El lugar está un poco olvidado. Se siente el olor de la caña, extenso monocultivo de la región. Un olor fuerte. Sólo hay dos calles pavimentadas y, al entrar, lo primero que se ve es un viejo cementerio y una calle larga. Casi todas las casas son bajas, de bahareque, adobe y algunas de ladrillo. Hace calor, y en la vía principal se encuentra la casa de Fernando Barona, líder social de Santa Ana.
Este caserío está en la zona plana del sur del valle geográfico del río Cauca. Actualmente es territorio del consejo comunitario de la Zona Plana de Miranda (Comzoplan). En el pasado fue uno de los centros poblados más importantes del departamento Cauca, al igual que Caloto y Santander de Quilichao, porque en esa zona se concentró la bonanza agrícola de las haciendas esclavistas y ganaderas. Su población, en su mayoría, es negra, aunque con el tiempo han llegado indígenas y campesinos.
Los actuales pobladores recuerdan que sus prácticas culturales eran completamente diferentes. Antes se realizaban bailes típicos como el bunde, el torbellino, la danza y el joropo, y también algunas fiestas tradicionales en las que se hacían diversos rituales en conmemoración a sus creencias. Su economía se sustentaba en los cultivos de soya, millo, cacao, plátano y café, además de tener trapiches en los que se fabricaba panela. Con el transcurso de los años y la llegada de los ingenios en 1960, las dinámicas empezaron a cambiar y se dio inicio a la agroindustria de la caña de azúcar.
“Queremos recuperar nuestra historia. Nosotros trabajamos para que los que están creciendo, crezcan sintiéndose orgullosos de nuestro color, de nuestras tradiciones, de nuestra tierra, de Santa Ana, de que nosotros también hacemos país. Todo eso quedó en el PDET (Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial) y yo tengo fe en que se cumplirá”, afirma Barona.
Apuesta cultural
En el Acuerdo de Paz firmado con la extinta guerrilla de las Farc, se reconoció que los pueblos étnicos han contribuido a la construcción de una paz sostenible y duradera, así como al progreso y al desarrollo económico y social del país.
Asimismo, se admitió que han sufrido condiciones históricas de injusticia producto del colonialismo, la esclavización, la exclusión y el haber sido desposeídos de sus tierras, territorios y recursos, y se dejó constancia de que han sido afectados gravemente por el conflicto armado interno.
En consecuencia, se planteó que se deben propiciar las máximas garantías para el ejercicio pleno de sus derechos humanos y colectivos en el marco de sus propias aspiraciones, intereses y cosmovisiones.
Y uno de los escenarios que reflejó esa petición fue en el de la construcción colectiva de propuestas para incluirlas en el Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) Alto Patía y Norte del Cauca, una de las 16 regiones en las que se ejecuta esta iniciativa, pactada en el Acuerdo de Paz.
En las discusiones sobre las iniciativas que deberían incluirse en este PDET, guiadas por la Agencia de Renovación del Territorio (ART), se contó con espacios autónomos en los que se incorporó la perspectiva étnica y cultural a través de las dinámicas propias y cotidianas de las comunidades.
En Santa Ana se tomó el PDET como una herramienta para recuperar su historia y rescatar sus tradiciones ancestrales. Esta zona está representada por Comzoplan e involucra al corregimiento de Santa Ana y a las veredas San Andrés, Tierradura, La Munda y El Cañón.
“El objetivo que nosotros buscamos es el mejoramiento de la calidad de vida de nuestro territorio a través de la recuperación de nuestra historia, de nuestra ancestralidad, porque se ha perdido. El plan de etnodesarrollo lo hemos trabajado en el PDET y se logró la concertación de iniciativas. A pesar de que ahí quedaron plasmados todos nuestros sueños hay que reconocer que no todo se puede cumplir, hay que darle prioridad a otras cosas”, afirma Escolástico Lucumí, integrante del consejo comunitario Comzoplan.
Los planes de etnodesarrollo en las comunidades son trazados a largo plazo y se construyen a partir de un ejercicio de planeación colectiva y democrática. En ellos está el sentir de las comunidades, sus principales necesidades, sus apuestas en términos de proyectos, no solamente productivos, sino también culturales.
En su apuesta colectiva de construcción territorial, gobierno propio, autonomía y fortalecimiento de sus principios, los planes de vida y de etnodesarrollo no sólo se constituyen en las columnas de la vida cotidiana de las comunidades, también proponen el horizonte político hacia donde pretenden caminar las organizaciones indígenas y afro.
“Con la directiva de Comzoplan nos reunimos en tres ocasiones para definir la ruta. Había dos opciones: una, que la ruta PDET la hiciera el consejo comunitario; y la otra, que el consejo se uniera a la ruta de la ART. Ellos acogieron y apoyaron la segunda opción y acompañaron todo el proceso de elaboración de la ruta, la fase comunitaria, municipal y la regional”, explica Amador León Yule, gestor local de la ART en Miranda, Cauca.
El Consejo Comunitario Comzoplan se centró en articular sus convicciones en los ocho pilares PDET, que incluyeron retomar sus prácticas ancestrales, como el regreso de las parteras, la fabricación de sus propios productos, replantear el término educación por etnoeducación y de esta manera recuperar la historia de su vereda, que para ellos es la parte central de todo este trabajo.
Recuperarlo todo
Para Barona, la articulación del PDET fue un ejercicio auténtico y reitera que tiene fe y confianza en que el sistema organizativo de este plan de la subregión Alto Patía Norte del Cauca, va a dar resultados. No sólo en el tiempo estipulado para su ejecución (10 años), sino antes, en la zona plana de Santa Ana, que es, a su juicio, la zona más debilitada y menos visibilizada que tiene el municipio de Miranda, Cauca.
“En la parte educativa y cultural plasmamos nuestras tradiciones, tenemos que pasar a ser etnoeducativos, desde ahí empezamos a recuperar lo ancestral”, dice Katherine Trujillo, vicepresidenta de Comzoplan. “Vinculamos con el PDET la historia de nuestra Santa Ana porque está inconclusa, perdida, y pensamos que es un gran espacio donde podremos rescatar las tradiciones, como cuando se morían las personas, los rezos de las nueve noches, se hacían las tumbas, un altar, bundes a los niños y en octubre se hacía la procesión, se sacaba la Virgen. Todo se ha ido perdiendo. Todo eso es la historia y queremos recuperarlo todo”.
De acuerdo con Lucumí, en los pilares quedaron plasmados los sueños de su territorio, pero hace un llamado a la comunidad para que se empodere más de las organizaciones, de las convocatorias que se realizan, y advierte que en todos estos procesos es necesario tener su apoyo.
“A partir del proceso PDET nosotros soñamos en grande, soñamos que nuestro pueblo por ser un pueblo histórico, se encamine a un desarrollo bastante importante. Necesitamos reconstruir a Santa Ana, recordar quiénes éramos. Los que quedamos seguimos en la lucha, reconstruyendo este territorio“, expresa Lucumí.
Según Barona, todo quedó plasmado en el Pacto Municipal para la Transformación Regional de Miranda, Cauca y posteriormente el Plan de Acción Para la Transformación Regional (PATR): “Nosotros queremos que en el puesto de salud quede lo nuestro, las parteras, en lo que creemos, queremos recuperar lo ancestral”.
Este líder insiste en que para ellos es muy importante recuperar su historia a través de los diferentes procesos: “Eso quedó en la parte cultural de los pilares, queremos en el sistema agropecuario recuperar las costumbres ancestrales de los productos, eso quedó en agricultura, y necesitamos que el gobierno nos ayude a conseguir unas tierras, no para hacer viviendas sino para producir comida. Esto se está creciendo, necesitamos terreno”.
“Lo que buscamos es salir del olvido”
Las iniciativas priorizadas por Santa Ana quedaron plasmadas en el Pacto Municipal de Miranda y, posteriormente, en el PATR. Actualmente la ART se encuentra en la etapa de estructuración de los proyectos en los 170 municipios que hacen parte del PDET.
De hecho, el pasado 26 de marzo abrió dos concursos de méritos para la formulación y estructuración de proyectos de infraestructura y reactivación económica, con una inversión de $27.363 millones, con los cuales se busca convertir las necesidades de las comunidades planteadas en los PDET, “en proyectos concretos y con la viabilidad técnica y financiera para ser presentados ante las diferentes fuentes de financiación”, anunció la ART a través de un comunicado de prensa.
Así la cosas, esta agencia estatal espera que para diciembre de este año se hayan estructurado entre 360 y 440 proyectos “que serán entregados, una parte, a las alcaldías municipales, y los otros serán presentados para cofinanciación y gestión de recursos a diversas fuentes del sector público, privado y de la cooperación internacional”.
Esneyder Gómez, asesor de la ART, precisa que “la idea es coger cuatro iniciativas subregionales para iniciar la ejecución de los planes, y por cada municipio, seleccionar cuatro propuestas municipales. La Universidad Sergio Arboleda va a operar en esta cuestión apoyando la estructuración del 50%. La otra parte la hará la ART”.
Agrega Gómez que “las iniciativas y toda la inversión deben estar acordes a lo plasmado en los pactos y el PATR. Ahí está nuestro marco de acción, en lo que dijeron las comunidades. Se busca que ahora que el gobierno le apueste a tener dentro del Plan Nacional de Desarrollo una hoja de ruta trazada con el PDET para que estemos encaminados hacia el mismo fin: darle cumplimiento de los acuerdos”.
Los pobladores de Santa Ana están en total disposición de apoyar el PDET. “Vamos a hacer gestión por el pacto y el PATR. No estamos muy seguros de que el pacto municipal se haga realidad, sin embargo, tenemos confianza en que desde el PATR van a llegar unas empresas para hacer inversión social”, asegura Barona.
Sin embargo, para Lucumí se debe ser estratégico y pensar en las iniciativas de beneficio común: “Para Santa Ana directamente no tenemos identificados proyectos, pero somos conscientes de que lo que logremos desde la cabecera municipal va a beneficiar a todos”.
El consejo comunitario Comzoplan está a la expectativa de que a través de los recursos que vayan dirigidos a los Pactos Municipales, puedan empezar a implementar sus iniciativas priorizadas, todas encaminadas a la recuperación de su historia y su cultura ancestrales. “Esperamos que se pueda conseguir el objetivo, esa gran paz tan anhelada y desarrollar todos los procesos que quedaron plasmados en el PDET. Lo que buscamos es salir del olvido para sacar adelante la comunidad”, expresa Trujillo.
Por su parte, el gestor León Yule recalca la responsabilidad que se tiene desde la institucionalidad para el desarrollo del PDET y asegura que “es una herramienta de planificación y de gestión elaborada con la comunidad y fortalecida con el municipio, con las organizaciones, con las entidades sociales”. Además, insiste en que “es responsabilidad del Estado, a través de los PDET, dar la respuesta a las comunidades en torno a las iniciativas que ellos analizaron y quedaron escritas en los Pactos y el PATR. Nosotros seguimos avanzando y tratamos de darle respuesta a estas iniciativas”.
Este reportaje es el resultado del proyecto periodístico colaborativo ‘Los números del posconflicto’, que pretende abrir los datos y sumar a la construcción de una agenda de seguimiento sobre los dineros para la paz en Colombia. Iniciativa de Consejo de Redacción y VerdadAbierta.com en alianza con Co.Marca digital.