Silvia Ruiz, autora de este trabajo, profundiza en este tema y descubre los serios efectos que puede causar en las personas ser un migrante, tanto física como emocional y psicológicamente. A través de este trabajo, presenta las consecuencias que llevan silenciosamente a los migrantes, entre ellos, graves trastornos, si no reciben una ayuda oportuna y un apoyo adecuado.
Foto crédto AP
Partiendo del gran héroe épico griego Ulises, que da nombre al síndrome que aqueja de manera invisible pero cierta a los migrantes, el “Síndrome de Ulises” o el “Síndrome del inmigrante con estrés crónico”, Silvia explica con detalle cómo esta condición se desarrolla en situaciones de extrema gravedad, ya sea antes o después de la migración.
Este trabajo permite que el lector entienda la cruda realidad que viven los migrantes, y contribuye a que entendamos las enormes carencias materiales y afectivas que viven día a día y sus consecuencias.
Según la Organización de las Naciones Unidas, “Las grandes migraciones humanas están relacionadas con fenómenos como el hambre y el desempleo, las guerras, las persecuciones políticas, étnicas y religiosas, los cambios y catástrofes climáticas, la trata de personas, la decadencia o auge de ciertas regiones, etc.” Este tipo de migración es considerada negativa. Pero también existe la migración positiva, impulsada por la alta movilidad de capitales y los avances de medios de transporte y comunicación.
Tasas de migración en 2016: positiva (azul), negativa (naranja), neutra (verde), sin datos (gris). Fuente: Wikipedia
Silvia introduce al caso de una migrante sin papeles imaginaria, que podría ser cualquier mujer que dejó atrás su hogar y su familia, para tratar de encontrar mejores condiciones de vida.
A través de su caso, la periodista ilustra sobre las condiciones generales que viven los migrantes y que los llevan a sufrir del Síndrome de Ulises: el dolor de dejar a sus familias, las duras condiciones que encuentran en un país que les es extraño y en el cual tienen una condición migratoria irregular que les impide acceder a un trabajo y un salario digno, el miedo a ser deportados, entre otros.
No es de extrañar que toda esta situación en su conjunto y en simultáneo, lleve a los migrantes a sufrir procesos depresivos, de ansiedad o estrés postraumático y en muchos casos, afecciones físicas.
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El problema resulta complejo y más aún cuando los países no tienen políticas o estrategias para enfrentar esta situación, o en muchos casos, si las tienen, pero resultan insuficientes. Resulta igualmente preocupante, que las políticas de Estado se centran en los efectos físicos que conlleva la migración: hambre, falta de abrigo, de cobijo. Pero no indagan en los efectos psicológicos y emocionales, quizás, porque los efectos físicos son más visibles y resultan, al momento, más urgentes. Sin embargo, no hay que descuidar el aspecto emocional que puede ser tan o más delicado que el físico.
Fuente: Lifeder.com
Otro problema, es que muchas veces, los gobiernos enfrentan la crisis migratoria global como un problema de seguridad o de riesgo a la soberanía nacional, cerrando las fronteras y atacando a la población ilegal.
Resulta cada vez más evidente que los movimientos migratorios van en aumento, y los países están reaccionando con leyes migratorias más estrictas, pues tienden a ver la migración como problema y fuente de inestabilidad política, económica y social, con lo que las tensiones se dejan sentir. Todo esto se ha traducido en un aumento de la vulnerabilidad y de la fragilidad de los derechos de las personas migrantes.
Es por ello que esta investigación constituye una valiosa contribución para llamar la atención sobre este tema que ha sido tan poco considerado como es la dimensión emocional de las migraciones.
Algunas personas desconocen las maneras en que la migración afecta el bienestar mental y físico de los migrantes, éstos pueden ser mal diagnosticados, o en su defecto, no conseguir la ayuda adecuada. Por otro lado, los migrantes, ante el miedo de ser deportados, no buscan ayuda, convirtiéndose así en una más de las tantas historias anónimas que inundan el día a día de tantas ciudades. De allí la alegoría sobre Ulises cuando le dice al Cíclope: “Mi nombre es Nadie, todos me llamen nadie”, para proteger su identidad y su vida.
Es importante conocer y entender las dificultades emocionales particulares de los procesos migratorios, de la necesidad de desarrollar políticas que garanticen estrategias de prevención y atención psicosocial y de generar conciencia a profesionales de la salud, pero también a trabajadores sociales, líderes comunitarios, educadores y todo aquel que pueda intervenir en el proceso de adaptación psicosocial del inmigrantes, para poder ayudarles efectivamente.
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Hoy en día existen en el mundo 258 millones de personas migrantes. Ya sean venezolanos, turcos, africanos, colombianos, todas tienen derecho a una vida digna, con nombres propios.
Para Silvia Ruiz, tomar consciencia de estos efectos para combatirlos, constituiría un verdadero apoyo a los migrantes, para que no se conviertan en olvidados de la sociedad, para que no se transformen en personajes anónimos cuyo nombre sea “nadie”.
Para complementar la información, Silvia Ruíz nos comenta:
Este trabajo es parte de una serie de espacios en las que escribimos reflexiones cortas sobre temas relevantes a nuestro trabajo u otros temas en general de Derechos Humanos en los que estemos interesados. Esta entrada la escribí para el blog de DeJusticia, donde trabajo en temas de migración y en el pasado he trabajo estos temas en otros contextos.
La figura de Alba fue una herramienta de escritura para explicar la misma teoría del Síndrome de Ulises. Alba podría ser una persona en «x» contexto, es un fenómeno a nivel mundial, entonces también por ese lado Alba no es una persona real, yo quería hablar desde el comienzo del aspecto de salud mental de migrantes, que aquí en Colombia vemos que no ha sido muy tratado. También he cubierto el tema en Estados Unidos con niñas y niños migrantes que habían sido detenidos por autoridades y mi rol era ir a estos centros de detención a brindarles ayuda jurídica. El lado de salud mental de estos niños no estaba cubierto por ninguna entidad plenamente y también me preocupaba porque yo me sentaba a hablar con ellos en conversaciones muy cortas pero muy pesadas sobre sus historias de vida, para ver si cumplían los requisitos para solicitar el asilo. Además, nos llevó a tener conversaciones muy intensas con niños tan pequeños.
Realicé el trabajo en cuestión de unos días que me puse a revisar literatura y estudios que hablaran sobre salud mental. Así llegué al Síndrome de Ulises y empecé a leer un poco más sobre esa caracterización.
La situación de Alba se repite en las condiciones que viven muchos migrantes sin importar el lugar donde estén o el lugar de donde vengan.
Lee el trabajo original por aquí.