Caquetá es uno de los departamentos de Colombia que entre tantas injusticias y desigualdades que ha vivido el país, también ha sido marcado por el conflicto armado, en este territorio las comunidades indígenas sintieron en carne propia el miedo de la guerra, allí reposan las historias de los indígenas que perdieron su tranquilidad y armonía durante esa tarde del 21 de octubre de 1981.
“A las seis de la tarde del 21 de octubre de 1981 el cielo de la Amazonía fue atravesado por un gigantesco pájaro metálico, más de 150 guerrilleros ayudaron a trasladar el armamento en medio de la manigua, muchos de ellos eran indígenas Coreguaje, reclutados y entrenados por el M-19 para alimentar una guerra que cambiaría para siempre la vida de sus comunidades. Con la llegada de las armas, la región se convirtió en área estratégica para la confrontación”. Señala la periodista en su investigación
Esta investigación, es una muestra de las marcas que han quedado del conflicto, en el que mediante audios, testimonios de los indígenas, registros de prensa, libros, investigadores y académicos, se contrasta el despojo y las muertes que ha dejado la guerra. Consejo de Redacción en su libro “Memorias: 12 historias que nos deja la guerra” narra aquellas historias en diferentes caras del conflicto. Esta historia además del libro, se publicó en Agenda Propia, un medio independiente que coordina Edilma en este momento.
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Hablamos con la periodista Edilma Prada quien nos contó aquellos temas que estuvieron alrededor de la investigación y el acercamiento con las víctimas.
¿Cómo nace esta investigación?
Conocí de la historia en un viaje que realicé a una zona selvática del Putumayo, municipio de Puerto Leguízamo, en un proceso de investigación sobre temas ambientales. En ese recorrido tuve la oportunidad de llegar a una comunidad de indígenas de la etnia Coreguaje que se desplazaron del departamento del Caquetá por razones del conflicto armado en noviembre de 2003. En los diálogos colectivos con las familias comprendí que el pueblo Coreguaje -una etnia amazónica- fue duramente golpeado por distintos grupos armados (M-19, FARC y bandas de narcotraficantes) tanto en el surgimiento de esos grupos como en el control que hicieron por más de tres décadas.
Allí conocí dos datos importantes que guardan los abuelos indígenas en sus memorias, el primero fue la caída del avión de Aeropesca en 1981 con armas de la guerrilla del M-19, y el segundo, las masacres que se presentaron en varios asentamientos a finales de los 90 y años siguientes perpetuada por las FARC.
¿Cómo fue el trabajo de búsqueda de datos y fuentes?
Para el desarrollo de este reportaje de memoria histórica, sin duda alguna fue importante contar con las voces de los indígenas que entregaron los primeros datos. Luego organicé una línea de tiempo con información encontrada en documentos, registros de prensa y libros sobre lo que ocurrió en el territorio de los Coreguajes, ubicado en los municipios de Milán y Solano (Caquetá). También busqué a los indígenas desplazados que llegaron a Bogotá, y por supuesto quienes seguían en Caquetá. En este trabajo fue clave acudir a investigadores o académicos que estudiaron la lengua y las costumbres de esta Etnia.
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¿Cuál fue la estrategia para acercarse a los miembros de esta comunidad indígena, generar confianza para que contaran sus historias?
Caminar los territorios genera la primera confianza con las comunidades y tuve la oportunidad de hacerlo. Compartir con ellos en sus espacios como en las malocas, también permite establecer más cercanía, y lo más importante: escucharlos. Este trabajo se estructuró prevaleciendo las voces de los indígenas y siguiendo una línea tiempo, entonces los testimonios eran un soporte grande para narrar la historia. Otra técnica que utilizo en historias sobre temas indígenas son las entrevistas colectivas, esto con el ánimo de escucharlos y obtener más información en sus espacios, lo comunitario.
¿Cuáles fueron los principales retos de esta investigación?
Conocer con la mayor precisión lo que por más de 30 años sucedió con el pueblo Coreguaje en términos de afectaciones del conflicto armado; desde lo cultural, el exterminio físico, los crímenes de líderes y el desarraigo del territorio. Adicional a ello, comprender a los indígenas, pues ellos hablan la lengua Coreguaje, muy pocos hablan español, por ello fue necesario corroborar datos con documentos o registros de prensa y la ayuda del profesor Pedro Tulio Marín Silva, lingüista de la Universidad Nacional de Colombia.
¿Qué recomendaciones tiene para los periodistas que desean abordar investigaciones sobre Memoria?
Relaciono esta pregunta con memoria y temas indígenas, lo primero es conocer sobre el pueblo o la etnia y los contextos históricos y culturales. Lo segundo, caminar los territorios, conversar con los indígenas, probar sus alimentos, compartir en sus rituales; también es valioso realizar entrevistas colectivas, y con relación al conflicto armado hay que escuchar con paciencia sus relatos, los indígenas que han sido víctimas, también quieren ser oídos. En ese punto es bonito indagar sobre cómo se están recuperando de las heridas de la guerra, los indígenas tienen otras formas de tramitar el dolor, con sus rituales, por ejemplo. Debemos tomarnos el tiempo para comprender.
¿De qué manera considera que esta investigación contribuye a la Memoria del país?
Para los Coreguajes esta historia es valiosa porque no tenían escrito sobre lo que les ocurrió durante el conflicto armado, entonces creo que ese es un primer aporte, ellos tienen una rica memoria oral que sería importante también plasmarla en papel para que queden otro tipo de registros, y contar historias de la guerra poco conocidas es otra manera de contribuir. Me siento agradecida por haber escrito Coreguaje: voces de un despojo. Espero seguir aportando desde el periodismo en hacer memoria. Esta historia además del libro, la publicamos en Agenda Propia, un medio independiente que coordino en este momento.
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