La promesa de sacarlas de sus pueblos, llevarlas a vivir a una casa de familia acomodada donde podrían estudiar y en sus ratos libres “colaborar” con los oficios del hogar, fueron las promesas con las que sacaron de sus casas aún siendo menores de edad, a Reinalda Chaverra y Marcela Gutiérrez: las protagonistas de esta investigación.
Marcela Gutiérrez cuenta, que uno de sus trabajos, si tenía algún reparo sobre sus condiciones laborales su jefe le respondía: “Entonces se puede ir”. Foto cortesía: Paula Thomas.
Con las historias de esta dos mujeres se plasma la realidad de económica y social que obliga a algunas familias a enviar a sus hijas a trabajar a otras casas, donde además de generar explotación infantil se continúan vulnerando sus derechos, aún siendo mayores de edad, al no recibir el pago justo.
Le echó el cuento a mi mamá, Fermina, de que me iban a llevar a la escuela, que me enseñarían a leer y a escribir y que me darían vestimenta. Yo lloraba, imploraba que no me llevaran.
Extraído de la investigación.
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El pasado 12 de junio, se conmemoró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, donde, según el Departamento Nacional de Estadística, el 22,4% del total de la población infantil colombiana, entre 5 y 17 años, realizaba trabajo infantil. Por otro lado, y según cifras de la organización Internacional del Trabajo 218 millones de niños del mundo, en el mismo rango de edad, están ocupados en la producción económica.
Fue natural para ella convertirse en trabajadora doméstica a los 13 años, sin paga, sin afiliación a los sistemas de salud y pensión, bajo condiciones de violencia y excluida de cualquier derecho del que debería gozar una niña.
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En la investigación se narra el camino legal por el que han tenido que pasar las trabajadoras domésticas para que sea reconocido su trabajo, una situación propiciada desde el Código Sustantivo del Trabajo, que ignoraba sus derechos como trabajadoras y menores de edad.
Trabajaba de domingo a domingo. No tenía ni un día de descanso y no podía salir ni siquiera a la puerta. En dos años que estuve ahí nunca conocí el centro de la ciudad. Mi paga era ropa vieja.
Extraído de la investigación.
Reinalda Chaverra fue raptada por un grupo armado ilegal donde tenía que cocinar y lavar para cerca 15 hombres, y aguantar los abusos que el líder paramilitar le hacía cada noche. Foto cortesía: Karloz.
La violencia y migración es una constante en la historia de las trabajadoras domésticas, donde el ser una carga económica para los padres no es el único motivo para que las niñas o mujeres tengan que salir a la ciudad u otros municipios. Es ahí cuando además de ser víctimas de la violencia se convierten en víctimas de las malas condiciones del trabajo doméstico.
En nuestro país, el 61% de las trabajadoras domésticas gana menos de un salario mínimo, el 77 % recibe alimentos como pago en especie y al 99% no les pagan horas extras. Según cifras de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE (2010–2017). Extraído de la investigación.