Constanza Bruno es una periodista egresada de la Universidad Autónoma del Caribe, cuenta con una maestría en Conflicto y Paz de la Universidad de Medellín. Ha realizado múltiples investigaciones sobre conflicto, memoria histórica y víctimas. Además, ha trabajado con diferentes organizaciones sociales, fundaciones y universidades.
En medio de su investigación ‘Las mujeres y el río’ se encontró con relatos desgarradores de madres que aún lloran y buscan a sus familiares. Este es el ABC que nos deja nuestra #AsociadaCdR para entrevistar sin revictimizar a los familiares de las víctimas de desaparición forzada.
Recomendamos leer la investigación ‘Las mujeres y el río’ para tener un contexto más amplio del ABC.
A)
La primera sugerencia es precisamente no entrevistarlas, no quieren ser interrogadas. Acceder a ellas con respeto diciéndoles que nos gustaría conversar con ellas para que nos cuente quién y cómo era su familiar, para que a la hora de narrar la historia contemos la calidad de ser humano que perdió esa familia y Colombia. Esto implica cederles el protagonismo y escucharlas hasta que ellas decidan.
B)
Narrar con respeto la simbología de la memoria histórica que los familiares han construido en sus procesos de búsqueda, por ejemplo, aquellas madres que ante la ausencia de sus hijos han sembrado árboles en los parques y riberas de ríos, que además han bautizado con el nombre de sus hijos, porque es una forma de resistir y es un sitio de encuentro donde llorarlos y recordarlos desde la vida.
C)
No subestimar los testimonios de familiares de victimarios (combatientes o excombatientes que aparecen como NN en los cementerios o de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos y que pertenecieron a grupos armados). No juzgarlos, primero porque para ninguna madre su hijo ni fue ni es malo, siempre será su hijo. Muchas madres están buscando y reclamando públicamente los restos de sus hijos desaparecidos hace muchos años en combate. Antes no se les permitía ni mencionar sus nombres por la sanción social a la que estaban expuestas, pero recuerden que muchos de ellos fueron reclutados muy niños. Detrás de cada victimario hay una historia y, en un conflicto armado como el de Colombia, muchos de ellos primero fueron víctimas. Los medios de comunicación están morosos de mostrarnos más historias de victimarios, no para irrespetar la memoria de las víctimas, sino para la construcción de memoria histórica y apostar a la verdad. Esas voces son necesarias para seguir armando el rompecabezas de la desaparición forzada y para hacer memoria buscar la verdad desde todas las orillas.
D)
No basta con conversar, narrar y publicar la historia. Contribuir a la verdad y a la construcción de memoria es brindarle herramientas a familiares de víctimas de desaparición forzada de relatar, escribir y apropiarse de su historia. Este que parece un desafío para nosotros los periodistas, deberíamos verlos como un servicio a la sociedad colombiana.
E)
Tener en cuenta que cada testimonio tiene unos detalles que lo hacen especial para la construcción de memoria histórica, necesarios para aquellas familias que hoy siguen buscando a sus desaparecidos. Por ejemplo, la camisa blanca, el escapulario que llevaba en el cuello o el pañuelo que guardó en un bolsillo de su pantalón el día que salió de casa; la cicatriz en su brazo derecho; las minutas o libros de registros de los cuerpos de bomberos en los municipios, aquí todos los detalles son piezas del rompecabezas.
F)
Hacer periodismo no es solo reportar, entrevistar y mostrar una historia, es acompañar, escuchar y esperar lo inesperado, y me refiero a que después de una larga conversación y larga escucha te digan al final: “ya no publiques nada, solo quería que alguien me escuchara y supiera que tengo un dolor en el alma, gracias” y recibir un abrazo. Porque en cada territorio hay una Colombia herida que no ha sido escuchada, muchas no quieren hablar de ello con cualquier periodista, porque un día decidieron que les bastaba el silencio porque en el tema de la desaparición forzada hacer memoria también es resistir desde el silencio aunque aparentemente este sea el camino más difícil. Cada sobreviviente o familiar de víctimas de la desaparición forzada tiene su mecanismo de defensa sicosocial para manejar el dolor que le dejó este hecho de lesa humanidad. Y esta decisión final es respetable.
G)
Mantener la sensibilidad frente al tema de la desaparición forzada. Podemos escribir una, tres, ocho historias de estas, pero no tomarlo como un récord periodístico ni presumir de que todas las historias son iguales, que nos la sabemos todas y que todo está dicho. Cada historia y cada relato es diferente, por ello es urgente humanizar las frías cifras de desaparición forzada que acumula Colombia en su historial y ponerles rostros.
H)
No olvidar que los familiares de desaparecidos también tienen proyectos de vida, ellos no solo son buscadores. Tienen días en los que amanecen con ganas de vivir, de ponerse lindas, pintarse el cabello, viajar a otra ciudad, visitar a un familiar, comer un helado, caminar en el parque, les gustaría que regresemos a verlas, ya sea para invitarlas a un taller o a una capacitación, querrán, sin olvidar su lucha, charlar de otros temas; que las vean, no como víctimas, sino como sobrevivientes. Incluso se nos olvida que muchas de ellas quieren retomar sus planes de vidas con nuevas parejas, ellas sin decírmelo me lo han enseñado. Es imposible no estrechar lazos de amistad con ellas, hablar de temas íntimos de mujeres, de sexo, de hombres, de tinturarnos el cabello; de política y Derechos Humanos, conversar estos temas es hablar de la vida. Hay cosas que no se publican solo se comparten.