La Unidad de Investigación Periodística de la Universidad Politécnico Grancolombiano con el apoyo del periódico El Espectador, junto a un equipo conformado por periodistas, diseñadores y realizadores audiovisuales, liderado por Juliana Castellanos, docente, periodista y #AsociadaCdR, desarrollaron un trabajo periodístico que arroja datos y estadísticas sobre la evolución del microtráfico en Colombia y cómo este negocio clandestino atraviesa las vidas de niños, niñas y adolescentes en diferentes ciudades del país.
La investigación afirma que los adolescentes, son los preferidos por las bandas criminales, no solo porque son compradores potenciales, sino también porque son considerados elementos perfectos para distribuir tranquilamente la mercancía. ”El Observatorio de Drogas de Colombia ha identificado que los narcotraficantes y sus estructuras involucran a niños, niñas y adolescentes, porque les reduce el riesgo de perder mercancías, debido a que esta población no puede ser requisada fácilmente por las autoridades”.
El Colegio Juan Acosta Solera, ubicado en el barrio Los Olvios, es uno de los afectados por el microtráfico. La Policía inició controles en esta zona. Foto: Vanexa Romero. El Tiempo
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Así mismo el análisis de datos permitió corroborar las ciudades en la que el fenómeno viene en aumento. “Cundinamarca, Antioquia y Valle del Cauca son los departamentos que presentan el mayor índice de aprehensiones de menores en el periodo señalado”.
Mediante herramientas multimedia como mapas y gráficos interactivos, y producciones audiovisuales en las que se entrevistan a las fuentes testimoniales, el equipo de investigadores encaró esta problemática social.
Imagen tomada de “Microtráfico, un negocio con menores” – Mapa geográfico de las zonas con altos índices del fenómeno.
El trabajo de reportería permitió conocer a fondo cómo se mueve el mundo del microtráfico. De esta manera se construyó una serie de historias que componen las tres caras de moneda. La primera, los testimonios de jóvenes y sus familias, víctimas de las bandas criminales que circulan en las calles; la segunda, las versiones por parte de fuentes oficiales; y la tercera, las explicaciones de quienes hacen parte del negocio, que en su mayoría crecieron en medio de él.
Por ejemplo, el testimonio de un “dealer” que, con tan solo 14 años, ingresó a ser parte de las bandas criminales. El joven, quien, por cuestiones de seguridad, decidió ocultar su rostro, narró su camino en el mundo de microtráfico, dio detalles de cómo se maneja el negocio y la manera en la que hacen reclutamiento de menores.
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Mientras que la insuficiencia de políticas públicas y el limitado presupuesto para los sectores de educación y salud pública no cambien, las estructuras criminales seguirán creciendo. Pues, detrás de este fenómeno social existen dimensiones macro, debido a que el microtráfico o narcomenudeo hacen parte de los últimos eslabones del narcotráfico, cuyo proceso implica: la producción de drogas, su tráfico, la distribución a redes criminales locales y la comercialización; dinámicas que son ejecutadas a costa de la vulnerabilidad de los niños, niñas y adolescentes que por ingenuidad o necesidad terminan involucrados.
Foto: Semana
Juliana Castellanos en representación del equipo de la investigación “Microtráfico, un negocio con menores”, nos compartió cómo se logró desarrollar este trabajo periodístico:
1. ¿Cómo nace la idea del proyecto de investigación?
Es una idea que nació en 2017, cuando estábamos finalizando otro proyecto y en una de las entrevistas salió el tema del microtráfico. Empezamos a mirar qué era lo que se estaba publicando sobre microtráfico en aquel momento y era muy poco. Pero lo poco que hallamos siempre estaba vinculado con el tema del consumo de drogas.
Tuvimos un encuentro con un funcionario de la Defensoría del Pueblo, hace casi año y medio, y con esa persona hablábamos sobre el asunto y salían a la luz temas importantes de los que se hablaba muy poco en medios de comunicación, entre esos, cómo los menores trabajaban con grandes bandas criminales en el tema del microtráfico.
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Luego de esto, me reuní con una persona experta en el tema de microtráfico, del observatorio de drogas de Colombia. Con él, ratifiqué que los menores hacían parte del negocio en el último eslabón de la cadena, que es la comercialización, aunque en otros escenarios el sicariato y la extorsión a bandas competidoras.
Analizando la información, determinamos que podía ser muy valioso hacer un trabajo donde pudiéramos evidenciar que en Colombia los menores estaban siendo utilizados, o mejor dicho, reclutados para trabajar en el escenario del microtráfico con bandas dedicadas a esto.
Entonces la idea nace en 2017 y desde esa época empieza a trabajarse. Incluso hay un momento en que se da un boom en el país sobre el tema del microtráfico, por el asunto que salió en Agenda Pública de la dosis mínima y de si debían o no detenerse a personas que iban con determinada cantidad de drogas.
Pero para nosotros el asunto giraba más en torno al consumo.
Al menos 520 mil estudiantes de colegio, cuyas edades están entre los 12 y los 18 años, han consumido drogas por lo menos una vez en su vida. Fuente: El Tiempo
2. ¿Cómo fue el proceso de reportería y curaduría de la información recolectada?
El proceso de reportería consistió primero en hablar con expertos, gente de la Defensoría del Pueblo, del observatorio de drogas de Colombia, con los responsables directos de las políticas de drogas del país que es la oficina contra la droga que tiene el Ministerio de Justicia.
Tuvimos que analizar los datos que íbamos a solicitar dado que es un tema del que no se habla mucho. Finalmente decidimos solicitar a la policía de infancia y adolescencia, datos sobre aprehensiones o capturas a menores de edad por tráfico, fabricación y porte de estupefacientes.
También hablamos con el ICBF y les solicitamos datos sobre el tema. Ellos nos entregaron su base de datos de menores de edad que hacían parte de un proceso penal para adolescentes por el mismo delito: tráfico, fabricación y porte de estupefacientes; entre otras cosas porque en el país no hay un delito tipificado como “microtráfico”.
Entonces teníamos las bases de datos de estas dos instituciones.
La parte más compleja de la reportería fue buscar jóvenes que estuvieran en el negocio desde antes de la mayoría de edad, pues hablar con un menor de edad sobre el asunto era muy complicado. Esto nos demoró mucho, hasta que encontramos a una persona de 22 años que decidió contarnos su historia y que estaba en el negocio desde los 14 años aproximadamente.
Así mismo, ubicamos a un muchacho que había incursionado en el negocio del microtráfico, pero no había durado mucho y nos contó su historia. También hablamos con una niña sobre cómo se mueve el negocio de las drogas en el colegio a través de menores de edad.
De igual forma, entrevistamos a una madre cabeza de familia, que tenía problemas familiares pues un hijo había decidido entrar al negocio del microtráfico.
Consideramos que creamos un mapa de reportería interesante en el cual lo más complejo fue encontrar las fuentes testimoniales. Los jóvenes no querían sentarse frente a la cámara a contar cómo ingresaron al negocio del microtráfico.
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Visualización ofrecida por El Tiempo
3. Teniendo en cuenta que parte de los testimonios son relatados por víctimas y victimarios ¿Cómo fue el proceso de confidencialidad que estos jóvenes brindaron al equipo de investigadores?
Más que hablar con victimarios, hablamos con víctimas del reclutamiento de menores para el negocio del microtráfico. Realmente nosotros fuimos quienes ofrecimos confidencialidad sobre sus identidades. De hecho, las grabaciones que se hacen intentan no mostrar quienes son. Los participantes vieron el video final y aceptaron aparecer.
Teníamos una menor de diez años. En este caso tanto ella como su madre y su padre aceptaron que hablara. Es la entrevistada que menos se ve en el trabajo y está completamente de espaldas.
También hubo un joven de 16 años que temporalmente ingresó al negocio y nos cuenta que debió salirse porque su familia se dio cuenta. A esta persona se le oscurece la cara totalmente.
Fuimos claros en ofrecer un cuidado con la identidad de estos menores e incluso las personas adultas que aparecen dentro de los testimonios.
4. ¿Hubo fuentes que no atendieron entrevistas? ¿Qué herramientas utilizaron para poder realizar este tipo de entrevistas?
Tenemos la ventaja de hacer un ejercicio periodístico desde la universidad y esto de alguna manera ayuda muchas veces a que la información nos sea entregada. Realmente nunca tuvimos inconvenientes con las instituciones públicas a las que les pedimos información. Con la única fuente que fue difícil (aunque lo es para todos los casos) fue con los altos mandos de la policía de infancia y adolescencia el año pasado; pues incluso hace dos años habíamos hablado con un Mayor que lidera el asunto de la policía de infancia y adolescencia en Bogotá, pero a términos del país siempre es muy difícil hablar con las fuerzas armadas.
El ICBF a veces complica las entrevistas, pues se van volviendo poco facilitadores de informar sobre las cuestiones de los menores en el país. Son temas delicados, pero a veces esta institución, en nuestra experiencia, enloda mucho el proceso para hacer entrevistas a funcionarios. Aunque sí logramos que nos entregaran datos e información por medio de derechos de petición, obtener entrevistas con altos funcionarios del ICBF fue complicado. De hecho, nunca logramos que un funcionario nos diera una entrevista para este especial.
5. ¿Qué impacto ha generado la publicación del especial?
Nosotros lo hacemos en la universidad, lo publicamos en nuestra página web en la sección periodística y además hicimos un convenio con El Espectador para publicarla con el ánimo de que tuviera amplia divulgación.
Sí sentimos que ha tenido una respuesta importante, pues otros medios nos han buscado para tratar el asunto. Allí podemos medir el impacto y por supuesto, todas las visitas que tuvo el sitio web donde se publicó esta investigación sobre el reclutamiento de menores para el microtráfico.
Puedes leer este trabajo investigativo por aquí.