Llallagua, el municipio minero del amor precoz

Es mediodía en Llallagua y una pareja de adolescentes se pasea cerca de la plaza principal. La chica carga una mochila rosada y en la parte trasera de su uniforme deportivo se alcanza a leer un “Te amo”, escrito con marcador verde. No es la única que expresa su amor por las angostas calles de este municipio minero, también en las plazas y los centros educativos hay paredes pintadas con declaraciones de amor.

Escrito por:

Freddy Poma Fernández
Periodista Bolivia
Parejas adolescentes en Llallagua. (Fotografía: Freddy Poma)

Uno de los mensajes plasmado cerca de un colegio -“Laura y John, amor eterno desde esa noche”- llama la atención porque parece un mal chiste acerca de una realidad del municipio minero que hace parte de los 40 que hay en este departamento, en donde durante los últimos cinco años se ha registrado el mayor número de embarazos adolescentes de todo Bolivia. La tasa de embarazos de menores de edad entre los 15 y los 19 años con relación al total de embarazos en este departamento para 2012 fue de 204 por cada mil..

Y Llallagua es uno de los 14 municipios seleccionados por el Fondo de Población de Naciones Unidas como estudio de caso sobre el embarazo adolescente en Bolivia. La razón es que las cifras de niñas embarazadas no muestran una disminución, como sí ocurre en la mayoría de departamentos. Entre enero y octubre, 206 niñas y adolescentes embarazadas han acudido a los centros médicos.

No es nuevo, este municipio siempre ha estado bajo supervisión por las cifras rojas de embarazo precoz. Entre 2005 y 2015 fueron reportados por los centros médicos en promedio 711 gestantes. El año en que más niñas resultaron embarazadas fue 2007, cuando 919 acudieron a los centros médicos, un 67.27% del total de gestantes en el municipio ese mismo año (1.366).

Los años con menores índices fueron 2014 y 2015 con 294 y 328, respectivamente, según datos recolectados por la Secretaría de Salud del municipio.

Una historia repetida

Adolescentes en colegio de Llallagua. (Fotografía: Freddy Poma)

Acinco minutos de la plaza principal de Llallagua vive Brania, una chica de 18 años de edad quien lleva tres años siendo mamá y habita en un campamento minero.

En 2013 estudiaba en el colegio Bolivia y le faltaban cuatro años para concluir el bachillerato, pero conoció a Brado, un muchacho que jugaba fútbol en la cancha del campamento minero. Él tenía 18 años y estaba finalizando el colegio, era amigo de su hermana mayor. Se conocieron así, jugando en la cancha y se enamoraron. Seis meses después quedó embarazada.

En este distrito minero, hasta 2012 de cada diez mujeres embarazadas cinco eran adolescentes, según las cifras del Instituto de Salud.

“Los profesores nunca me explicaron. Cuando ya estaba embarazada, recién comenzaron a explicar. Mi mamá peor, no me dijo nada. Siempre nos decía que nos iba a ‘cascar’ si nos embarazábamos. Mi papá no hablaba de esas cosas. La que sí me había dicho era mi hermana mayor, pero yo no sabía cómo cuidarme”.

Los resultados de un sondeo hecho por una Organización No Gubernamental que trabaja en el municipio en 10 de las 30 farmacias de Llallagua, indican que el 34% de los clientes que compra un preservativo tiene entre 12 y 19 años de edad, el 66% restante son mayores de 20 años, mientras el 52% de los adolescentes son mujeres y el 48% varones, y las edades más frecuentes de este grupo de clientes son los 14 y los 16 años.

En un principio, cuenta la chica, Brado le preguntó si quería abortar, pero ella tenía clara su respuesta negativa. Entonces, él le avisó a su mamá y pidió hablar con los padres de Brania para anunciar el embarazo.

El 2013, año en que Brania quedó embarazada, 769 adolescentes registraron su gestación en un centro médico. Fue el último año en que las cifras significaban más del 50% del total de los embarazos en el municipio. En 2014 fueron 294 las chicas embarazadas y el año pasado se registraron 328, de las cuales solo 260 llegaron al control del cuarto mes de embarazo. Esto podría indicar que 68 gestantes perdieron o abortaron.

En la presente gestión aún no existen estadísticas que engloben las cifras de aborto, pero según Carlos Espinoza, el responsable en Llallagua del Bono Juana Azurduy (un incentivo económico del Gobierno boliviano para las mujeres gestantes que cumplan con los cuatro controles prenatales, el parto institucional y el control posparto), de las 211 embarazadas prematuras, solo el 62% lo recibe. Espinoza supone que muchas gestantes no conocen el beneficio económico o que muchas no lleguen al cuarto mes del control prenatal, que es un requisito indispensable, y una de las causas podría ser la pérdida o aborto del neonato.

Ese bono es una de las medidas que ha tomado el Gobierno boliviano para atender a la mujer, pero no ha servido para disminuir la tasa de muertes fetales confirmadas, que solo para este departamento entre 2015 y 2016 suma 18, quince varones y tres mujeres.

A trabajar en la mina

Brania, madre adolescente que vive en un campamento minero.(Fotografía: Freddy Poma)

Al enterarse que Brania estaba esperando un bebé, Brado comenzó a trabajar en el campamento minero La Salvadora. Su padre también trabajó en la misma mina antes de fallecer por una enfermedad en la próstata. Él es el tercero de sus cuatro hermanos y solo el menor no trabajó en la mina donde también viven. Llallagua tiene explotaciones de plata desde la época colonial y desde el siglo XIX se explota una de las minas de estaño más grandes del mundo.

Según el director del Centro de Promoción Minera (CEPROMIN) en Llallagua, Héctor Solís, trabajar al interior de la mina es el primer destino laboral de los padres prematuros, en segundo lugar está la albañilería y luego el comercio o negocios, la razón es que es la forma más rápida de ganar dinero sin necesidad de una formación académica. En una semana, un adolescente podría generar 2.000 bolivianos (285 dólares), 8.000 bolivianos al mes (1.142 dólares), cuatro veces más que el salario mínimo nacional.

“El año pasado fui a la bocamina de Cancañiri y le pregunté a un adolescente de 15 años, por qué estaba trabajando en la profundidad de la mina, si como joven podía encontrar otras alternativas de trabajo, él me dijo: “yo ya tengo mi pareja, tengo mis hijos y quién me va mantener y en dónde me van a pagar más o menos para sostener a mi familia”, recuerda Solís.

Cuando se inició el modelo del cooperativismo (1958), el 80% de los trabajadores de la minería era adolescente. En la actualidad, por el peligro que representa es prohibido este tipo de trabajo para menores de 18 años, sin embargo, los dirigentes cooperativistas los emplean porque así consiguen más gente buscando mineral. Por el carácter prohibitivo, no se registra ni se carnetiza de alguna forma a los obreros menores de edad y eso abre la posibilidad de posibles vulneraciones a derechos salariales, responsabilidades en seguridad laboral y demás.

“Sí, tenía miedo cuando él trabajaba en la mina. Pero de dónde también vamos a sacar dinero, no hay tanto trabajo aquí. Lo más peligroso es la dinamita”, dice Brania.

El 90% de los accidentes en mina lo sufrieron los adolescentes y jóvenes por falta de experiencia en manipulación de explosivos, detección de gases tóxicos, pisadas en falso, áreas de deslice, según las estimaciones del director de Cepromin en Llallagua.

El impacto social

Los registros de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia en Llallagua elevan a más de 800 casos anuales, los que son atendidos en edades entre los 12 y los 19 años de edad. El 70% está asociado a problemas de sexualidad y embarazo adolescente, según la responsable, Nidia Paniagua.

Las estadísticas logradas a partir de los casos atendidos indican que la mayor parte de los problemas de los adolescentes que buscan atención se relacionan con los padres que no quieren asumir la paternidad, la inasistencia familiar, el estrupo y la violencia en las familias prematuras. También hay consultas desde las familias por madres prematuras que no asumen su rol y tratan de revivir la juventud a costa del descuido de sus hijos, problemas familiares o hijas echadas de su hogar a causa del embarazo.

Uno de los datos más preocupantes que utilizó el Gobierno boliviano en la estructura de la inversión para la prevención del embarazo adolescente es la violencia sexual. Según cifras de Ipas Bolivia, remitidas por el Ministerio de Justicia, “cada año se registran 14 mil casos de mujeres violadas sexualmente y de este número el 60% ha sufrido una violación dentro de sus propios hogares. Bolivia es considerado el segundo país en América Latina con altos índices de violencia sexual, ya que los datos develan que 7 de cada 10 mujeres en algún momento de su vida han sido víctimas de abuso sexual”.

Lo que consideró el Gobierno es que esta violencia sexual no solo afecta directamente a las adolescentes, sino también a aquellas que no son abusadas pero viven en hogares donde sí hay víctimas.

Algunas veces la violencia se mantiene más allá de la familia. El Servicio Legal Integral Municipal (SLIM) contra la violencia a la mujer de Llallagua, encargado de registrar la violencia contra la mujer en familias ya constituidas a partir de los 18 años, decidió iniciar una campaña para la identificación de la violencia en el enamoramiento, puesto que los casos de violencia que se registra en parejas ya constituidas son producto de una relación en la adolescencia.

Los casos de agresión hacia la mujer en familias que están en el rango de 18 a 25 años de edad, pero que se enamoraron o se embarazaron en edad adolescente, constituyen el 25% de un total de más de 400 casos registrados en lo recorrido de este año.

Los niveles de violencia en el distrito minero son elevados. Una de las principales causas es porque las parejas fueron forzadas por los padres a constituir una familia por el embarazo. En este tipo de familias existe una probabilidad de un 90% de que sufra violencia, según Rosse Mary Valencia, asistente legal del SLIM en Llallagua.

Si bien no existen tasas de embarazo adolescente atribuidas directamente a la pobreza en Llallagua, el director de Cepromin y la responsable de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia coinciden en que es muy probable que las gestantes puedan terminar el colegio, pero es poco factible que inicien una carrera en estudios superiores. Los padres prematuros se dedican a la minería y a la albañilería, trabajos poco constantes y dependientes de coyunturas, y resignan aspiraciones académicas que puedan posibilitar un desarrollo social y humano.

Brania logró aprobar el año en que estuvo embarazada, pero el siguiente año se le complicó mucho con el bebé y tuvo que abandonar el colegio. Hoy espera un segundo bebé y resigna su sueño de ser policía. Ahora ella no quiere que su hija sea madre prematura y promete hablarle de ese tema cuando esté en el colegio.

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Dora Montero Carvajal
Editora equipo Bolivia