Hace 4 años, Hendrick Javier Bracho Montero llegó a Maicao, un municipio ubicado en el departamento de La Guajira. Solo tenía su bolso, una muda de ropa y el dolor en el alma que le dejó la pérdida de su hermano; jamás pensó que en esa ciudad fronteriza encontraría la paz que tanto anhelaba.
Bracho Montero llegó en 2020. Según cifras de Migración Colombia, entre enero y octubre de ese año, 148.177 venezolanos ingresaron al país por el departamento de La Guajira, que limita con el estado de Zulia, Venezuela.
Maicao, conocida como la Vitrina comercial de Colombia, era una ciudad desconocida para Bracho, quien, aunque percibió que había poca oportunidad de conseguir un empleo, decidió quedarse, esperanzado.
En enero de 2020, Hendrick Javier empezó su travesía para salir de Venezuela. Arrancó en Maracaibo, la ciudad a la que, sostiene, nunca regresará: “No tengo nada que buscar allá. Mi único familiar era mi hermano, pero falleció producto de una enfermedad”, dice con un nudo en su garganta al recordar a Enyerbert, a quien él considera todavía como un padre, más que un hermano.
Ya en Maicao, los días transcurrían sin que Hendrick consiguiera dinero para comprar alimentos: “Pasé algo de necesidad, pero de repente vi la oportunidad de dedicarme al reciclaje”, contó mientras rememoraba los días que pasó reciclando para juntar dinero para comer.
Para él, luego de cuatro años de vivir en Colombia, y a sus 31 años de edad, la felicidad tiene muchas formas: un nuevo vínculo familiar, pasar tiempo con su pareja, la amistad y, sobre todo, haber encontrado en el reciclaje una forma digna de sobrevivir y de reconstruir su vida.
Conversamos con él en su vivienda, construida con paredes de barro firme, un techo con pedazos de calamina y una puerta de madera corroída, medio abierta, que permitió ver el espacio que Hendrick Javier construyó gracias a su trabajo.
Al preguntarle cómo pudo conseguir el espacio para construir su vivienda Bracho Montero cuenta que: “Fue una bendición, ya que el señor Sergio se condolió de mí y me permitió quedarme aquí, diciéndome: si te portas bien y me cuidas la zona no hay problema”. Se sienta en una silla, toma entre sus piernas a Catire, un perrito que rescató de la calle y observa la pared de más de 20 metros de altura que da a un negocio de esparcimiento familiar, propiedad del hombre al que solo mencionó con su nombre de pila.
Del reciclaje al rescate de los perros en las calles
Para Bracho Montero, las sensaciones de sufrimiento y dolor que traía en su alma cuando llegó a Maicao, cambiaron por completo cuando se dedicó al reciclaje. El amor por el prójimo y, sobre todo, por los más desprotegidos, hizo que se convirtiera en “El encantador de perros de Maicao”. Hendrick habla de sus dos primeros rescates y replica: “La India es la que me rescató primero a mí de las calles, con ella fueron mis primeros pasos, luego rescaté a Tigre, ellos dos son mis compañeros cuando salgo a reciclar”, rememoró con una sonrisa de satisfacción y amor por sus animales.
Mientras la conversa avanzaba, Bracho Montero se levantó de la silla, ingresó a su vivienda a buscar alimento para perros, miró hacia un caño de aguas residuales y volvió a hablar de su hermano: “En mi mente siempre lo recuerdo riéndose, no hay un día que no piense en él, siento que me guió para que rescatara los perritos de la calle, lo llevo en mi mente y mi corazón”. Sus ojos se encharcan un poco, pero sonríe al volver al presente.
Convive con 12 perros. Otro de ellos es Príncipe, al que recogió en la calle; no tiene movilidad en sus patas traseras y tuvo varios tumores que pudo atender con la ayuda de una fundación llamada Patitas Maicao, de la cual ahora es miembro activo. “Lo llamé Príncipe, porque anda en su carroza, él es inquieto y es quien se queda en la casa cuidándola cuando salgo a reciclar, es inquieto y juguetón, a pesar de que no puede moverse bien”, relata, mientras toma al perro entre sus manos y le da un poco de croquetas.
“No solo rescato los perros, todo tipo de animales”, expresa al sentir que con esta labor adicional al reciclaje está ayudando a los animales que están desprotegidos en las calles de Maicao. “La mayoría me los llevo para la Fundación, allá he recibido un gran apoyo por los directivos, me ayudan económicamente, con alimentos y medicamentos para los perros”, cuenta. Hendrick Javier se sienta y observa la hora en su reloj; está atento a su salida al reciclaje por las calles desoladas del centro de la ciudad.
De sus cualidades, Bracho Montero habla con voz activa y potente: “Me le mido a todo: pinto casas, locales, barro patios, no tengo problema en hacer cualquier cosa que sea para ganarme algo de dinero honradamente”, declara. Luego de cuatro años de estar en Maicao y a pesar de que ya cuenta con el Permiso por Protección Temporal, no ha podido conseguir un trabajo estable.
El panorama de Migración Colombia sobre Maicao
La base de datos y registros de Migración Colombia seccional La Guajira, revela que hasta el 31 de diciembre de 2023, en el Puesto de Control Migratorio y Centros Facilitadores de Servicios Migratorios, durante los procesos de preregistro y registro del Permiso por Protección Temporal (PPT), 69.121 migrantes expresaron la intención de quedarse en Maicao, de los cuales más del 80 por ciento se mantiene en la informalidad.
Ante estas cifras, el director de la autoridad migratoria en La Guajira, Jair Ortiz Peñaranda, señaló que: “En Maicao se estima que hay aproximadamente 70.000 migrantes con vocación de permanencia, regularizados a la fecha hay aproximadamente 54.000, mientras los que están en el registro son unos 64.000. No todos los que están tienen PPT, pero todavía tienen la posibilidad de acceder a la regularización migratoria”.
Sobre las oportunidades laborales de la población migrante en Maicao, Ortiz Peñaranda explicó que se prevé intervenir de manera articulada con otras instituciones del Gobierno Nacional como el Ministerio del Trabajo, a través de Programas como Saber hacer vale, para la incorporación laboral de las personas migrantes. Pero, según dijo, aún no hay avances, lo cual explica por qué Hendrick Javier Bracho Montero debe reciclar en las calles para poder vivir. Él es uno de casi 64.000 migrantes que viven permanentemente en Maicao.
Construyó la felicidad en su propio espacio
A Hendrick Javier Bracho Montero no le ha tocado nada fácil en su vida, pero, como narra él, ha sabido disfrutarla en sus altas y bajas, tanto en Venezuela como ahora en Colombia: “Hay personas que me comentan cosas que les han pasado, se lamentan, pero miro y pienso que no han vivido lo que yo he vivido en todos estos años y, aún así, desde donde estoy, vivo feliz con mis perritos”. Se levanta nuevamente de la silla, toma una bolsa de agua, lava sus manos, se lleva un poco al rostro para refrescarse y recuerda que logró avanzar en los estudios en su país de origen.
“Logré terminar el bachillerato, luego estudié varios semestres de Contaduría Pública en el Instituto Universitario de Maracaibo IUTM, pero no terminé por la muerte de mi hermano y la situación en la que quedé: solo, en una ciudad en donde no tenía nada qué hacer, lo mismo que acá, reciclar para poder sobrevivir, por toda la crisis social y económica en la que se estaba sumergiendo Venezuela”, comenta, mientras vuelve a sentarse en la silla y fija su mirada hacia el cielo.
Sin embargo, Hendrick Javier no siente vergüenza de ocuparse en el reciclaje: “Siempre lo hago en las madrugadas, me levanto a las 4:30 de la mañana, me alisto y salgo a buscar mi carretilla. Pero, eso sí, no me olvido en buscar a Tigre y a la India; sin ellos no salgo, son mis compañeros, ya que recorremos cada uno de los sectores hasta llegar a la zona del mercado público, allí todos los perros se nos acercan, ya me conocen, les llevo comida que desechan en los restaurantes. Con todos ellos me siento protegido, me siguen por todo el recorrido, reciclando”, cuenta de su rutina diaria mientras pasa una de sus manos por la barbilla y expresa una notoria sonrisa.
“Si alguien me tiene que querer, tiene que hacerlo con uno, dos, tres…”, dice al referirse al hablar de que la mujer que se interese en él debe sentir lo mismo por sus 12 perritos. “Es un amor tan grande el que siento por ellos que, cuando tengo de comer, me quedo aquí con ellos cuidándolos, haciendo aseo en la casa, siento que mi felicidad ahora está con ellos. Sí, he tenido novias, pero no aceptan cómo vivo con mis animales”, señala, reiterando que, sin importar las condiciones en las que se encuentra viviendo, disfruta vivir el ahora y el momento que Dios le da.
Para Bracho Montero, reponerse de la pérdida de su hermano no fue fácil y ahora de nuevo alberga un dolor en su alma, pues perdió a uno de sus fieles compañeros: Tigre, a quien halló muerto producto de un envenenamiento cuando salió una madrugada a realizar su recorrido de reciclaje, como habitualmente lo hace. “De mi hermano tengo sus recuerdos en mi mente, de Tigre me quedará un video en el que posa feliz dentro de mi carretilla para acompañarme a reciclar. Es lamentable que haya personas que no quieran a los animales y hagan este tipo de cosas. Ellos – [los animales] también sienten, sufren y quieren”, finaliza.