Luego de la firma del Acuerdo de Paz en el 2016, Colombia y la atención mediática estaban enfocadas en cubrir el proceso del posconflicto. Durante el 2017 la mayoría de las noticias giraban en torno a la entrega de armas de las FARC, el proceso de reincorporación en las ETCR y los retos logísticos y económicos a los que entraba no solo el gobierno colombiano sino, también, la ciudadanía en general.
En ese mismo año, un fenómeno migratorio sin precedentes para nuestra nación se asomaba por las fronteras, durante el 2017 la migración de Venezuela a Colombia aumentó en un 110%; a través de la frontera pasaron más de 35 mil venezolanos. Aunque el panorama del vecino país indicaba que esto podía suceder en cualquier momento, ni los colombianos, ni el gobierno, ni la prensa estaban preparados para ello.
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Al igual que varios países europeos, la prensa colombiana no estaba lista para cubrir un fenómeno migratorio tan grande que a junio de 2019 ya registraba más de 1’400.000 personas en Colombia. José Guarnizo, ex redactor de la Revista Semana y cofundador del portal Vorágine, analizó los retos, los buenos y malos ejemplos, las consecuencias y dificultades de cubrir la migración para crear este manual que busca orientar a los periodistas y enseñarles a cubrir la migración.
Puntos para tener en cuenta a la hora de investigar y publicar una historia de migración
Derechos Humanos
Lo primero que se debe tener en cuenta es recordar que todos, incluyendo a los migrantes indocumentados, gozan de los mismos derechos que cualquier persona natural. No podemos pasar por alto cualquier violación de algún derecho a un migrante solo por considerar que es más urgente pensar en los ciudadanos locales. El periodismo es a veces un puente entre el Estado y los ciudadanos para vigilar que a las personas, independientemente de su nacionalidad, se les garanticen los derechos.
No juzgar
Antes de juzgar hay que recordar que los colombianos también fuimos migrantes en una época. Durante más de cuatro décadas, Venezuela fue el país en el mundo que más acogió colombianos que iban en busca de un porvenir o que huían de la violencia. Hacia 1970 había 177.973 colombianos en Venezuela, mientras que en Estados Unidos el número era de 63 538. La tendencia durante los años siguientes se mantuvo. Se calcula que para el año 2000 los colombianos en el vecino país llegaban a 608.691, en tanto que en Estados Unidos apenas pasaban del medio millón.
Alteridad
El periodista debe ponerse en los zapatos de un migrante. Migrar significa dejarlo todo, significa caminar hacia ‘castillos en el aire’ por no saber qué hay más allá de la frontera. Migrar significa pensar más en futuro que en presente, es desarraigarse, es hacer una maleta con cepillo de dientes y un par de fotos; es, como decía el periodista Alberto Aguirre, “ver el mundo con rejas porque el único lugar libre es donde no se puede estar”.
Afuera las estigmatizaciones
Muchas veces, los boletines de prensa local o nacional, hablan de los extranjeros como delincuentes por el solo hecho de no tener papeles. En estos casos el periodismo —lo decía Gabriel García Márquez— no puede volverse rehén de la fuente oficial. La independencia periodística también se ejerce cuando un periodista se desmarca del lenguaje que usan las fuentes estatales, sobre todo aquellos mensajes que reducen la realidad a mostrar resultados institucionales sin ninguna contrastación.
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Cuidado con las expresiones
‘Hordas de migrantes’, ‘Olas de migrantes’ o ‘Éxodo masivo’ son algunas de las frases que presentan a los migrantes como una amenaza a la sociedad a la que llegan. Sin embargo, no son las únicas expresiones amenazantes, a menudo podemos encontrar una diferenciación (en las piezas periodísticas) entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ como “los extranjeros que llegan a tomar nuestros trabajos”. Este tipo de frases pueden causar una distancia aún mayor entre los nacionales y los migrantes.
¿Y los delitos contra los migrantes qué?
Huir de un país y atravesar otro a pie significa correr un sin fin de peligros. Muchos migrantes han sido asesinados, desaparecidos o simplemente han muerto por falta de auxilio en algún tramo de difícil acceso en el camino recorrido. Existen ciertos tramos entre las fronteras con Venezuela, Panamá, Perú, Ecuador y Brasil que podrían llamarse ‘rutas de la muerte’. Muchas veces, cuerpos de migrantes han sido enterrados como NN por la imposibilidad de contactar a las familias. Ahora bien, en este punto no hemos mencionado el tráfico de migrantes y la trata de persona, los carteles de la droga han visto un gran potencial en estas personas para transportar armas y cocaína.
Fotografía tomada por José Guarnizo en el año 2018, en un sitio del páramo conocido como La Laguna.
Así como hay derechos, hay deberes.
El migrante está obligado a cumplir las leyes y la constitución al país que los recibe o por el que transitan. Cualquier incumplimiento de esta será sancionable.
¿La nacionalidad es un delito?
Cuando un colombiano comete un delito en el extranjero, ¿El titular menciona su nacionalidad? El periodismo internacional está lleno de ejemplos en los que un delincuente extranjero es mencionado no solo por el delito sino también por su nacionalidad. ¿Es esto válido? ¿Por qué si un venezolano comete un delito no conviene especificar su nacionalidad? ¿No publicar la nacionalidad es mentir? En cuestiones de ética, decía Kant, uno es el legislador de sí mismo. Y por ende el periodista, desde la individualidad, es quien debe plantearse qué camino tomar.
¿Cómo dirimir el dilema entonces? En el concepto de lo justo podría estar la respuesta. El 99% de los delitos en el país los cometen colombianos. ¿Es justo entonces mencionar la nacionalidad de un extranjero cuando lo comete? Si no existe una incidencia significativa en el número de delitos que los extranjeros cometen en Colombia mencionar su lugar de origen lo que hace es generar una percepción que no es proporcional y por tanto injusta. Esto lo que hace es estigmatizar a una población que de por sí ya es vulnerable. Si en una sala de redacción hay vía libre para titular «venezolano roba un banco», debería también dejar la puerta para poner como encabezado «colombiano roba un banco» cada vez que eso ocurra. ¿No es absurdo? Claro que lo es.
El derecho a la NO devolución
Todos los periodistas deberían tener claro que, las actuaciones recurrentes en un pasado cuando una autoridad como la policía cogía a un migrante indocumentado y lo devolvía al país, son actuaciones arbitrarias que van en contra al principio de la no devolución.
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