Jeanfreddy Gutiérrez Torreses es periodista venezolano egresado de la Universidad Bicentenaria de Aragua y el director de Colombiacheck desde marzo de 2021. Tiene quince años de experiencia dedicados al periodismo de bases de datos, el fact-checking, el periodismo sobre ambiente, biodiversidad y cambio climático. Sus notas se han publicado en Efecto Cocuyo, Mongabay, Diálogo Chino y The Atlantic.
Con su llegada a Colombiacheck busca que el medio alcance otras audiencias a través de nuevas narrativas y formatos. En el Día de la Verificación de Datos hablamos con él sobre los retos que la pandemia le impuso a los fact-checkers y los proyectos de Colcheck para el 2021:
Hace casi un año estaban empezando las cuarentenas en Latinoamérica, un hecho que no solo trajo cambios económicos y sociales, sino que también permeó todos los espacios, entre ellos la difusión de desinformación en redes sociales. Un año después ¿cómo crees que la pandemia por el nuevo coronavirus cambió a los chequeadores y las estrategias para crear y difundir desinformación?
Antes de la infodemia -que fue el término que usó la OMS para equiparar la difusión de desinformación que tenía que ver con el coronavirus- la desinformación ya tenía unos precedentes muy importantes con la elección de líderes populistas en Estados Unidos y Brasil.
También, hace un par de años la desinformación anti vacunas, o desinformación que tenía que ver con salud antimedicina, provocó el rebrote de sarampión en Francia y California. Es decir, los desinformadores ya tenían experiencia, pero un poco, igual que con el virus, el mundo quedó asombrado cuando esto se expandió enormemente. Cuando nos tomó quizá un poco desprevenidos.
“Si voy a resumir, creo que finalmente estamos mucho más atentos, mucho más formados y mucho más seguros de la imperiosa necesidad y utilidad de trabajar en conjunto porque es un tema global que, similar al tema de las vacunas, no se va a resolver si no lo resolvemos en todo el planeta”.
Entonces, los fact-checkers del mundo están en dos situaciones en este momento: primero, agotados. La verdad es que los temas de salud mental, que ahora se conversan tanto, ya se discutían entre los grupos de fact-checkers frente a la necesidad de distracción y otros temas.
La autoexplotación por el home office hizo que de alguna manera los fact-checkers sufrieran de algo a lo que no habían estado expuestos y eso llevó a una reorganización de cómo se capta, se distribuye y se enfrenta la desinformación y, sobre todo, fue el inicio de un movimiento mundial de reclamo, de curaduría fuerte e intensa, hacia las plataformas de tecnología.
Porque, es decir, Facebook no hizo el trabajo que debió hacer, les falló a los fact-checkers incluso después de establecer una alianza para borrar o marcar el contenido que fue verificado. Esto no sucedió y más de 100 organizaciones en todo el mundo han pedido -no solo a Facebook sino a Twitter, Instagram y WhatsApp- hacer un mejor trabajo para frenar la desinformación y que una de las grandes responsabilidades que tienen ellos es no anteponer su modelo de negocio de venta de publicidad ante el debate público o la defensa de la democracia.
Sin embargo, con las redes sociales ahora tenemos más recursos, porque todo es un yin y yang. Últimamente, Facebook está dando herramientas que permiten explorar específicamente quiénes son los creadores y los principales difusores de la desinformación. No todo es oscuridad. Además, está formando semanal y mensualmente a los fact-checkers para utilizarlas.
Si voy a resumir, creo que finalmente estamos mucho más atentos, mucho más formados y mucho más seguros de la imperiosa necesidad y utilidad de trabajar en conjunto porque es un tema global que, similar al tema de las vacunas, no se va a resolver si no lo resolvemos en todo el planeta.
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¿Cambió la forma de hacer y difundir la desinformación con la pandemia?
Algunos investigadores ya habían mapeado que una de las cosas por las que creemos en la desinformación es porque neurológicamente estamos diseñados como seres humanos para ahorrar energía y sobrevivir, eso implica que elegimos las explicaciones más sencillas a los problemas complejos y entonces ahí la desinformación hace fiesta.
Es mucho más sencillo creer que el virus fue creado con algún interés comercial y político que este complejo entendimiento de las mutaciones, la zoonosis y la transmisión de los vectores. Además, por el sesgo de confirmación preferimos decir “sí, seguramente es una teoría conspirativa”. Es mucho más cómodo que las complejas explicaciones científicas y sociales. Esto entonces es lo mismo que está sucediendo con la infodemia, sino que la desinformación se multiplica por mil.
¿Qué es lo que han hecho ahora los desinformadores? Aprovechar los nuevos canales. En una entrevista a un troll ucraniano decía que ellos estaban explorando mucho más Youtube, Instagram y Facebook e incluso están monitoreando qué está sucediendo en Tik Tok, es decir, la gente se agotó en Twitter y por ello empezaron a utilizar otras estrategias. Youtube ha sido una de las grandes y novedosas armas de los desinformadores para llegarle, especialmente, a las nuevas generaciones.
¿Cuáles son los retos que, ahora más que nunca, tienen que afrontar los fact-checkers?
El primer reto, es incómodo pero hay que decirlo, es obtener la colaboración activa de las plataformas tecnológicas en el combate de la desinformación. Twitter hace poco creó una herramienta para que los usuarios de la comunidad ayuden a verificar contenido, también se estableció un canal con la Red Internacional de Fact-checking para hacer una encuesta global sobre qué creemos que debe pasar cuando gente como Donald Trump, Maduro o Bolsonaro, miente en las redes sociales.
Otro de los retos que tenemos es combatir el tema de los antivacunas -que ya tiene unos años y ahora se está explotando muchísimo- y llegar a nuevas narrativas, que como dice Maldito Bulo de España, «se deben utilizar las mismas narrativas de los malos para llegarle a la gente». Esto lo cito porque el fact-checking no puede ser tan serio en su narrativa, tiene que tener una cara más amable, ser sexy para llegarle a las audiencias y siempre tratar nuevos formatos. Por eso en Colombiacheck abrimos los canales de Telegram y TikTok, porque hay que llegar a las audiencias quizá antes de los desinformadores.
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En otras oportunidades has hablado de la demanda que existe con las nuevas narrativas y formatos. Frente a esto, ¿cómo el fact-checking debe implementar estas estrategias sin caer en el terreno de lo poco riguroso?, y específicamente ¿cómo se debe afrontar la crítica?, esto teniendo en cuenta que la postura de muchos colegas en el gremio tienden a asociar el periodismo que se muestra en nuevas plataformas como TikTok, u otras, como poco riguroso.
Lo primero es que el fact-checking es demasiado riguroso y quizá el problema que podríamos tener es que el periodismo usualmente no es tan dado a explicar cuáles fueron las fuentes, cómo fue el proceso, no se cuenta tanto la reportería, sino el resultado de ésta con la información ya procesada.
Ese es el periodismo, procesar la información y presentarla. El fact-checking es como decirle a las personas: fui a la puerta, hablé con el señor y me dio un papelito con el número. Es demasiado detallado. Entonces, el problema es la narrativa. Es llegar con este resultado que ya es demasiado riguroso, quizá preciso, con un poco de periodismo científico, y utilizar las narrativas más novedosas para alcanzar los públicos.
Sobre las críticas, yo lo viví, recuerdo aquel debate sobre si los bloggeros eran o no periodistas, cuando se ha hablado del periodismo ciudadano, el periodismo en línea y el periodismo multimedia. Ahí también se ponía en duda si eso era o no periodismo, pero es un tema generacional-tecnológico que supuso lo mismo cuando llegó la radio o la televisión. Con cada avance tecnológico hay un cambio de paradigma, porque el medio es el mensaje, como decía McLuhan, y entonces llegan las críticas, que no las voy a poner como malsanas sino simplemente como naturales, porque cambian las formas de hacer las cosas y de distribuirlas.
Entonces, básicamente con el fact-checking lo que tenemos que buscar es poner la cara amable de algo que es demasiado serio. Ante la post verdad, hace falta un postperiodismo y el fact-checking puede ponerle cara a ese postperiodismo.
¿Cuál es el análisis que se puede hacer frente al trabajo periodístico colaborativo en la pandemia? Háblanos un poco de tu experiencia desde EfectoCocuyo o lo que conoces sobre #CoronavirusAlliance y #LatamChequea.
Los panama papers lo dijeron más claro y la ICJN también lo dijo: el periodismo tiene que ser transfronterizo o no lo va a ser. Ahora, con la necesidad de revelar estas formas más complejas de corrupción, de datos escondidos y de complicidades es necesario que haya un equipo transnacional e interdisciplinario. En esta época es natural tener a ingenieros dentro de las redacciones para que nos puedan ayudar con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Pero así como te dije de los Panama Papers, también han salido una serie de investigaciones transfronterizas que solo son posibles con periodistas en muchos lugares del mundo. No se hubiese podido hacer todo el trabajo que hizo Latam Chequea o la #CoronavirusAliance si no hubiésemos tenido personas en todo el mundo.
Y esto porque muchos de los contenidos son zombies, entonces los matas en un lugar y reviven en otro con un idioma diferente. Esta colaboración internacional nos permitió reconocer fachadas, colores e idiomas y esto a su vez permitió que se estableciera muy rápido de dónde era la desinformación y si se había conocido en otro lugar.
Con las alianzas logramos una mirada antropológica, sociológica y de fuentes abiertas que hace identificar muy rápido la desinformación. Es una herramienta en vivo, en tiempo real que fue muy importante y que permitió crear en una base de datos que ha sido compartida por académicos, universitarios y ONGs. Permite hacer un mapeo de quiénes están diciendo las mentiras y esto hace que las soluciones también sean globales.
Hay muchos proyectos que se están cocinando y que vienen para Colombiacheck, háblanos de uno, un poco a manera de invitación ¿Por qué los periodistas deben estar conectados este año con Colombiacheck?
Te voy a hablar sobre el proyecto de Innovación que tenemos con la Red Internacional de Fact-checking y Facebook. Estamos construyendo una base de datos de 5000 chequeos de medios de verificación de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Panamá, Argentina y algunos países de Centro América que permita que cuando el ususario visite cualquier página web, al descargar una extensión en su navegador, le aparezca una especie de etiqueta nutricional que diga si esa página es confiable o si ha sido identificada como distribuidora de contenido engañoso por los fact-checkers de Latinoamérica.
Este proyecto va a permitirle a la gente tomar mejores decisiones cuando están navegando por internet porque a veces estamos un poco despistados sobre quién es el dueño, cuál es el historial de esta página y creemos más en el titular escandaloso. Básicamente, es una extensión para que cualquier usuario pueda navegar de forma segura y confiada en internet.
El criterio sobre la información que saldrá tiene que ver con cuántas veces aparece el portal en la base de datos de los chequeadores de Latinoamérica, pero también tendremos distintas informaciones para que la gente tome una decisión mucho más informada, que va desde hace cuánto fue creado el sitio web, quién es su director, quiénes son sus financiadores, etc. Es como cuando compras algo en el supermercado y quieres ver los ingredientes para a partir de eso decidir si comprarlo o no.
¿Quieres conocer más sobre los proyectos que se vienen para Colombiacheck en 2021?
Escucha la entrevista completa.