos y numerosos testimonios, que fueron consultados por el autor durante el proceso de documentación.

Escribe Ronderos en el prólogo: “este libro revela una historia poco conocida del origen del narcotráfico. Rescatando expedientes empolvados en los despachos judiciales, reconstruyendo testimonios a partir de distintos casos, cruzando fuentes”. Agrega: “esta historia no sólo les pone contexto a los hechos, rescata testigos olvidados y consigue nuevos, sino que además apela a estudiosos como Gambetta y sus observaciones de la mafia siciliana y Gayraud que compara diversas estructuras mafiosas en el mundo, para poder entender mejor el carácter de la Oficina de Envigado, cómo encaja con el narcotráfico, cómo coopta y vive en los alrededores de la legalidad, pero también cómo ha conseguido, por períodos, colarse al centro del escenario político”.

Ronderos habla de contrastación y en gran medida ella implica muchas más entrevistas y revisión de otro tipo de archivos testimoniales. Para el caso colombiano, que tendrá comisión de la verdad una vez se firme la paz con las FARC, el gran reto es reconstruir la historia de la violencia desde los archivos.

De allí la importancia del gran aporte que hace el Centro de Memoria Histórica de Colombia al desarrollar toda una metodología denominada Caja de herramientas para gestores de archivos de DD.HH.

“La información, documentos y archivos de las organizaciones sociales y de víctimas adquieren un lugar medular en la búsqueda de la verdad, como condición para la construcción de una sociedad en paz. Si estos registros desaparecen, si no son protegidos y usados de manera adecuada, la sociedad colombiana corre el riesgo de perder las huellas de su historia, de que la verdad siga siendo esquiva y se sigan reproduciendo problemáticas como la impunidad y la denegación de justicia”, dice el Centro de Memoria (10 de junio de 2015).

 

Un primer paso:

¡Periodistas, a organizar sus archivos!

 

 

“Todo periodista es un historiador”.

Ryszard Kapuscinski, periodista polaco.

 

La maestra Mónica González explica que el archivo de un periodista es totalmente diferente al que organiza un bibliotecario. De allí la importancia de que cada periodista que desea desarrollar su trabajo acumulando fuentes y hechos lo inicie tempranamente acotado a los temas que le despiertan mayor interés o aquellos en los que desea especializarse.

“Eso significa que lo primero que debo hacer es darme un orden de carpetas y las subcarpetas que ellas contendrán con los temas que seleccionaré. Debo pensar que es un archivo que debo usar y para eso es vital mantener un orden, el que el periodista le ha conferido a sus carpetas”, dice González.

Por ejemplo, si es conflicto armado en Colombia, indica González que ha de mantener un archivo (subcarpeta) de paramilitares con todos los datos que permitan contextualizar en cualquier momento el fenómeno con sus protagonistas (perfiles) y los hechos en que inciden. Si hay un archivo con los hombres que han participado en fuerzas paramilitares y el periodista lo nutre con los testimonios que van surgiendo y que los nombran, las propiedades que tienen, las citas que han hecho de ellos en otros juicios y sus nexos familiares y políticos, puede tener en el momento que se requiera y con solo una revisión una cantidad de datos que permitan entender un problema en su contexto. Así, debe tener también una subcarpeta que dé cuenta de las tierras de las que se han apropiado, los jueces que pueden haber intervenido en adjudicar tierras de manera espuria, los despojados y sus historias y también las empresas que han ido copando esas tierras. Al mismo tiempo, la información de qué ha ocurrido desde que el gobierno de Juan Manuel Santos dictó la ley de restitución de tierras. La clave es la selección de la información. Lo ideal es mezclar el buen artículo que entrega muchos datos (que deberán igual ser chequeados) con documentos oficiales, decretos y testimonios.

“Y si hablamos de conflicto armado en Colombia, una carpeta indispensable es sobre los pagos que obtienen los miembros de las Fuerzas Armadas por actuar en zona de conflicto armado, los que se verán reducidos apenas termine el conflicto, un factor importante en la guerra, así como las compras de armamento, sus comisionistas (todo eso se puede obtener hoy en la prensa internacional). Es decir, mi carpeta debe contener toda esa información suelta que sale a diario y que ilumina el costo de la guerra que algunos no quieren perder. Sin ese archivo, el periodista está a merced de los que manejan esa información y la utilizan para sus propios fines.

“Y la subcarpeta de las FARC, por ejemplo, debería ayudarme a entender a partir de sus principales jefes y protagonistas, la evolución política que han tenido y el porqué se han mantenido y hoy deciden negociar. Y, por supuesto, todo lo que pueda recopilar de sus sustentos económicos”, explica González.

Como regla general, González aconseja iniciar un archivo de temas económicos, ya que allí están las respuestas y el contexto para muchos problemas de la agenda cotidiana de distinta índole. Recomienda que allí los periodistas guarden los textos que mejor explican:

  1. Reformas económicas importantes.
  2. Las polémicas sobre temas tributarios.
  3. Las opiniones que trascienden de los gremios empresariales sobre asuntos de coyuntura.
  4. Los juicios o demandas a grupos empresariales, los cuestionamientos (o violaciones, como colusión, uso de información privilegiada, fraude tributario, nexos con carteles, etcétera) a las políticas de libre mercado y su regulación.
  5. Los nombramientos.
  6. Los perfiles de los protagonistas. Lo ideal es tener para uso, cuando se requieran, los perfiles de los principales grupos, cómo se originaron su riqueza e inversiones, actualizados, y sus nexos con otros grupos (por familia o de inversiones), con el poder Ejecutivo y el Legislativo.
  7. También es importante tener un archivo con lo esencial de economía internacional. Por ejemplo, las inversiones chinas en América Latina, los juicios por manipulación de tasas de cambio mundial, por burbuja inmobiliaria y ahora las repercusiones que han tenido en las políticas fiscales los archivos revelados de los Papeles de Panamá.

 

Los archivos desclasificados, una mina de información

 

 

“La información desclasificada es un caudal de información gigantesco.

¡Aprópiense de eso!, periodistas”.

Carlos Basso, investigador y periodista chileno

 

 

Es bueno comenzar por definir que existe un tipo de información clasificada, regulada por las leyes de cada gobierno, casi siempre argumentándose seguridad nacional y que, por tanto, está restringida al acceso público.

Kate Doyle, de la organización no gubernamental The National Security Archive, aclara que el archivo clasificado realmente son los documentos originales. Se convierte en desclasificado cuando, mediante mecanismos de ley, se abre. Tal es el caso de cientos de documentos sobre las operaciones de los ejércitos guatemalteco y peruano, que debieron ser expuestos a la comunidad una vez entró con rigor la actuación de la comisión de la verdad para esclarecer los crímenes cometidos en ambos países, tras la firma de los acuerdos de paz.

Un ejemplo de archivo desclasificado es La operación Sofía, analizado y estudiado por Doyle, una colección de documentos militares sobre una operación contrainsurgente en el área Ixchil (Guatemala) en 1982. El documento permite entender cómo funcionaba la estrategia de contrainsurgencia del Ejército, dirigida por el militar Efraín Ríos Montt, encaminada a masacrar a miles de campesinos indígenas. En los archivos se “detallan las responsabilidades oficiales de lo que en 1999 la Comisión de Esclarecimiento Histórico (apoyada por la Organización de Naciones Unidas) denominó «actos de genocidio en contra de grupos del pueblo maya»” (The National Security Archive, 2 de diciembre de 2009).

No se puede desconocer la práctica que ha venido imperando en el mundo, cuando algunos documentos pierden el carácter de clasificado porque fueron filtrados a los medios o a la ciudadanía por espías o personas interesadas en destapar la verdad. Ejemplo de ello son Wikileaks o los Panama Papers.

Carlos Basso, investigador chileno, asegura que trabajar con archivos desclasificados es como entrar a una mina de oro. “Hace 15 años trabajo con documentos y estos son pedazos históricos extremadamente importantes. Sobre todo para mí, que vengo de un país que lleva 25 años de posconflicto y, aunque lo que vivimos en Chile bajo Augusto Pinochet es muy distinto de lo que se está viviendo en Colombia, o de lo que se vivió en Guatemala, tenemos bastante experiencia en cómo funciona una sociedad después de haber vivido en una situación extrema como la que padecimos durante 17 años y cuyos vacíos aún no terminan de sanar” (Consejo de Redacción, 2016).

Los archivos desclasificados, dice Basso, “son cantidades de documentos inmanejables desde cualquier punto de vista, porque no son datos matemáticos, no tienen una metadata precisa, como sí sucede con una tabla de Excel. Estos son documentos escaneados, habitualmente, con un sistema bastante imperfecto”.

El estudio de un solo documento requiere de una buena inversión de tiempo y también de conocer el lenguaje de la agencia o entidad que produjo el archivo. Los investigadores Doyle y Basso coinciden en que se requiere tranquilidad y experiencia, porque muchos documentos vienen tachados.

El repositorio de archivos desclasificados que contiene The National Security Archive es enorme, ha coadyuvado al esclarecimiento de la historia violenta de Latinoamérica y, para el caso colombiano, podría aportar más en la medida en que la comisión de la verdad que contempla los acuerdos de La Habana, pactados entre la Comisión Negociadora del Gobierno colombiano y los delegados de la guerrilla de las FARC, está por comenzar su trabajo.

A propósito de esclarecer la verdad a partir de la desclasificación de archivos, el columnista Daniel García-Peña (4 de abril de 2016) dice: “para superar el conflicto y avanzar verdaderamente hacia la reconciliación es fundamental esclarecer la historia. Por tanto… debemos pedirle al gobierno de Obama: ¡desclasifique!”.

 

¿Es posible acceder a información clasificada o reservada?

Emmanuel Vargas, abogado de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, ayuda a entender mejor cómo funcionan los asuntos de la información clasificada y/o reservada en Colombia. Cuando alguna documentación tiene esas características no puede ser conocida por el público, debido a que no se puede tener acceso a ella. No obstante, hay unos puntos que pueden ser claves para tener en cuenta a la hora de abordar las investigaciones periodísticas:

  1. En nuestro país, el tiempo máximo de las reservas es de 15 años desde que el documento fue creado. Si este tiempo ya transcurrió, la información es pública.
  2. Existen muchos casos en los que el riesgo que se busca evitar deja de existir antes de que pasen los 15 años. Por ejemplo, un manual de operaciones de una agencia de inteligencia. Si se conoce que este documento ya no tiene vigencia, se entendería que los métodos que ahí aparecen son de otro momento en el tiempo, por lo que no se pondrían en riesgo operaciones actuales.
  3. La clasificación de la información tiene una duración ilimitada. No obstante, esta puede ser entregada a terceros en el caso de que la persona de la que trata la información esté de acuerdo con que esta sea pública.
  4. Si un documento tiene información reservada o clasificada, eso no significa que todo su contenido también tenga esas características. Por ejemplo, un informe de inteligencia en el que aparecen nombres de agentes o testigos puede causar un riesgo si el público conoce quiénes son esas personas. Sin embargo, esas partes pueden ser tachadas. En este caso, es clave que se le diga al sujeto obligado que, según el artículo 21 de la Ley 1712 de 2014: “En aquellas circunstancias en que la totalidad de la información contenida en un documento no esté protegida por una excepción contenida en la presente ley, debe hacerse una versión pública que mantenga la reserva únicamente de la parte indispensable. La información pública que no cae en ningún supuesto de excepción deberá ser entregada a la parte solicitante, así como ser de conocimiento público”.
  5. Según ese mismo artículo 21, los sujetos obligados no pueden negar que un documento existe o que está en su poder.

 

Metodología y sistematización para no naufragar

 

 

“Los archivos no relumbran, pero son minas de oro”.

Ángeles Magdaleno, investigadora e historiadora mexicana.

 

 

 

Dijo Ryszard Kapuscinski en uno de sus talleres de la Fundación Gabriel García Márquez de Nuevo Periodismo, FNPI, que cuando ve a un periodista dispuesto a dedicar el tiempo a leer, entender los archivos, no para utilizar el documento como prueba sino para investigar lo ocurrido, este siempre tendrá un interés legítimo por reconstruir la historia que merece ser contada. Y ese interés legítimo requiere, indefectiblemente, trazar una metodología.

Los pasos que se pueden seguir son:

  • Plantear el problema de investigación.
  • Conocer el contexto y origen de toda la investigación.
  • Hacer minería de archivos.
  • Autenticar el documento. Si usted no puede verificar la credibilidad del documento, está perdido.
  • Saber entrevistar los documentos para llegar a los hallazgos.
  • Clasificar los hallazgos en fichas, porque lo que no se sistematiza, se pierde.
  • Conectar documentos con otros. Nunca se trata de un solo documento o de un solo archivo. Esto puede hacerse a partir de mapas conceptuales o agregando una nueva columna a la ficha anterior.
  • Recolectar testimonios de todos los lados para cruzarlos con los hallazgos de los archivos. Esto puede hacerse a partir de mapas conceptuales o agregando una nueva columna a la ficha anterior.

Analicemos la investigación La ruta del despojo, publicada originalmente en El Meridiano de Córdoba, en el año 2012.

Plantear el problema de investigación:

Identificar la ruta del despojo que trazaron los paramilitares desde el Urabá antioqueño y el departamento de Córdoba, zona norte de Colombia, para definir cuál fue la tipología del despojo y cuáles los casos emblemáticos a partir de la investigación de archivos.

Contexto de la investigación:

En 2011 el presidente Juan Manuel Santos propuso un proyecto de ley al Congreso de la República para restituir las tierras a las víctimas y en una primera presentación del tema en Córdoba, el Ministerio de Agricultura le entregó las escrituras de dos parcelas a una familia cordobesa, los Salabarría, quienes llevan 20 años desplazados.

Surge una primera duda: ¿por qué la tierra se entregó en el comando de la Policía de Córdoba? Los funcionarios del Gobierno no fueron a la zona rural de Córdoba, Planeta Rica, a hacer efectiva y pública la entrega. Después del acto ante los medios, la familia desapareció.

Los encontré en otro departamento, el Magdalena, a 600 kilómetros de mi región. Los Salabarría permanecían exiliados en un pueblo llamado Fundación, con los papeles de posesión de la tierra de Planeta Rica y sin la posibilidad de irse a vivir a las parcelas, porque los paramilitares les hicieron llegar un mensaje: “si vienen, los matamos”.

La situación de los Salabarría se estaba repitiendo en varios lugares. Los cordobeses, en 2011, aún no se atrevían a denunciar estos hechos.

La investigación sobre la violencia en Córdoba, desde las víctimas y victimarios, ha sido abordada sistemáticamente desde 2004, cuando se realizó el proceso de paz Gobierno-Autodefensas. El tema sobre el despojo de tierras es la continuación de esa mirada regional —cercana y acuciosa— a la evolución de la dinámica del conflicto. Primero fueron las crónicas de la guerra, luego los pueblos desplazados, las víctimas y sus voces y ahora ellas como reclamantes, a la luz de las nuevas leyes que rigen en Colombia, que muestran evidentes disfuncionalidades. Esos vacíos representan riesgos enormes para víctimas y sociedad en general. Y esos vacíos requerían se reporteados desde los archivos.

Hacer minería de archivos:

Para el trabajo de investigación recorrí 1.770 kilómetros, 5 departamentos, 10 municipios, revisé cientos de archivos judiciales, presenté varios derechos de petición, hice 27 entrevistas durante tres meses, inicialmente, y les seguí la pista a los hechos durante un año.

Eran varios retos, el más importante y de nuevos aprendizajes: búsqueda en los archivos históricos y judiciales, que me revelaron las pistas de los casos emblemáticos para construir la ruta del despojo.

Integraban los archivos:

  1. Procesos judiciales por crímenes, cuyo argumento era la disputa por la tierra.
  2. Investigaciones académicas que exploraban el origen del conflicto en Córdoba.
  3. Escrituras de propiedad y certificados de registro de instrumentos públicos.
  4. Archivos testimoniales —audio— de las víctimas del despojo de tierras.

Autenticar los documentos:

Significaba verificar su origen y comprobar su autenticidad. Sobre todo las promesas de compraventa de las tierras en disputa, así como las escrituras y los registros de instrumentos públicos que en algunos casos resultaban ilegibles.

Entrevistar los documentos:

Invertir el tiempo suficiente en la revisión y el estudio de la documentación, para hallar cabos sueltos que requerían cruzarse con otros. Por ejemplo, los hallazgos en las escrituras de los habitantes de toda una zona en Montería, capital de Córdoba, quienes recibieron las tierras en calidad de regalo de una fundación fachada de los paramilitares, Fundación para la Paz de Córdoba. Los documentos tenían cláusulas que impedían la enajenación o venta de la propiedad.

Clasificar los hallazgos en fichas:

Las fichas empleadas tenían tres columnas, así:

 

Conectar documentos con otros:

Cada documento o archivo matriz, a medida que avanzaba el proceso, permitía conectarlo con otros que contemplaban nuevos hallazgos. Entonces el paso fue agregar una nueva columna de complementación o conexión.

 

Recolectar testimonios de todos los lados para cruzarlos con los hallazgos de los archivos:

Aquí entran a figurar, en las fichas, las entrevistas a fuentes que se complementaban a los archivos.

 

Ficha de clasificación básica de expedientes judiciales Elaborada por Juan Diego Restrepo. Corresponde a las declaraciones dadas por alias El Arete a las autoridades judiciales...

 

 

“Lo que ocurre en el pasado vuelve a ser vivido en la memoria”.

John Dewey, filósofo estadounidense

 

La falta de memoria no solo convierte en anodinas las historias periodísticas, sino que condena a sus protagonistas a ser las víctimas del olvido, algo a lo que no puede jugarle la prensa y mucho menos en esta época de transición hacia el posconflicto.

La antropóloga forense colombiana Helka Quevedo Hidalgo, investigadora que descubrió 36 cuerpos desmembrados por paramilitares y enterrados en fosas comunes en Puerto Torres, Belén de los Andaquíes, Caquetá, dice que las personas desaparecidas en Colombia son sometidas tres veces a este fenómeno: la primera, al ser sacadas de su núcleo familiar y social por un actor del conflicto armado, sea paramilitar, guerrillero o el Estado; la segunda, cuando a esta persona le quitan la vida y su destino es una fosa clandestina o desaparece en un cementerio, al no ser identificados sus restos; la tercera, cuando la Justicia y el Estado no actúan para esclarecer los hechos y envían las investigaciones a un cuarto húmedo y viejo donde se apilan los archivos del horror.

Podría haber una cuarta forma si el periodismo no hace su papel y es cuando el reportero no realiza su trabajo a partir de la revisión e investigación de archivos. Al no hacerlo, estaría sumando a que esos seres e historias desaparezcan de la memoria de los ciudadanos. Como dice el maestro Jorge Cardona, coautor de esta guía: “la gran debilidad de periodismo es la memoria” (Morales, L. y Ruiz, M., 2014, p. 290). Pero no hay que permitir que ello haga carrera.

Entonces, el reto principal de los reporteros en este momento crucial es investigar el contexto en profundidad, indagar lo suficiente para navegar lo que creemos insondable y descubrir en los archivos las claves para armar el rompecabezas que merece ser explicado y compartido, siempre.

Necesaria es pues la investigación de archivos para aclararnos el conflicto y la guerra, con el objetivo de que nunca más se repita. El Centro de Memoria Histórica en Colombia nos muestra un camino, así como lo han hecho por años los historiadores y como recientemente lo hizo la Comisión Histórica del Conflicto de nuestro país, de cara a las negociaciones entre el Gobierno y las FARC. Sin embargo, el papel del periodismo va mucho más allá porque coteja todos esos hallazgos y, lo más importante, se los traduce al ciudadano de a pie, que siempre necesitará enterarse y, mejor, entender. El periodista es un traductor de realidades. E inmersos en ellas, están los archivos.

Los expertos recomiendan una ruta que contempla:

  • Estudiar el contexto. Leer, leer, leer.
  • Formularse preguntas y hacer conexiones entre ellas.
  • Reunirse con expertos.
  • Diseñar una metodología para revisar archivos.
  • Preparar las fichas a partir de los hallazgos.
  • Analizar los hallazgos y entender las claves.
  • Buscar los testimonios y pedazos que faltan para completar las historias.
  • Contar, contar, contar.

Para investigar con archivos, lógicamente, se requiere tiempo, y mucho. “La falta de tiempo es la desgracia del periodismo” (Morales, L. y Ruiz, M., 2014, p. 23), según dice el periodista y escritor Germán Castro Caycedo. Hay concesiones cuando los temas que abordaremos para explicar la historia del conflicto y sus finos hilos, escapan al día a día y buscan mostrarse en otras plataformas más completas: los libros, como los de Castro. Irse a ellos, más que una escapatoria, es un compromiso con todos esos hallazgos que no caben en las páginas de los diarios o en los limitados espacios de la radio y la televisión. Otros investigadores aprovechan los nuevos escenarios que permite la tecnología, para contar, contar, contar, como lo hace Jacinto Rodríguez Munguía en su blog La tiranía invisible.

Llegar a lo anterior exige gran esfuerzo:

  • El típico comportamiento de ratón de biblioteca, del que tanto habla el periodista Daniel Coronell, cuando le preguntan cómo lo hace o por dónde comienza.
  • Poseer una libreta profusa de fuentes sabias y expertas que explican lo que no tenemos la obligación de saber, como lo defiende Germán Castro.
  • Requiere el compromiso de ver más allá de lo evidente, como siempre lo ha puesto en práctica la investigadora María Teresa Ronderos.
  • Tener una disciplina férrea para revisar la historia, para volver al pasado todas las veces que sea necesario, según la lección del editor Jorge Cardona.
  • Ser sistemático en la metodología para organizar los hallazgos, como lo hace Juan Diego Restrepo.
  • Identificar las claves y saberlas leer para entender lo cifrado, que es dogma para Kate Doyle.
  • No perder jamás la capacidad de asombro para no dejar de buscar la verdad, como dice Jacinto Rodríguez.

No se puede perder de vista que cuando todo arde, queda la memoria. La que no se borra. La que siempre estará viva. Eso ha sucedido en muchos lugares del mundo que han vivido guerras y conflictos hondos, de miles de muertos y de destrucción infinita. Pasa en Berlín, luego del nazismo. Así lo confirman los variados monumentos que hay en esta ciudad y así lo ha escrito en un sinnúmero de reportajes Michael Sonthheimer, de Der Spiegel, un historiador que se hizo periodista para contar, investigar y revisar archivos sobre todo lo ocurrido en el Holocausto.

Porque cuando creemos que lo pasado es pasado, se aparecen personajes como Maceo Iguarán, el hijo del vicerrector asesinado en Córdoba. El muchacho, con sus datos invisibles escritos en páginas amarillas que no tuvo la oportunidad de enumerarle al fiscal del caso, da cuenta de una verdad que debe investigarse, que no merece más olvido.

 

V

Introducción

El tiempo no significa olvido

 

 

“El tiempo es igual a la verdad".

Rober Caro, periodista y escritor norteamericano

 

 

Maceo Iguarán tomó la carpeta con sus notas, se acercó al micrófono y miró hacia la imagen del paramilitar proyectada en una pared blanca.

“Mancuso, usted dijo que mi padre era una amenaza para la institución porque sus ideas eran sindicalistas. ¿Y quién dijo que los sindicatos son sinónimo de maldad?”, irrumpió el joven de 18 años cuando el fiscalI preguntó, del otro lado del mapa, si alguien en la sala quería referirse al crimen de Hugo Iguarán Cote, que ocurrió el 10 de septiembre de 2000, días antes de que el profesor asumiera el cargo como vicerrector de la Universidad de Córdoba.

El muchacho respiró profundo. Intentó reivindicar el nombre de su papá, mientras sostenía entre sus manos varios documentos. El fiscal no le permitió leerlos. Maceo bajó los papeles en una actitud de entrega, preguntándose cuál sería entonces el espacio para hacerlo. Su padre no lo tuvo en vida y ahora tampoco muerto.

La historia ocurrió el 20 de noviembre de 2008. Todos llegaron temprano a la sala de audiencias de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía en Montería. La fila para ingresar fue interminable.

Se confinaron en un cuarto de paredes blancas, un espacio asfixiado por los sentimientos de dolor de los sindicalistas de la Universidad de Córdoba, por padres y madres de profesores y estudiantes desaparecidos, secuestrados o asesinados. Había miedo y silencio.

Los representantes de los sindicatos enfrentaban en una teleconferencia al victimario de la comunidad universitaria, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso, en busca de la confesa verdad. Así lo dispuso la Justicia y así lo aceptaron las víctimas.

El hijo de inmigrantes italianos asomó su rostro en la pantalla. Vestía un uniforme naranja y una edad mentirosa debido a las cirugías plásticas que se hizo cuando transitó de la clandestinidad a la libertad condicionada, gracias a un salvoconducto. En un penal aséptico de Estados Unidos paga sus delitos por narcotráfico.

“Les pido perdón”, dijo. Los asistentes se irritaron. El incisivo careo que estaba por comenzar apuntaba simplemente a conocer toda la verdad sobre la toma que de la Universidad de Córdoba hicieron las autodefensas. Cada vez que Mancuso respondía una pregunta de las víctimas, repetía: “les pido perdón”.

Ha transcurrido el tiempo y los crímenes contra la izquierda de la Universidad de Córdoba siguen sin esclarecerse. La información que da cuenta de ello está ahí, en los expedientes; en los documentos recolectados por las víctimas, como Maceo; en el Centro de Memoria Histórica que prepara desde hace años un libro sobre ello; en los archivos de los sindicatos de la institución de educación superior; en los cientos de testimonios que merecen sistematizarse y cruzarse. El tiempo pasa, pero no necesariamente significa olvido.

El tiempo, amigo de los buenos investigadores y enemigo de las horas de cierre de los medios de comunicación, es el que se requiere, siempre y en todo momento, cuando se trata de investigaciones históricas que intentan reconstruir la verdad. “El tiempo interesantemente libera conciencias, secretos y archivos” (Consejo de Redacción, 2011, p. 106). La frase es de Cristóbal Peña, director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, autor de los libros Los fusileros y La secreta vida literaria de Augusto Pinochet.

Cuando los secretos comienzan a conocerse y el periodista se viste de paciencia para develarlos de la mano de documentos que contienen las claves de la verdad, se reconstruyen historias que parecían enterradas. A ello se refiere Gerardo Reyes, periodista y editor de la Unidad Investigativa de Univisión, cuando reflexiona sobre las lecciones de Rober Caro, periodista y escritor estadounidense, que dio en su libro The Power: “el tiempo es igual a la verdad” (Morales y Ruiz, 2014, p. 82). Cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad.

Periodistas de Colombia, México, Chile y una investigadora norteamericana escarban en la memoria de los archivos al compás del tiempo. Ellos se han sumergido en los archivos para llevar a las audiencias del miedo al asombro, de la luz a la oscuridad, como mencionó sabiamente uno de ellos.

Para los investigadores, identificar el vacío de un hecho los ha conducido a galerías con cientos de documentos, a despachos judiciales donde se apila la historia en expedientes y folios. El temor a perderse ha sido convertido en fortaleza. ¿Cómo lo hacen? ¿Por qué y para qué investigar desde los archivos?

Luego de un diálogo con ellos y de sus reflexiones, consagradas en entrevistas en libros y medios de comunicación, agrupamos en lecciones sus conclusiones y convertimos en rutas sus ideas. Invitan a quienes quieren investigar con archivos, a navegar en aguas mansas en la superficie y revoltosas en el fondo.

 

Las diez claves de los investigadores

 

 

Los documentos y la información son como un testigo: hablan solo si se les interroga”.

Marc Bloch, historiador francés de la primera mitad del siglo XX

 

 

Clave uno

 

 

Alberto Donadío, ¿qué es un archivo?

¿Sabe que nunca quise preguntarme eso? No quise porque la respuesta iba a suponerme un reto mayor del que ya imaginaba. Sin embargo, la definición propia era la mejor manera de explicarme hacia dónde iba. Entonces concluí: un archivo es una acumulación de datos y pruebas. Solo que ellas no lo están esperando como respuesta, sino en forma de claves que tendrá que desentrañar. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

El periodismo de investigación le supone al reportero el uso de metodologías que debe aplicar con meticulosidad cuando quiere ahondar en un asunto de interés público. Dentro de esas metodologías están la revisión, la investigación y el análisis de archivos. En estos están las pruebas documentales o claves reveladoras sobre las situaciones que se intentan probar desde la formulación de la hipótesis.

Alberto Donadío, miembro de la primera Unidad de Investigación del diario colombiano El Tiempo, explica que lo primero que debe hacer un periodista a la hora de decidir revisar este tipo de fuentes, es conocer qué significan, cómo se clasifican. Ayuda, en primera medida, entender muy bien cómo funcionan el Estado, las instituciones y diversas organizaciones que tienen información pública de interés para el periodista y para las audiencias.

En ese sentido, reflexiona sobre los tipos de archivos que hay, haciendo referencia a cuatro en particular, donde el periodista va a encontrar jugosa información:

  • Judiciales
  • Documentales
  • Testimoniales
  • Históricos

Es importante precisar que en ellos se encontrarán documentos:

  • En video
  • Sonidos
  • Texto
  • Imagen
  • Bases de datos

“Antes de ir a buscarlos, interésese por saber quiénes los manejan, qué tipo de entidades son, cuál es la lógica burócrata y de funcionamiento de cada una, para que sepa a ciencia cierta qué va a encontrar”, dice Donadío. Explica también que una vez el periodista define el tema investigable y los objetivos de su reportaje, que no es otra cosa que planear el proceso, debe estudiar lo que va a buscar y prepararse para entender, antes de hacer la primera pregunta.

Juan Diego Restrepo, periodista y editor del portal colombiano Verdad Abierta, especializado en investigación de temas judiciales, se casa con la idea de que “hay que tener la capacidad de entender los sistemas institucionales, su funcionamiento, porque si no se da primero ese paso, el reportero se puede perder entre millones de folios y documentos que no obedecen, desde ningún punto de vista, a la lógica del periodismo”.

Una vez se descubre qué es el archivo, qué contiene, cómo opera y se logra develar cómo sumergirse en él, es como reencontrarse con ese primer amor, con el que se quedaron los más grandes planes siempre pendientes. "Los archivos son esa amante paciente que tiene la certeza de que por más que te vayas, siempre volverás. Te espera y uno busca regresar siempre. No hay manera de dejarnos”, dice el periodista mexicano Jacinto Rodríguez Munguía, autor de La otra guerra secreta, los archivos prohibidos de la prensa y el poder.

 

 

Clave DOS

 

  

Nelson Fredy Padilla, ¿por qué vale la pena viajar al pasado?

Cuando pequeño, mi padre llevó a casa un libro sobre navegantes. Ese tema se me convirtió en una obsesión. Siempre estuvo ahí, dormido.

Cuando me hice periodista, esa idea de investigar la historia del galeón San José me empujó a revisar el pasado. Entonces vale la pena porque es la mejor forma de desentrañar verdades.

En Colombia estamos llamados a vivir una nueva etapa, la de la transición, pero todo lo que viene será memorable para el periodismo si el reportero e investigador no solo escucha a las víctimas, también revisa los documentos del pasado para contar lo que las generaciones jamás deben olvidar ni repetir. (Padilla, entrevista presencial, 16 de marzo de 2016, Bogotá)

La posibilidad de contar el pasado ha sido una obsesión para reporteros y escritores. En Colombia son ejemplo de ello los periodistas Alberto Donadío, quien ha investigado en profundidad archivos para sus libros de temas históricos, como Guerra con el Perú, Colombia Nazi, El jefe supremo, y Germán Castro Caycedo. Este último ha hurgado sistemáticamente en archivos judiciales de casos tan complejos como la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla del M-19, que le llevó a escribir El palacio sin máscara; o analizar en profundidad todo el expediente de Pablo Escobar, que lo condujo al texto Operación Pablo Escobar.

Jacinto Rodríguez, nacido en Tlaxcala, México, fue tentado por esa obsesión de investigar en los archivos, al decidir seguirle los pasos a su escritor preferido, Julio Cortázar, cuando fue objeto de seguimiento por el gobierno de su país. Rodríguez investigó cómo la policía secreta de México espió al famoso escritor, revisando toda la información recabada en el Archivo General de la Nación, AGN (Rodríguez, 24 de agosto de 2014). También se sumergió en los archivos cuando develó las corruptas relaciones entre la prensa y el poder político mexicano.

En palabras de Rodríguez, “en estas páginas, a partir de fuentes primarias del Archivo General de la Nación —de los fondos correspondientes a los órganos de inteligencia de la Secretaría de Gobernación: Dirección Federal de Seguridad y Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales—, se desvelan los modos y las estrategias del gobierno, así como las posiciones y predilecciones de los comunicadores y dueños. No queda sin tratar ningún asunto, ningún «particular». ¿Qué pasaría si quienes hoy gozan del halo de la pureza hubieran sido corrompidos?” (Rodríguez, s.f.).

Todo lo que investigan los periodistas tiene raíces en el pasado, esas raíces son la explicación de lo que sucede en el presente. Desconocerlas es borrar la historia y conduce a perderse en lo superfluo.

Nelson Fredy Padilla, editor cultural del diario El Espectador, propone volver al pasado porque los temas históricos son de trascendencia: “en Colombia, por ejemplo, se puede hablar de la guerra de los Mil Días, el asesinato de Gaitán, la toma del Palacio de Justicia. Este tipo de hechos que marcan la historia de los países y que nunca fueron plenamente investigados, o con el tiempo empiezan a aparecer documentos que son susceptibles de investigación periodística” (Consejo de Redacción, 2011, p. 100).

Pero volver al pasado puede ser un viaje tortuoso si no hay metodología. Ese es el pecado que cometemos los periodistas cuando iniciamos el ejercicio, nos dicen los historiadores. La recomendación de Padilla es:

  • Pensar el tema.
  • Formularse una pregunta.
  • Hacer una lista de fuentes.
  • Prepararse para el viaje, que supone estudio, tiempo y tranquilidad.

“En la urgencia periodística, los hechos no están cubiertos de manera acabada”, afirma Cristóbal Peña (Consejo de Redacción, 2011). Y explica que si bien no hay un tiempo estimado para que los hechos maduren y se pueda acceder a mayor documentación y a sus protagonistas, al no tener la competencia de cientos de periodistas, se goza de un nuevo aire que permite otra dinámica de búsqueda de información, y esa es la que hay descubrir, aplicar y pulir.

Mónica González, directora del Centro de Investigación Periodística de Chile, Ciper, dice: “no es un mero viaje al pasado, sino a la raíz de los problemas que hoy nos acechan y que si no entendemos cómo se originaron, no podemos explicar sus efectos en el tiempo y sus consecuencias hoy. De partida, en cada país hay grandes interrogantes históricas que han quedado sin respuesta. Vacíos que son importantes llenar porque explican parte de los principales problemas que hoy siguen afectando la vida de los ciudadanos. Un ejemplo: hasta hoy es un misterio quién ordenó asesinar a Jorge Eliécer Gaitán. Su asesinato fue el comienzo de la guerra en Colombia y el inicio de la cruenta Guerra Fría en el continente. Era un líder de nuestros países, un líder no comunista que encarnaba procesos de cambio distintos a los del socialismo real”.

Y agrega González: “pasado puede ser hace 50 años, pero también el pasado cercano, de 10 años, como por ejemplo, revisar las leyes y los decretos que les dieron carta blanca a los laboratorios farmacéuticos en Colombia y descubrir quiénes fueron los parlamentarios y políticos que los protegieron. Esa revisión se puede hacer con las leyes que fijan los niveles máximos de elementos contaminantes que debe tener el agua potable, con las políticas de vivienda, con las concesiones de una determinada municipalidad o con las leyes que regulan la educación privada, entre otros. De allí la importancia de entender que cuando guardo un documento hoy, ese documento me puede servir mañana para poder explicar a cabalidad un proceso determinado”.

 

Clave TRES

 

 

Alberto Donadío, ¿qué significa investigar con archivos?

Mi intención no es asustar a quienes se meten en este oficio del periodismo, pero debo decir que investigar con archivos es un aterrizaje forzoso, sin diccionario.

¿Por qué lo planteo así?, porque no hay manuales ni anexos que le expliquen lo que hay en los archivos. Los documentos contienen información, pero ella solo será estructurada en la medida en que usted descubra lo que sus datos revelan. A pesar de lo arduo, alimenta. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

El periodismo de investigación le supone al reportero el uso de metodologías que debe aplicar con meticulosidad cuando quiere ahondar en un asunto de interés público. Dentro de esas metodologías están la revisión, la investigación y el análisis de archivos. En estos están las pruebas documentales o claves reveladoras sobre las situaciones que se intentan probar desde la formulación de la hipótesis.

Quizá para entender mejor esta respuesta, sirva relatar cómo, desde la forma, lo hace uno de ellos cuando viaja diariamente al Archivo General de la Nación, AGN, en México. Jacinto Rodríguez llevaba meses buscando un dato sobre la normal donde estudiaban los muchachos que desaparecieron en Ayotzinapa. Había hojeado no sabe cuántos folios, pero sabía que la clave estaba en uno que ya había leído, pero no con la suficiente tranquilidad para entenderlo.

Me pidió que lo acompañara. Dijo que el trabajo sería largo. La atmósfera entonces era silenciosa y el personaje huidizo. Detrás del cristal estaban cientos de anaqueles y gavetas que almacenan fichas. Jacinto Rodríguez Munguía atravesó la puerta y pareció mimetizarse entre los archivos. Transcurrieron horas sin que pasara nada. Le llevaron cajas, libros, carpetas con hojas sueltas. Los dedos hacían su trabajo, cruzó las páginas mientras sus ojos leían y leían. Comparó escritos de años con las fichas de su libreta, que había construido desde los trágicos acontecimientos. De repente, levantó su ceja derecha y ¡zas!, descubrió la clave que buscaba: lo relacionado con la Normal Ayotzinapa de Iguala, que en 2014 le puso 43 nuevos desaparecidos a la guerra en México. Anotó cuidadosamente. Escribió y escribió. Se levantó de la silla que se asignó por oficina hace más de 10 años, como si fuese un funcionario público que cumple el horario de ocho a doce y de dos a seis. Se despidió de Joel, el que atiende la Galería 2 del AGN, en México D.F. y salió airoso. La victoria del hallazgo.

Es claro que lo que busca el periodista no está al alcance de la mano. Quien se zambulle a escudriñar no tiene una guía sobre cómo proceder. Sus descubrimientos son casi como deshojar una cebolla, va removiendo capas y llorando porque aún falta mucho para llegar al fin. Y ante lo difícil, hay que volver a pensar en el método.

Los pasos recomendados:

  • Conseguir aliados. Esos son los que lidian con los documentos, con los archivos, los que conocen algunas rutas y atajos, pero ellos no determinan su búsqueda, tan solo la orientan. Joel, el jefe de la Galería 2 del AGN, es el aliado de Jacinto Rodríguez.
  • Descubrir ese gusto que está dentro de usted: investigar con archivos no debe ser una tarea tediosa. Hay que tener gusto por la historia y la lectura, para saber enfrentarse a esos documentos que parecen estar muertos, pero muchas veces están más vivos que una entrevista.
  • Convertir en rutina el deshoje de la cebolla: significa repetir una actividad hasta volverla costumbre. Una buena forma de hacerlo es acceder a información permanente a través de los mecanismos de ley. En Colombia, lo garantiza la Ley de Transparencia y del Derecho de Acceso a la Información Pública (Ley 1712 de 2014).
  • Conectar los hallazgos históricos con la actualidad: en ese navegar hacia el pasado, hay que conectar el mar con la costa, para que los temas se anclen en el interés público y en la explicación que los vuelva relevantes.

Mónica González explica que investigar con archivos es disciplina. “Los periodistas debemos entender hoy que si hacemos bien nuestro trabajo, con apego a las fuentes, con rigor al mostrar testimonios y documentos, y con ética, somos los verdaderos cronistas de nuestra historia. Cuando mañana la historia quiera recoger lo que ha ocurrido en nuestros países en estos años, se recurrirá a nuestros textos. Diseñamos los mapas de lo que nos ocurre. Y eso es lo que hacemos cuando al investigar un hecho recurrimos a los archivos existentes. Es rigor histórico, contexto, utilizar una base documental que avala lo que estamos relatando. Eso requiere método en primer lugar. Porque no se trata de salir a buscar archivos y documentos, sino de buscar aquellos documentos que realmente son un aporte”.

 

Clave CUATRO

 

 

Jacinto Rodríguez, ¿qué cuentan los archivos?

Los archivos cuentan lo que somos en las sombras, nuestras sombras como sociedad y como seres humanos. En los archivos está la memoria de las decisiones del poder, quiénes [las tomaron] y cómo se ejecutaron. Los efectos y los costos humanos. (Rodríguez, entrevista presencial, 21 de octubre de 2014, México D.F.)

La información reporteada en los archivos contiene los hechos de otros. Esas vidas cuentan, pero también marcan, dejan huella. Esa huella es la que el periodismo ayuda a que no sea imborrable, a que transmita conocimiento.

Jacinto Rodríguez pone un ejemplo: “los expedientes que describen las torturas, las imágenes de cuerpos en jirones, las narraciones sobre los guerrilleros arrojados al mar de Acapulco, Guerrero —justo el estado donde desaparecieron a los 43 normalistas—. Ver y leer esto cambia todo el sentido que se tiene de la vida”.

Lo que cuentan los archivos mueve algo en la memoria. Para Rodríguez, no solo la de los investigadores, los apasionados, también la de quienes buscan desesperadamente una pista para saber dónde termina todo lo que por años parece no tener fin. Agrega: “recuerdo cuando a este Archivo General llegaban familiares de desaparecidos a buscar información. Escuchaba cómo se iban quebrando, cómo su ser todo se hacía pedazos. Eso no lo olvidas porque hace parte de lo que debes cruzar con los hechos que hay en los folios”.

Las anteriores palabras justamente se cruzan con los archivos que surgen desde la reconstrucción de la memoria, en los cuales lo testimonial adquiere una fuerza imbatible, que le pone de presente al periodista la necesidad de revisar y andar, analizar y preguntar, estudiar y escuchar.

En ese sentido, la reciente movilización por la memoria en Colombia, que se manifiesta en distintos lugares del país donde la guerra sembró muerte y destrucción, es un claro ejemplo de archivos vivos, que relatan, desde los testimonios, una verdad. Es más, explica Gonzalo Sánchez, director del Centro de Memoria Histórica de Colombia: “la construcción de memorias emblemáticas de la violencia y de sus resistencias puede y debe realizarse tanto desde los centros como desde la periferia del país. Tanto desde los liderazgos nacionales y los liderazgos enraizados en las regiones, como desde los pobladores comunes y corrientes” (GMH, 2013).

Para Cristóbal Peña, los archivos cuentan hechos que perviven, perduran, se transforman y siguen manifestándose en la actualidad. Por esa razón no concibe que el periodismo histórico se suela encasillar en un deseo simple de acudir a la nostalgia que hay por ciertos fenómenos del pasado. “Esa mirada es tremendamente corta, estrecha, porque no comprende que los hechos del pasado dicen y enseñan sobre el presente” (Consejo de Redacción, 2011, p. 104).

Para Mónica González, hay que hacer ciertas diferenciaciones de los sitios que contienen información y entender sus claves. Para explicarlo mejor, expone:

Si se trata de archivos del Congreso, allí encontraremos la línea de tiempo de una ley determinada. Eso permite introducirse en la argumentación que cada cual dio para postular una determinada posición. Contrastar esos argumentos con lo que ocurrió en la realidad permite hacer una línea de ganancias y pérdidas y trazar la línea de quién es quién en una política pública determinada.

Las actas de concesiones o de aprobación de determinadas obras en municipios también permiten ver quién se benefició y cómo se maquilló una obra que no traía beneficio para la comunidad, sino para una empresa.

Los expedientes judiciales entregan testimonios importantes para darles rostro humano a nuestras historias y con relatos que son judiciales, es decir, bajo juramento.

Los archivos de la Contraloría pueden aportar todos los elementos que tuvieron en cuenta en su momento para decir y acusar a los laboratorios farmacéuticos de ser carteles. Y también las pistas para poder llegar a develar quiénes los protegían y a quiénes pagaban. Los sumarios de Contraloría son un diamante en bruto. Hay que ir a buscarlos sí o sí porque permiten sacar patrones de conductas delictuales y también patrones de protección.

Rehacer las interceptaciones telefónicas que acecharon a periodistas y políticos permite alertar sobre cómo determinados grupos se conjuran para violar la democracia y para qué: qué poder sienten en peligro.

Rehacer con base en documentos oficiales el pago de campañas políticas permite alertar a los ciudadanos sobre qué vacíos legales lo permitieron y cuáles siguen sin ser subsanados.

“Los archivos contienen información valiosa, pero somos nosotros los que debemos hacerlos hablar. Y eso sí es tarea de periodistas con mucho rigor y conocimientos. Porque en un documento podemos encontrar un nombre que si no sabemos cómo ocurrió el proceso, no nos dice nada; y puede ser un protagonista oculto al que hay que ir a buscar para que cuente la parte de la historia que ayer no se atrevió a revelar”, puntualiza González.

 

Clave CINCO

 

 

Juan Diego Restrepo, si quiero investigar archivos, ¿por dónde debo comenzar?

Me gusta sentir en mi estómago ese vacío informativo. Saber que hace falta algo que debo completar, que debo descubrir. Ese vacío me debe llevar a entender cómo funcionan el Estado, la Justicia, las instituciones. De esa manera tendré claro qué tipo de archivos conseguiré y de cuáles puedo disponer. Luego, vienen todas las preguntas posibles. No las que inteligentemente nos formulamos, sino todas las que seamos capaces de hacer, para finalmente entender. (Restrepo, entrevista telefónica, 15 de abril de 2016)

Hemos dicho que los periodistas se equivocan cuando piensan en documentarse a partir de archivos, sin conocer siquiera la estructura del Estado. Restrepo, editor del portal Verdad Abierta, vuelve al tema para precisar: “es un error salir sin grabadora a una entrevista, pero investigar con archivos es mucho más complejo, porque no se va a encontrar con una fuente que le está esperando para una entrevista, sino con cientos de documentos inertes, amarillentos o con bases de datos inentendibles y demasiado técnicas”.

Alberto Donadío recomienda leer El poder público en Colombia, de Libardo Rodríguez y Jorge Enrique Santos, quienes brindan un panorama general de cómo está conformada la estructura burocrática y cómo funcionan las instituciones en el país. “Ese primer acercamiento al monstruo le ayudará a perderle el miedo”, dice.

Las claves de Donadío, para intentar construir la ruta por dónde comenzar, son:

  • Tener paciencia para aprender a digerir, procesar y estudiar.
  • La información está en alguna parte, pero desorganizada, oculta.
  • Hay que listar lo que se busca para tener claro el tema.
  • Hay que entender que el primer documento es una pista, no el gran hallazgo.

Y las que aporta Juan Diego Restrepo:

  • Primero me pregunto algo.
  • Convierto esa pregunta en hipótesis de trabajo.
  • Busco la información.
  • Los hallazgos los compruebo o desvirtúo apelando a mecanismos de comprobación.

Carlos Basso, periodista y profesor chileno, autor de varios libros basados en investigación de archivos, simplifica el asunto. “Hay que comenzar buscando” (Consejo de Redacción, 2016). Lo dice así, porque de alguna forma los periodistas prefieren preguntar a buscar. Eso significa que el formato antiguo sigue siendo el de la entrevista, como método principal de búsqueda, y resulta que las entrevistas también deben ser a documentos que solicitemos, y que encierran cosas sorprendentes.

Para Basso, los países latinoamericanos que quieran conocer la verdad sobre sus dictaduras y violencias deberían comenzar por Estados Unidos. “Tiene un envidiable sistema de acceso a la información; cualquiera de ustedes puede hacer una petición a los Archivos Nacionales de Estados Unidos, depende de ellos si contestan o no y depende de cuántas marcas tienen los documentos, pero en general contestan” (Consejo de Redacción, 2016).

El periodista debe tener claro que va a meterse a una mina subterránea a la que deberá dedicarle tiempo. “No corra, no se apresure, olvídese del día a día. Usted va a buscar una joya, por tanto, le tomará tiempo”, dice Donadío.

Mónica González precisa que lo primero que debe saber y manejar un periodista es dónde se encuentran depositados los archivos de las distintas instituciones. Generalmente son lugares que pocos visitan. Y recomienda hurgar más allá de nuestras fronteras. Indica que en universidades y bibliotecas de Estados Unidos, por ejemplo, hay abundante información documental y judicial de Colombia.

“Cuando hablamos de archivos están desde los informes realizados por la Iglesia católica para el Vaticano (son increíbles), pasando por los de las embajadas hasta llegar a los decretos de la autoridad política y judicial que están almacenados y que deben ser, desgraciadamente, intensamente revisados hasta encontrar una pieza que nos dé una clave. No olvidar que en algunas áreas importantes ese trabajo ya ha sido realizado en parte por investigadores académicos, lo que significa que lo primero que debemos hacer antes de abordar el trabajo de buscar en archivos es investigar qué trabajos al respecto hay en la academia y en universidades. En minería, por ejemplo, se encuentran verdaderos tesoros sobre cómo evolucionaron las leyes que consagran la propiedad minera”.

 

Clave SEIS

 

 

Carlos Basso, ¿cómo no enfermarme con la ‘infoxicación’?

Buscando en función de las técnicas que el periodismo nos ha entregado cuando de documentos se trata, que son básicamente dos: una, conocer la autenticidad del origen de los documentos y dos, verificar los contenidos, que es lo que hacemos con las fuentes tradicionalmente. Así vamos descartando e incluso desechando. (Consejo de Redacción, 2016)

Cuando estamos viendo un documento, una cosa básica que todo periodista debe preguntarse es la autenticidad del origen, es decir, que el documento que nos estén entregando no sea falso. Hay mecanismos sencillos que ayudan a identificar su procedencia, sobre todo si la persona que trabaja el tema lleva años lidiando con archivos. Carlos Basso menciona uno: la morfología del documento y su contenido. La morfología es una rama de la lingüística que estudia la estructura interna de las palabras.

Basso explica la falsificación de documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) en el caso del magnicidio de un expresidente de Chile. “Esos documentos eran falsos desde todo punto de vista, no solo por su morfología, sino también porque tenían el logotipo de la CIA y en casos muy excepcionales la CIA pone su logotipo en los documentos; son agentes de inteligencia, ¡no hacen eso!”

Adicionalmente, hay una forma de escritura que tienen estos documentos, según indica el investigador. Relata que hace un par de años se hizo pública la existencia de una especie de manual de estilo que tiene la CIA. Pues bien, son 180 páginas que explican la manera en la que los oficiales de esta agencia escriben sus documentos y, por supuesto, la documentación no coincidía para nada con ella.

Grandes cantidades de información histórica nos pueden hacer perder la cabeza, pero el periodista no puede ceder la capacidad de análisis y verificación ante tanta información que exige ser depurada. El ejercicio es tan concreto como no olvidar los objetivos trazados ni la lista de preguntas que lo llevaron al archivo.

La clave por encima de todas, para que el periodista no se ahogue en la maraña de información, es el trabajo que pueda hacer directamente.

Los expertos apuntan a agrupar temáticamente los documentos, para que en función de esa organización se vaya buscando información más relevante. Por cada dato descubierto hay que buscar las fuentes que puedan explicar o aclarar dudas relacionadas con la efectividad de los contenidos.

Afinar el ojo es determinante. Basso explica que cuando se trabaja con documentación judicial hay muchas hojas y oficios que no dicen nada. Esto mismo sucede con la documentación desclasificada. Así que cuando encuentre estos documentos ya sabe, más o menos, en dónde puede haber algo importante y en dónde no, aunque siempre existe una posibilidad de pasar por alto documentos importantes.

El archivo va a hablar de muchas cosas, pero el periodista no puede perderse en el bosque de lo asombroso cuando lo que busca es el dato contundente que le permite comprobar la hipótesis. Ya de por sí el ejercicio es agotador con el método de búsqueda sistemática y aún no ha terminado porque no basta con encontrar, sino con que lo hallado sea veraz.

Para Juan Diego Restrepo, hay que descubrir:

  • Contradicciones
  • Inconsistencias
  • Incoherencias

 

 

Clave SIETE

 

 

Kate Doyle, he encontrado los documentos, pero los hallazgos son confusos, ¿cómo hago para entenderlos?

Hay que leer, releer, investigar y analizar. Ningún hallazgo lo está esperando con la definición concreta de lo que busca.

Hay que descifrar claves y hay que identificar los intereses jurídicos, procesales, públicos y periodísticos. Estos últimos determinarán su contenido si, para el caso que aplica, es periodístico, como es el interés de este tema y para este libro. (Doyle, entrevista presencial, 15 de marzo de 2016, Bogotá)

El éxito no está en encontrar la información, sino en entenderla. Lo importante es invertir tiempo suficiente en develar las claves que los documentos guardan.

Kate Doyle, investigadora de la organización no gubernamental The National Security Archive, instituto de investigación con sede en la Universidad George Washington, en Washington, Estados Unidos, relata que cuando estudiaron el Diario Militar en Guatemala, ella y su equipo no entendían algunas cosas.

El diario es un documento que ha ayudado al esclarecimiento de crímenes horrendos cometidos por el Ejército en el pasado.

La historia comienza cuando un miembro de la inteligencia militar roba el documento llamado el Diario Militar, que tiene las claves de la desaparición forzada de 183 personas en Guatemala. Este personaje se lo pasó a alguien, y esta persona pide una reunión con la investigadora Doyle: “me dijeron, ya conocerás el documento, Kate, y sabrás qué hacer. Este material es peligroso y si no lo entregamos se va a destruir. Mientras que con ustedes estará seguro y protegido y se puede analizar y verificar su identidad”.

Doyle pasó tres meses analizando el documento, estudiándolo y autenticándolo. Ella y su pequeño equipo tardaron en entender que cada vez que el Diario contaba sobre la detención de alguien y terminaba la descripción con el número 300, significaba que esa persona había sido asesinada. “Se encuentra con hallazgos inentendibles, a veces inconexos, pero no es cierto, todo está allí, solo que tienes que trabajar duro”, precisa.

“Algunos párrafos del Diario decían: «Él trató de huir y se disparó y 300. Se le llevó al Hospital Militar, ojalá que se recupere, pero no y 300.» Nos dimos cuenta que en la redacción nunca usan verbos activos, siempre pasivos. También entendimos que cuando colocaban una mera fecha y luego una frase, «y se lo llevó Pancho», se referían a que lo mataron. Que DI era Dirección de Inteligencia. Igual, hay cosas que todavía no sabemos, como qué significa U4, un código que aparece después de dos nombres. En fin, no es fácil”.

 

 

Clave OCHO

 

 

Mónica González, ¿si me pierdo en la búsqueda porque resulta más difícil de lo que esperaba?, ¿y si tardo demasiado?

Cuando seguimos una historia está siempre la posibilidad de que nos frustremos, pues no encontramos siempre y rápido la pieza clave que andamos buscando, explica González (entrevista a través de correo electrónico, 8 de mayo de 2016).

Pero cuidado, dice ella, también está la posibilidad de que la frustración se origine en que el periodista se ha mareado con tanto documento y que en el camino olvide que su objetivo era un artículo periodístico y no toda la verdad sobre un hecho importante. Ese error es bastante común en aquellos periodistas rigurosos y obsesivos que no se conforman con una parte de la historia.

“En mi concepto, ese es un error grave, pues impide hacer el trabajo del periodista y provoca una frustración que atora y agota las fuerzas. Por eso es necesario no perder jamás de vista cuál es el producto que buscamos, que puede reformularse en el camino, pero jamás desdibujarse. No somos los depositarios de la verdad y cuando encontramos solo parte de lo que explica nuestra historia es muy probable que allí haya una historia, quizás no tan potente como lo que queríamos, pero una historia. Y no podemos olvidar que es muy probable que al publicar una parte, los protagonistas o testigos que hasta ayer seguían callando, ahora querrán hablar. Y habrá otros testigos que también lo quieran. Publicar es abrir una vía. Y ese es el objetivo”, dice Mónica González.

Pero si no encontramos lo esencial, si después de una ardua búsqueda sentimos que de verdad lo obtenido no da para una historia, y eso ocurre muchas veces, en esos casos lo más importante por hacer son dos cosas y González las explica así:

  1. Saber parar a tiempo para no seguir invirtiendo el bien más escaso de un periodista, el tiempo, en un trabajo que seguirá estrellándose contra un muro. Hay que saber cerrar el libro de notas, respirar profundo y pasar a otro tema.
  2. Antes de pasar a otro tema, imprescindible es dejar todo lo hecho y encontrado, personas con las que hablé, qué me dijeron, documentos que busqué, dónde, etcétera, muy ordenado y bien guardado en la carpeta correspondiente. Porque mi experiencia indica que cuando menos lo piensas o lo esperas te surge un testimonio o alguien te entrega un documento que te abre todas las puertas. Hay que saber esperar. Hay que saber tragar la frustración. Hay que saber tener paciencia. Y puedo decir que de mis carpetas guardadas por no haber encontrado lo que buscaba, han salido grandes reportajes que hemos desarrollado en equipo. Porque lo último que quiero agregar es que los archivos cobran todo su valor y su aporte clave a nuestro trabajo cuando están a disposición de un equipo y son trabajados en equipo. No hay mejor paliativo para la frustración y mejor multiplicador de interpretaciones y vías para seguir las pistas que nacen de un buen archivo que un equipo de buenos periodistas.

Sistematizar los documentos es el paso efectivo para evitar perderse, dice Juan Diego Restrepo. Y agrega: “no puedes simplemente sacar datos, tienes que organizarlos tú mismo, dedicarle tiempo a crear una estructura que luego te permita comprenderlos”.

Hay herramientas que a los periodistas les ayudan a organizar su vida, las hojas de cálculo de Excel son justamente las indicadas para hacerlo. La razón es que permiten listar la información encontrada de una manera clara y simple.

Alberto Donadío explica que la mejor forma para evitar perderse es armar equipos y hacer mapas conceptuales. “Este trabajo requiere manos y orden, manos y orden. No somos solos contra el mundo, es un equipo descubriéndolo”, menciona.

Jacinto Rodríguez expresa: “hay que perderle miedo a extraviarse. Creo que nada es difícil si estás dispuesto a dedicarle tiempo y paciencia. Esas son, en todo caso, las condiciones que te pone la historia. Tiempo y paciencia”.

Explica esto con sus propios ejemplos. “Mi primer ejercicio fue escribir Las nóminas secretas. Un experimento en todos los sentidos. Una apuesta a darle salida a una cantidad de documentos que en ese momento se iban hilando. Con ese fuimos aprendiendo a construir una idea de metodología periodística para investigar en los archivos. Nada está escrito, está definido. No existe algo parecido en los anales del periodismo mexicano. A ese primero quizá le dedicamos unos dos años. Investigar y escribir La otra guerra secreta me tomó unos cinco años. Y en 1968, Todos los culpables, un par de años. En este último caso, se tuvo la ventaja de ser un tema que me ha interesado desde hace mucho tiempo. Lo que hice fue recontar ese momento de la historia a partir de los nuevos hallazgos en el Archivo General de la Nación. En el actual llevo ya unos diez años. Siempre digo que este año lo termino. Pero nada. No sé cuándo. No hay prisa. El pasado ya no tiene prisa. Y yo tampoco”.

 

Clave NUEVE

 

 

Alberto Donadío, di en el clavo, tengo mucha información, ¿qué hago con toda ella?, ¿cómo estoy seguro de que toda es necesaria?

Una vez descubre la veta, hay que establecer la jerarquía de la información. Ella le indicará el mejor camino para definir lo importante, lo que está enmarcado en la hipótesis y en los intereses periodísticos.

No pierda de vista que una buena jerarquía de la información determina la comprensión del aporte de los archivos. (Donadío, entrevista telefónica, 28 de marzo de 2016)

Podría concluirse que hay varias versiones sobre una misma historia:

  • La oficial
  • La jurídica
  • La testimonial
  • La privada

La forma como se conjuguen todas estas versiones demuestra cuán seguro está de lo que tiene en realidad. Y todas hay que valorarlas para definir cuáles son necesarias. Allí es donde entra la jerarquización de la que habla Donadío. “Hay que entender que la versión oficial muchas veces no casa con los archivos. Para lograrlo hay que hallar los documentos, analizarlos, estudiarlos sin limitar la capacidad de asombro”, menciona.

Lo explica con un ejemplo, su libro El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, la verdad que no se conocía. Cuenta que la versión oficial sobre el crimen no era la que el país conocía. En su momento nadie dudó de la versión de los escoltas. Solo un médico en el año 1995 le contó a él que tenía dudas sobre esa versión, pero que él por ser funcionario público no podía solicitar el expediente. Comenzó el proceso de indagación y comprobación y llegó a datos contundentes.

Relata Maryluz Vallejo, profesora y directora de la revista Directo Bogotá, en una columna: “Como al médico y algunos de los expertos del Instituto de Medicina Legal que participaron en la necropsia, les quedaron dudas del reporte que dieron las autoridades, replicado por los medios de comunicación, once años después del magnicidio llamaron a [Germán] Castro Caycedo para que les ayudara a conseguir el expediente judicial. Dado que el periodista estaba inmerso en uno de sus proyectos editoriales, le pidió a Donadío que les echara una mano, y cuando este les consiguió el documento pudieron confirmar que sus dudas sobre el caso eran fundadas. Al cabo de los años (porque los tiempos de la investigación son largos) apareció otro periodista sabueso en escena, Gonzalo Guillén, quien supo que Rodrigo Lara Restrepo buscaba el expediente de la muerte de su padre, en poder de Donadío. Al enterarse de la nueva versión de los hechos, el hijo pidió un dictamen al doctor Máximo Alberto Duque, exdirector de Medicina Legal, quien lo entregó en 2014.

“Con esta prueba reina que blindaba la denuncia, Donadío publicó su libro de poco más de 200 páginas, fotografías, caricaturas de Osuna (el otro maestro que acompañó con su pluma lacerante la lucha solitaria del ministro contra las mafias), croquis, gráficas y hasta dibujitos para que no le queden dudas al lector de que al ministro de Justicia lo mataron en circunstancias muy distintas a las establecidas por la justicia penal y con la complicidad del personal de «seguridad» del oscuro DAS” (Vallejo, 29 de febrero de 2016).

“Con base en todo ello y mucho más, se reabre el caso y yo puedo investigar y contar la historia. La misión era estudiar el expediente sobre el crimen del exministro, que tiene por lo menos 10 mil folios”, puntualiza Donadío.

Las claves, entonces, son:

  • No dar por terminado el proceso hasta cuando se jerarquizan los datos.
  • Una buena forma de jerarquizarlos es entender que en el caso se cruzan varios intereses: jurídicos, procesales, públicos y periodísticos. No debemos abandonar el último, para el caso nuestro.
  • Cruzar todas las versiones.
  • Revisar el resultado del cruce. Solo en ese momento sabremos, como periodistas, si hace falta algo.

 

 

Clave DIEZ

 

 

María Teresa Ronderos, ¿cómo sé que ya terminé la indagación y estoy listo para armar la historia?

Usted, por lo pronto, está listo para filtrar y cruzar los datos hallados. Ningún archivo por sí solo es la historia. No lo olvide, es solo una parte de la información; por tanto, una parte de la verdad. Ahora viene la contrastación. (Ponencia en el IX Encuentro de Periodismo de Investigación de CdR, 11 de marzo de 2016, Bogotá)

Dice María Teresa Ronderos, periodista colombiana, directora del programa de Periodismo de Open Society Foundations (OSF), que el periodismo de investigación tiene su parte difícil y dura. Horas y horas de meterse justamente en los archivos judiciales es la parte dura.

El mejor ejemplo para explicarlo es la investigación y escritura de su libro Guerras recicladas: “Después de un largo tiempo y de vernos casi inmersos en una cacería de brujas, encontramos dónde estaba el archivo del Bloque de Búsqueda de Colombia, que el Gobierno creó para perseguir a Pablo Escobar. Eso fue llamado el Expediente del Bloque de Búsqueda. A partir de él la Fiscalía comenzó a investigar todo lo que sucedía.

“Después de una gran pesquisa encontramos el expediente en un archivo muerto en Medellín. Eran como 300 cajas llenas de documentos. Sacamos fotografías con el celular, quién se podía poner a tomar apuntes. Era imposible. Tres periodistas de Verdad Abierta hicimos el trabajo sin saber mucho lo que estábamos encontrando y mirando.

“Allí estaba el expediente de la bomba del avión de Avianca, el expediente de la bomba del DAS, parte del expediente del asesinato de Luis Carlos Galán. Y después, cuando teníamos todos esos documentos, hicimos un trabajo de selección, organización y verificación de información.

“Eso nos tomó mucho tiempo, aunque pudo haber sido más, si no es por los programas y software para organizar documentos y clasificar archivos. Pero a partir de eso comenzó el trabajo duro. No era solo lo que decían los documentos. Hay mucho trabajo de reportería en región y para eso me sirvió construir relaciones en los lugares de Colombia durante tantos años. Con los periodistas de las regiones aprendí cómo llegar a esos sitios de los que me hablaban los archivos, cómo tener una enorme paciencia y tranquilidad para no afanarme ni dejarme llevar por la fuerza del hallazgo consagrada en el documento. Ahora requería cabeza fría para entrevistar, para contrastar. Este tipo de trabajo de investigación de archivos fue lo que me llevó a escribir Guerras recicladas, un libro que me permitió reconstruir historia”.

Otro ejercicio interesante para entender cuándo se está listo, es el resultado del libro Las vueltas de la oficina de Envigado, de Juan Diego Restrepo (2015). La investigación duró tres años, describe la historia de esta empresa criminal desde sus orígenes, en la época del Cartel de Medellín, hasta lo que representa hoy, sustentada en cientos de archivos y numerosos testimonios, que fueron consultados por el autor durante el proceso de documentación.

Escribe Ronderos en el prólogo: “este libro revela una historia poco conocida del origen del narcotráfico. Rescatando expedientes empolvados en los despachos judiciales, reconstruyendo testimonios a partir de distintos casos, cruzando fuentes”. Agrega: “esta historia no sólo les pone contexto a los hechos, rescata testigos olvidados y consigue nuevos, sino que además apela a estudiosos como Gambetta y sus observaciones de la mafia siciliana y Gayraud que compara diversas estructuras mafiosas en el mundo, para poder entender mejor el carácter de la Oficina de Envigado, cómo encaja con el narcotráfico, cómo coopta y vive en los alrededores de la legalidad, pero también cómo ha conseguido, por períodos, colarse al centro del escenario político”.

Ronderos habla de contrastación y en gran medida ella implica muchas más entrevistas y revisión de otro tipo de archivos testimoniales. Para el caso colombiano, que tendrá comisión de la verdad una vez se firme la paz con las FARC, el gran reto es reconstruir la historia de la violencia desde los archivos.

De allí la importancia del gran aporte que hace el Centro de Memoria Histórica de Colombia al desarrollar toda una metodología denominada Caja de herramientas para gestores de archivos de DD.HH.

“La información, documentos y archivos de las organizaciones sociales y de víctimas adquieren un lugar medular en la búsqueda de la verdad, como condición para la construcción de una sociedad en paz. Si estos registros desaparecen, si no son protegidos y usados de manera adecuada, la sociedad colombiana corre el riesgo de perder las huellas de su historia, de que la verdad siga siendo esquiva y se sigan reproduciendo problemáticas como la impunidad y la denegación de justicia”, dice el Centro de Memoria (10 de junio de 2015).

 

Un primer paso:

 ¡Periodistas, a organizar sus archivos!

 

 

“Todo periodista es un historiador”.

Ryszard Kapuscinski, periodista polaco.

 

La maestra Mónica González explica que el archivo de un periodista es totalmente diferente al que organiza un bibliotecario. De allí la importancia de que cada periodista que desea desarrollar su trabajo acumulando fuentes y hechos lo inicie tempranamente acotado a los temas que le despiertan mayor interés o aquellos en los que desea especializarse.

“Eso significa que lo primero que debo hacer es darme un orden de carpetas y las subcarpetas que ellas contendrán con los temas que seleccionaré. Debo pensar que es un archivo que debo usar y para eso es vital mantener un orden, el que el periodista le ha conferido a sus carpetas”, dice González.

Por ejemplo, si es conflicto armado en Colombia, indica González que ha de mantener un archivo (subcarpeta) de paramilitares con todos los datos que permitan contextualizar en cualquier momento el fenómeno con sus protagonistas (perfiles) y los hechos en que inciden. Si hay un archivo con los hombres que han participado en fuerzas paramilitares y el periodista lo nutre con los testimonios que van surgiendo y que los nombran, las propiedades que tienen, las citas que han hecho de ellos en otros juicios y sus nexos familiares y políticos, puede tener en el momento que se requiera y con solo una revisión una cantidad de datos que permitan entender un problema en su contexto. Así, debe tener también una subcarpeta que dé cuenta de las tierras de las que se han apropiado, los jueces que pueden haber intervenido en adjudicar tierras de manera espuria, los despojados y sus historias y también las empresas que han ido copando esas tierras. Al mismo tiempo, la información de qué ha ocurrido desde que el gobierno de Juan Manuel Santos dictó la ley de restitución de tierras. La clave es la selección de la información. Lo ideal es mezclar el buen artículo que entrega muchos datos (que deberán igual ser chequeados) con documentos oficiales, decretos y testimonios.

“Y si hablamos de conflicto armado en Colombia, una carpeta indispensable es sobre los pagos que obtienen los miembros de las Fuerzas Armadas por actuar en zona de conflicto armado, los que se verán reducidos apenas termine el conflicto, un factor importante en la guerra, así como las compras de armamento, sus comisionistas (todo eso se puede obtener hoy en la prensa internacional). Es decir, mi carpeta debe contener toda esa información suelta que sale a diario y que ilumina el costo de la guerra que algunos no quieren perder. Sin ese archivo, el periodista está a merced de los que manejan esa información y la utilizan para sus propios fines.

“Y la subcarpeta de las FARC, por ejemplo, debería ayudarme a entender a partir de sus principales jefes y protagonistas, la evolución política que han tenido y el porqué se han mantenido y hoy deciden negociar. Y, por supuesto, todo lo que pueda recopilar de sus sustentos económicos”, explica González.

Como regla general, González aconseja iniciar un archivo de temas económicos, ya que allí están las respuestas y el contexto para muchos problemas de la agenda cotidiana de distinta índole. Recomienda que allí los periodistas guarden los textos que mejor explican:

  1. Reformas económicas importantes.
  2. Las polémicas sobre temas tributarios.
  3. Las opiniones que trascienden de los gremios empresariales sobre asuntos de coyuntura.
  4. Los juicios o demandas a grupos empresariales, los cuestionamientos (o violaciones, como colusión, uso de información privilegiada, fraude tributario, nexos con carteles, etcétera) a las políticas de libre mercado y su regulación.
  5. Los nombramientos.
  6. Los perfiles de los protagonistas. Lo ideal es tener para uso, cuando se requieran, los perfiles de los principales grupos, cómo se originaron su riqueza e inversiones, actualizados, y sus nexos con otros grupos (por familia o de inversiones), con el poder Ejecutivo y el Legislativo.
  7. También es importante tener un archivo con lo esencial de economía internacional. Por ejemplo, las inversiones chinas en América Latina, los juicios por manipulación de tasas de cambio mundial, por burbuja inmobiliaria y ahora las repercusiones que han tenido en las políticas fiscales los archivos revelados de los Papeles de Panamá.

 

Los archivos desclasificados, una mina de información

 

 

“La información desclasificada es un caudal de información gigantesco.

¡Aprópiense de eso!, periodistas”.

Carlos Basso, investigador y periodista chileno

 

 

Es bueno comenzar por definir que existe un tipo de información clasificada, regulada por las leyes de cada gobierno, casi siempre argumentándose seguridad nacional y que, por tanto, está restringida al acceso público.

Kate Doyle, de la organización no gubernamental The National Security Archive, aclara que el archivo clasificado realmente son los documentos originales. Se convierte en desclasificado cuando, mediante mecanismos de ley, se abre. Tal es el caso de cientos de documentos sobre las operaciones de los ejércitos guatemalteco y peruano, que debieron ser expuestos a la comunidad una vez entró con rigor la actuación de la comisión de la verdad para esclarecer los crímenes cometidos en ambos países, tras la firma de los acuerdos de paz.

Un ejemplo de archivo desclasificado es La operación Sofía, analizado y estudiado por Doyle, una colección de documentos militares sobre una operación contrainsurgente en el área Ixchil (Guatemala) en 1982. El documento permite entender cómo funcionaba la estrategia de contrainsurgencia del Ejército, dirigida por el militar Efraín Ríos Montt, encaminada a masacrar a miles de campesinos indígenas. En los archivos se “detallan las responsabilidades oficiales de lo que en 1999 la Comisión de Esclarecimiento Histórico (apoyada por la Organización de Naciones Unidas) denominó «actos de genocidio en contra de grupos del pueblo maya»” (The National Security Archive, 2 de diciembre de 2009).

No se puede desconocer la práctica que ha venido imperando en el mundo, cuando algunos documentos pierden el carácter de clasificado porque fueron filtrados a los medios o a la ciudadanía por espías o personas interesadas en destapar la verdad. Ejemplo de ello son Wikileaks o los Panama Papers.

Carlos Basso, investigador chileno, asegura que trabajar con archivos desclasificados es como entrar a una mina de oro. “Hace 15 años trabajo con documentos y estos son pedazos históricos extremadamente importantes. Sobre todo para mí, que vengo de un país que lleva 25 años de posconflicto y, aunque lo que vivimos en Chile bajo Augusto Pinochet es muy distinto de lo que se está viviendo en Colombia, o de lo que se vivió en Guatemala, tenemos bastante experiencia en cómo funciona una sociedad después de haber vivido en una situación extrema como la que padecimos durante 17 años y cuyos vacíos aún no terminan de sanar” (Consejo de Redacción, 2016).

Los archivos desclasificados, dice Basso, “son cantidades de documentos inmanejables desde cualquier punto de vista, porque no son datos matemáticos, no tienen una metadata precisa, como sí sucede con una tabla de Excel. Estos son documentos escaneados, habitualmente, con un sistema bastante imperfecto”.

El estudio de un solo documento requiere de una buena inversión de tiempo y también de conocer el lenguaje de la agencia o entidad que produjo el archivo. Los investigadores Doyle y Basso coinciden en que se requiere tranquilidad y experiencia, porque muchos documentos vienen tachados.

El repositorio de archivos desclasificados que contiene The National Security Archive es enorme, ha coadyuvado al esclarecimiento de la historia violenta de Latinoamérica y, para el caso colombiano, podría aportar más en la medida en que la comisión de la verdad que contempla los acuerdos de La Habana, pactados entre la Comisión Negociadora del Gobierno colombiano y los delegados de la guerrilla de las FARC, está por comenzar su trabajo.

A propósito de esclarecer la verdad a partir de la desclasificación de archivos, el columnista Daniel García-Peña (4 de abril de 2016) dice: “para superar el conflicto y avanzar verdaderamente hacia la reconciliación es fundamental esclarecer la historia. Por tanto… debemos pedirle al gobierno de Obama: ¡desclasifique!”.

 

¿Es posible acceder a información clasificada o reservada?

Emmanuel Vargas, abogado de la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, ayuda a entender mejor cómo funcionan los asuntos de la información clasificada y/o reservada en Colombia. Cuando alguna documentación tiene esas características no puede ser conocida por el público, debido a que no se puede tener acceso a ella. No obstante, hay unos puntos que pueden ser claves para tener en cuenta a la hora de abordar las investigaciones periodísticas:

  1. En nuestro país, el tiempo máximo de las reservas es de 15 años desde que el documento fue creado. Si este tiempo ya transcurrió, la información es pública.
  2. Existen muchos casos en los que el riesgo que se busca evitar deja de existir antes de que pasen los 15 años. Por ejemplo, un manual de operaciones de una agencia de inteligencia. Si se conoce que este documento ya no tiene vigencia, se entendería que los métodos que ahí aparecen son de otro momento en el tiempo, por lo que no se pondrían en riesgo operaciones actuales.
  3. La clasificación de la información tiene una duración ilimitada. No obstante, esta puede ser entregada a terceros en el caso de que la persona de la que trata la información esté de acuerdo con que esta sea pública.
  4. Si un documento tiene información reservada o clasificada, eso no significa que todo su contenido también tenga esas características. Por ejemplo, un informe de inteligencia en el que aparecen nombres de agentes o testigos puede causar un riesgo si el público conoce quiénes son esas personas. Sin embargo, esas partes pueden ser tachadas. En este caso, es clave que se le diga al sujeto obligado que, según el artículo 21 de la Ley 1712 de 2014: “En aquellas circunstancias en que la totalidad de la información contenida en un documento no esté protegida por una excepción contenida en la presente ley, debe hacerse una versión pública que mantenga la reserva únicamente de la parte indispensable. La información pública que no cae en ningún supuesto de excepción deberá ser entregada a la parte solicitante, así como ser de conocimiento público”.
  5. Según ese mismo artículo 21, los sujetos obligados no pueden negar que un documento existe o que está en su poder.

 

Metodología y sistematización para no naufragar

 

 

“Los archivos no relumbran, pero son minas de oro”.

Ángeles Magdaleno, investigadora e historiadora mexicana.

 

 

 

Dijo Ryszard Kapuscinski en uno de sus talleres de la Fundación Gabriel García Márquez de Nuevo Periodismo, FNPI, que cuando ve a un periodista dispuesto a dedicar el tiempo a leer, entender los archivos, no para utilizar el documento como prueba sino para investigar lo ocurrido, este siempre tendrá un interés legítimo por reconstruir la historia que merece ser contada. Y ese interés legítimo requiere, indefectiblemente, trazar una metodología.

Los pasos que se pueden seguir son:

  • Plantear el problema de investigación.
  • Conocer el contexto y origen de toda la investigación.
  • Hacer minería de archivos.
  • Autenticar el documento. Si usted no puede verificar la credibilidad del documento, está perdido.
  • Saber entrevistar los documentos para llegar a los hallazgos.
  • Clasificar los hallazgos en fichas, porque lo que no se sistematiza, se pierde.
  • Conectar documentos con otros. Nunca se trata de un solo documento o de un solo archivo. Esto puede hacerse a partir de mapas conceptuales o agregando una nueva columna a la ficha anterior.
  • Recolectar testimonios de todos los lados para cruzarlos con los hallazgos de los archivos. Esto puede hacerse a partir de mapas conceptuales o agregando una nueva columna a la ficha anterior.

Analicemos la investigación La ruta del despojo, publicada originalmente en El Meridiano de Córdoba, en el año 2012.

Plantear el problema de investigación:

Identificar la ruta del despojo que trazaron los paramilitares desde el Urabá antioqueño y el departamento de Córdoba, zona norte de Colombia, para definir cuál fue la tipología del despojo y cuáles los casos emblemáticos a partir de la investigación de archivos.

Contexto de la investigación:

En 2011 el presidente Juan Manuel Santos propuso un proyecto de ley al Congreso de la República para restituir las tierras a las víctimas y en una primera presentación del tema en Córdoba, el Ministerio de Agricultura le entregó las escrituras de dos parcelas a una familia cordobesa, los Salabarría, quienes llevan 20 años desplazados.

Surge una primera duda: ¿por qué la tierra se entregó en el comando de la Policía de Córdoba? Los funcionarios del Gobierno no fueron a la zona rural de Córdoba, Planeta Rica, a hacer efectiva y pública la entrega. Después del acto ante los medios, la familia desapareció.

Los encontré en otro departamento, el Magdalena, a 600 kilómetros de mi región. Los Salabarría permanecían exiliados en un pueblo llamado Fundación, con los papeles de posesión de la tierra de Planeta Rica y sin la posibilidad de irse a vivir a las parcelas, porque los paramilitares les hicieron llegar un mensaje: “si vienen, los matamos”.

La situación de los Salabarría se estaba repitiendo en varios lugares. Los cordobeses, en 2011, aún no se atrevían a denunciar estos hechos.

La investigación sobre la violencia en Córdoba, desde las víctimas y victimarios, ha sido abordada sistemáticamente desde 2004, cuando se realizó el proceso de paz Gobierno-Autodefensas. El tema sobre el despojo de tierras es la continuación de esa mirada regional —cercana y acuciosa— a la evolución de la dinámica del conflicto. Primero fueron las crónicas de la guerra, luego los pueblos desplazados, las víctimas y sus voces y ahora ellas como reclamantes, a la luz de las nuevas leyes que rigen en Colombia, que muestran evidentes disfuncionalidades. Esos vacíos representan riesgos enormes para víctimas y sociedad en general. Y esos vacíos requerían se reporteados desde los archivos.

Hacer minería de archivos:

Para el trabajo de investigación recorrí 1.770 kilómetros, 5 departamentos, 10 municipios, revisé cientos de archivos judiciales, presenté varios derechos de petición, hice 27 entrevistas durante tres meses, inicialmente, y les seguí la pista a los hechos durante un año.

Eran varios retos, el más importante y de nuevos aprendizajes: búsqueda en los archivos históricos y judiciales, que me revelaron las pistas de los casos emblemáticos para construir la ruta del despojo.

Integraban los archivos:

  1. Procesos judiciales por crímenes, cuyo argumento era la disputa por la tierra.
  2. Investigaciones académicas que exploraban el origen del conflicto en Córdoba.
  3. Escrituras de propiedad y certificados de registro de instrumentos públicos.
  4. Archivos testimoniales —audio— de las víctimas del despojo de tierras.

Autenticar los documentos:

Significaba verificar su origen y comprobar su autenticidad. Sobre todo las promesas de compraventa de las tierras en disputa, así como las escrituras y los registros de instrumentos públicos que en algunos casos resultaban ilegibles.

Entrevistar los documentos:

Invertir el tiempo suficiente en la revisión y el estudio de la documentación, para hallar cabos sueltos que requerían cruzarse con otros. Por ejemplo, los hallazgos en las escrituras de los habitantes de toda una zona en Montería, capital de Córdoba, quienes recibieron las tierras en calidad de regalo de una fundación fachada de los paramilitares, Fundación para la Paz de Córdoba. Los documentos tenían cláusulas que impedían la enajenación o venta de la propiedad.

Clasificar los hallazgos en fichas:

Las fichas empleadas tenían tres columnas, así:

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Conectar documentos con otros:

Cada documento o archivo matriz, a medida que avanzaba el proceso, permitía conectarlo con otros que contemplaban nuevos hallazgos. Entonces el paso fue agregar una nueva columna de complementación o conexión.

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Recolectar testimonios de todos los lados para cruzarlos con los hallazgos de los archivos:

Aquí entran a figurar, en las fichas, las entrevistas a fuentes que se complementaban a los archivos.

 

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Ficha de clasificación básica de expedientes judiciales Elaborada por Juan Diego Restrepo. Corresponde a las declaraciones dadas por alias El Arete a las autoridades judiciales...

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“Lo que ocurre en el pasado vuelve a ser vivido en la memoria”.

John Dewey, filósofo estadounidense

 

La falta de memoria no solo convierte en anodinas las historias periodísticas, sino que condena a sus protagonistas a ser las víctimas del olvido, algo a lo que no puede jugarle la prensa y mucho menos en esta época de transición hacia el posconflicto.

La antropóloga forense colombiana Helka Quevedo Hidalgo, investigadora que descubrió 36 cuerpos desmembrados por paramilitares y enterrados en fosas comunes en Puerto Torres, Belén de los Andaquíes, Caquetá, dice que las personas desaparecidas en Colombia son sometidas tres veces a este fenómeno: la primera, al ser sacadas de su núcleo familiar y social por un actor del conflicto armado, sea paramilitar, guerrillero o el Estado; la segunda, cuando a esta persona le quitan la vida y su destino es una fosa clandestina o desaparece en un cementerio, al no ser identificados sus restos; la tercera, cuando la Justicia y el Estado no actúan para esclarecer los hechos y envían las investigaciones a un cuarto húmedo y viejo donde se apilan los archivos del horror.

Podría haber una cuarta forma si el periodismo no hace su papel y es cuando el reportero no realiza su trabajo a partir de la revisión e investigación de archivos. Al no hacerlo, estaría sumando a que esos seres e historias desaparezcan de la memoria de los ciudadanos. Como dice el maestro Jorge Cardona, coautor de esta guía: “la gran debilidad de periodismo es la memoria” (Morales, L. y Ruiz, M., 2014, p. 290). Pero no hay que permitir que ello haga carrera.

Entonces, el reto principal de los reporteros en este momento crucial es investigar el contexto en profundidad, indagar lo suficiente para navegar lo que creemos insondable y descubrir en los archivos las claves para armar el rompecabezas que merece ser explicado y compartido, siempre.

Necesaria es pues la investigación de archivos para aclararnos el conflicto y la guerra, con el objetivo de que nunca más se repita. El Centro de Memoria Histórica en Colombia nos muestra un camino, así como lo han hecho por años los historiadores y como recientemente lo hizo la Comisión Histórica del Conflicto de nuestro país, de cara a las negociaciones entre el Gobierno y las FARC. Sin embargo, el papel del periodismo va mucho más allá porque coteja todos esos hallazgos y, lo más importante, se los traduce al ciudadano de a pie, que siempre necesitará enterarse y, mejor, entender. El periodista es un traductor de realidades. E inmersos en ellas, están los archivos.

Los expertos recomiendan una ruta que contempla:

  • Estudiar el contexto. Leer, leer, leer.
  • Formularse preguntas y hacer conexiones entre ellas.
  • Reunirse con expertos.
  • Diseñar una metodología para revisar archivos.
  • Preparar las fichas a partir de los hallazgos.
  • Analizar los hallazgos y entender las claves.
  • Buscar los testimonios y pedazos que faltan para completar las historias.
  • Contar, contar, contar.

Para investigar con archivos, lógicamente, se requiere tiempo, y mucho. “La falta de tiempo es la desgracia del periodismo” (Morales, L. y Ruiz, M., 2014, p. 23), según dice el periodista y escritor Germán Castro Caycedo. Hay concesiones cuando los temas que abordaremos para explicar la historia del conflicto y sus finos hilos, escapan al día a día y buscan mostrarse en otras plataformas más completas: los libros, como los de Castro. Irse a ellos, más que una escapatoria, es un compromiso con todos esos hallazgos que no caben en las páginas de los diarios o en los limitados espacios de la radio y la televisión. Otros investigadores aprovechan los nuevos escenarios que permite la tecnología, para contar, contar, contar, como lo hace Jacinto Rodríguez Munguía en su blog La tiranía invisible.

Llegar a lo anterior exige gran esfuerzo:

  • El típico comportamiento de ratón de biblioteca, del que tanto habla el periodista Daniel Coronell, cuando le preguntan cómo lo hace o por dónde comienza.
  • Poseer una libreta profusa de fuentes sabias y expertas que explican lo que no tenemos la obligación de saber, como lo defiende Germán Castro.
  • Requiere el compromiso de ver más allá de lo evidente, como siempre lo ha puesto en práctica la investigadora María Teresa Ronderos.
  • Tener una disciplina férrea para revisar la historia, para volver al pasado todas las veces que sea necesario, según la lección del editor Jorge Cardona.
  • Ser sistemático en la metodología para organizar los hallazgos, como lo hace Juan Diego Restrepo.
  • Identificar las claves y saberlas leer para entender lo cifrado, que es dogma para Kate Doyle.
  • No perder jamás la capacidad de asombro para no dejar de buscar la verdad, como dice Jacinto Rodríguez.

No se puede perder de vista que cuando todo arde, queda la memoria. La que no se borra. La que siempre estará viva. Eso ha sucedido en muchos lugares del mundo que han vivido guerras y conflictos hondos, de miles de muertos y de destrucción infinita. Pasa en Berlín, luego del nazismo. Así lo confirman los variados monumentos que hay en esta ciudad y así lo ha escrito en un sinnúmero de reportajes Michael Sonthheimer, de Der Spiegel, un historiador que se hizo periodista para contar, investigar y revisar archivos sobre todo lo ocurrido en el Holocausto.

Porque cuando creemos que lo pasado es pasado, se aparecen personajes como Maceo Iguarán, el hijo del vicerrector asesinado en Córdoba. El muchacho, con sus datos invisibles escritos en páginas amarillas que no tuvo la oportunidad de enumerarle al fiscal del caso, da cuenta de una verdad que debe investigarse, que no merece más olvido.