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Caldas

La difícil tarea del perdón

por: Luis Francisco Arias

Ninguna región de Caldas vivió con tanto rigor el conflicto armado como el oriente, donde la población padeció actos atroces del frente 47 de las Farc y de las Autodefensas del Magdalena Medio. Hechos como la toma guerrillera de Arboleda en julio del 2000 o la matanza paramilitar de Bucamba, en La Dorada, en el 2003, se convirtieron en momentos que de solo recordarlos alteran los nervios de los pobladores de la zona (Ver cronología del terror).

Por eso, después de que los jefes de las autodefensas que se acogieron a Justicia y Paz y comienzan a salir de prisión y de que las Farc se aprestarían a firmar un acuerdo para ponerle fin al conflicto armado y reincorporarse a la vida civil, darles la palabra a las víctimas acerca de su papel en un eventual posconflicto resulta clave.

El padre José Humberto Cortés, quien lidera el proyecto de regreso de 54 familias que fueron desplazadas de la vereda El Congal de Samaná, aspira a que el panorama futuro sea positivo: “El país está cansado de sufrir, y el corazón humano se hizo para amar, no para la violencia. Si hay intereses comunes como la búsqueda de la paz, aunque los malos recuerdos son complicados, lo que buscamos finalmente es ser felices…”

Desde una visión académica, el experto en conflictos y paces Mario Hernán López, profesor de la Universidad de Caldas, explica: “Donde ha habido conflicto armado, en su lugar tiene que haber Estado, reglas de juego, construcción de ciudadanía y de políticas de desarrollo que den alternativas a la gente, pero lo primero es un ánimo de reconciliación en el territorio”.

Para quienes hoy lideran la Mesa Departamental de Víctimas hay un insumo necesario para ese reencuentro, en el cual consideran que el Estado no ha trabajado lo suficiente. “Falta mucho apoyo en trabajo psicosocial con la gente. Todas las víctimas lo necesitamos y mucho, y hasta los mismos victimarios también lo requieren, pero no se ven programas serios para eso”, anota el coordinador de la Mesa, José Wilson Ospina.

La región llegó a tener 82 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ahora pasan hasta casi dos años en algún municipio sin asesinatos. Víctimas creen que falta mucho trabajo psicosocial con ellas y con los victimarios.

La transición

De los 105 mil 778 registros que se cuentan hasta ahora en la Unidad de Víctimas, 54.829 corresponden a los ocho municipios de esa zona de Caldas. O sea que el 29% del departamento carga con el 52% de las secuelas que dejó la violencia de guerrillas y paramilitares durante la oscura época de finales de los 90 y comienzos de la década pasada (ver hechos victimizantes).

De acuerdo con Luis Eduardo Morales, director de la Unidad de Víctimas en Caldas, entre los hechos victimizantes el desplazamiento forzado ocupa el 87% de la problemática, seguido por los homicidios que corresponden al 10% de los hechos victimizantes denunciados. Hay que recordar que en el 2002 Caldas alcanzó una tasa de 82 homicidios por cada 100 mil habitantes, un exabrupto.

Desde hace cerca de siete años, lentamente, la tranquilidad retorna al oriente de Caldas, aunque todavía persisten los temores en las áreas rurales limítrofes con Antioquia principalmente, en alrededores de La Dorada.

Hoy ya no se tienen reportes de presencia de grupos ilegales en la zona, y las cifras de homicidios han caído en forma vertiginosa, al punto que, recientemente, Manzanares reportó cerca de dos años sin un solo asesinato, un verdadero hito en el oriente de Caldas.

De hecho, el profesor López piensa que allí se comienzan a ver dinámicas propias de un posconflicto y se evidencian síntomas de resurgimiento social y económico.

Riesgos y esperanza

Las organizaciones criminales que subsisten en esa zona de Caldas, y que en varios casos las forman desmovilizados del paramilitarismo, no cuentan con la solidez que caracterizó al grupo que lideró Ramón Isaza. De la comandante del frente 47, alias Karina, solo queda el mal recuerdo y la frustración porque haya sido ascendida a gestora de paz. Los sobrevivientes de ese frente, aunque han intentado reactivarlo, no han encontrado la manera de hacerlo.

Sin embargo, ahora que todo parece retomar el cauce viene lo más duro, pues se trata de dejar atrás las épocas de violencia, los sentimientos de rencor y no permitir que el germen de la guerra se reactive. El desafío es generar nuevas dinámicas que construyan en el mediano y largo plazo un tejido de prosperidad y de paz real.

Ahora es cuando viene el trabajo”, reflexiona el padre Jorge Alberto Tovar, director del Programa Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, con sede principal en La Dorada, que acaba de cumplir 10 años, y para quien lo importante es que sin hacer distinciones entre víctimas y victimarios los pobladores de la zona encuentren el camino para ejecutar proyectos que los saquen adelante.

“Hemos tenido muchas experiencias de víctimas y victimarios trabajando juntos. Hay testimonios que evidencian que sí es posible la construcción de paz, y que de una u otra forma todos tenemos que caber en ese mismo anhelo de búsqueda de la paz, en una apuesta por el desarrollo del territorio”.

Consideró que, como país, lo que se debe garantizar a las víctimas es que sean cambiadas las circunstancias que dieron origen al conflicto, para poder establecer una verdadera reconciliación.

Juan Carlos Arias, coordinador académico de la Defensoría del Pueblo Nacional y docente universitario, piensa que: “estamos obligando a las víctimas a que asuman el costo de perdonar, pero no les estamos pidiendo nada a quienes se lucraron de la guerra. En cuanto a los victimarios lo más importante es que garanticen la no repetición, y que pasemos a una situación si no igual, sí mejor que antes del daño que causaron”.

Gonzalo Uribe, campesino de sector rural de La Dorada, cuyo padre fue secuestrado a comienzos de los 80, también piensa en positivo. “No sé qué tan quijotesco sea hablar de perdón, pero creo que entre más se fortalezca el sector afectado, los afectadores se van a sentir cada vez con más ganas de participar, y poner la cara”.

¿Qué piensan las víctimas?

Alberto José Ospina

Su padre fue asesinado en Marquetalia por el Frente 9 de las Farc en 1983. Fue desplazado de Samaná por el Frente 47 de las Farc. En el 2004 fue golpeado y amenazado por paramilitares en La Dorada, municipio en el que había buscado refugio. Permanece en el puerto caldense hasta hoy.

Actualmente es secretario técnico de la mesa de fortalecimiento del noroccidente colombiano para casos de desplazamiento forzado.

Sobre un eventual encuentro con victimarios dice:

“Uno como ser humano católico pasa por muchas circunstancias, y hay gente a la que le ha ido peor. Nos han dicho que hay que perdonar y olvidar. Las secuelas quedan, a uno le quedan cicatrices. Un cura me dijo que no estaba completo sin el perdón…

La realidad es que violencia no puede haber, porque sería pecar en las mismas circunstancias. Uno va calmando esa rabia, uno dice listo, que se calmen las cosas… A Karina, chao, no quiero volverla a ver.

Los de las Farc, que entreguen sus armas y que paguen por sus delitos. Si yo cometí un delito, debo pagarlo y ellos tienen unos delitos muy grandes. Cómo van a tener participación política si son delincuentes… Eso es ilógico, no sé cómo nosotros que hemos sufrido vamos a apoyar una cosa de estas.

Unos líderes de autodefensas fueron a la cárcel y ahora están saliendo, ¿qué va a pasar con ellos? A nivel nacional la paz se ve muy bonita, pero a nivel interno no es así.

En el caso de Ramón Isaza, el comandante tiene que hacerse cargo de los delitos de los subalternos. Si están confesando se les debe dar una oportunidad, pero también hacerles un seguimiento.

¿Preparadas para el perdón? Yo lo miro como cuando hay elecciones, y me dan un mercado para que vote. Alivio la necesidad por unos días y después quedo en las mismas”.

José Édgar López

Al tercer día de ser contratado, en febrero del 2008, para ser erradicador de cultivos de coca sembrados por las Farc, una mina le explotó al lado. Un compañero murió, otro quedó amputado y él sufrió graves heridas con esquirlas y estuvo a punto de perder un ojo. Hoy lidera a las víctimas de Manzanares.

Sobre un eventual encuentro con victimarios dice:

“Son cosas muy difíciles de aceptar, pero pienso que si queremos que este país cambie y que haya una verdadera paz tenemos que perdonar. Yo no tomaría represalias, ni nada de eso, de pronto lo que les pediría al Gobierno y a las autoridades judiciales es que ellos tuvieran un castigo judicial acorde con el delito de cometieron.

Ellos deberían pagar una pena en una cárcel, que allá se arrepientan y que aprendan a hacer cosas distintas… porque esa gente no sabe hacer otra cosa que el mal. ¿Qué pasó con los paramilitares? Se desmovilizaron, les dieron unas ayudas, y después volvieron a delinquir. Hay que prepararlos, en construcción, en hacer zapatos, en agricultura… hay que llevarlos a que aprendan algo, porque qué nos ganamos que paguen años de cárcel si cuando salgan van a seguir delinquiendo.

Karina causó mucho daño en esta zona del país. ¿Por qué el Gobierno termina dándole un premio? Ella no es un modelo de paz.

Creo que a las personas les gustaría que sus victimarios vinieran a pedir perdón por todo el mal que causaron… pero además de pedir un perdón, y dar una reparación efectiva a las víctimas, también deben tener su castigo. Yo estoy casi seguro de que todas las personas están de acuerdo en que se pueden perdonar, se pueden escuchar, se pueden ver, pero también deben pagar por los delitos que cometieron”.

José Wilson Ospina

Fue víctima de los paramilitares en Marquetalia a comienzos de la década pasada, lo que lo obligó a marcharse de su pueblo durante un tiempo para proteger su vida. Hoy es el coordinador de la Mesa Departamental de Víctimas en Caldas, y gracias a eso también sabe interpretar el dolor de quienes fueron víctimas de las Farc en el oriente de Caldas.

Sobre un eventual encuentro con victimarios dice:

“La falta de acompañamiento psicosocial a las víctimas, en general, es el mayor obstáculo para que el día de mañana un posible encuentro con los victimarios, como Karina, no se convierta en un problema mayor. Las víctimas no están preparadas para eso. Sin el apoyo psicosocial no se podrá llegar a una verdadera reconciliación y a un posible perdón.

La gente no está lista para atender un caso de postconflicto sin tener la atención psicosocial especializada en conflicto armado, los psicólogos que vienen son muy pocos y se requiere que tengan un mejor acompañamiento.

Los victimarios son personas iguales a nosotros, hijos de colombianos, ellos también necesitan ese acompañamiento ¿cómo el Gobierno va a responder ante este problema?

Si se da un acuerdo en La Habana, ¿cómo vamos a hacer para convivir con los victimarios? Supongamos que Marquetalia tenga 10 o 20 hombres en la guerrilla, se desmovilizan y les hacen acompañamiento para presentarlos ante el Municipio. Si a usted le mataron la mamá o un hermano, cómo se va a encontrar frente a frente con él, cuál va a ser su reacción. Hay cosas que de pronto no se olvidan. ¿A usted con qué le van a cambiar el dolor?

Sobre alias Karina, a los habitantes de esta región del departamento esa guerrillera les dejó un pésimo recuerdo, y no va a ser fácil que puedan perdonarla”.

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