“Toda la información que he reunido y que compartiré con los lectores de este capítulo proviene de experiencias vividas en la reportería. En este tema las teorías y esquemas académicos resultan insuficientes frente a la riqueza y peso específico de la experiencia viva”. De esta manera comienza el capítulo el cofundador de la Fundación para la Libertad de Prensa.
La ética, como bien lo dijo el maestro Javier Darío, viene de la experiencia en estos casos. Él recuerda un camarógrafo que filmó los últimos momentos de vida que tuvo un hombre enterrado en el lodo que acababa de bajar por la erupción del volcán Nevado del Ruíz en la tragedia de Armero: “A través del visor el camarógrafo comenzó a seguir las expresiones de aquel rostro: Vio sus ojos vacíos que, de pronto, se cerraron, vio cómo se distendían los músculos de su cara, la boca entreabierta y el momento final, cuando la cabeza cayó hacia un lado, sobre el hombro. Esa cámara había registrado los últimos segundos de vida de un hombre. ¿Qué hacer con esas imágenes?… Otro habría disfrutado de la euforia de un triunfo profesional, había registrado la muerte de un hombre y podría transmitir a la teleaudiciencia, con toda su fuerza, los últimos segundos de vida de aquel desconocidos, pero algo lo incomodaba”.
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Aquí, el maestro Restrepo deja un ejercicio muy interesante de reflexión.
Ilustración de la guía
“Así se ha construido la ética para cubrir una catástrofe: a partir de experiencias vividas y como resultado de la angustiosa búsqueda de lo correcto en situaciones complejas e imprevistas”, concluye Darío Restrepo.
La primera pregunta: ¿Qué hago aquí?
Retomando la tragedia de Armero, Javier Darío nos cuenta la experiencia de un reportero que llegó a el lugar de la catástrofe horas después y se pone en su posición: “Entre el barullo y la agitación quedaba claro que el periodista estaba allí para servir, informando. La catástrofe había intensificado la necesidad de comunicarse, o había destruido las instalaciones y equipo de comunicación, y para esto estaban los periodistas: para comunicar… Se comprobó en esa oportunidad que el apresuramiento y la ligereza para informar podía dar lugar a dramas imprevistos, como por ejemplo, si los nombres de las personas desaparecidas o sobrevivientes no se daban con datos precisos. Un cambio de nombre o de apellido podía llenar de tristeza o de esperanza, provocaría ansiedades agobiantes, o imponía esfuerzos que a la larga se revelaban inútiles”.
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Además, Javier Darío hace énfasis en que, al igual que la información inexacta, los silencios pueden causar mucho daño: “Igualmente dañinos pueden ser los silencios que con frecuencia quieren imponer las autoridades “para no alarmar”… El periodista está expuesto a esa clase de medidas autoritarias que quieren imponer silencios”.
Recuerda que en aquel año: “El diario principal de Manizales apenas le dio importancia a las fumarolas que anunciaban la actividad del volcán del Nevado del Ruiz o porque andaban demasiado ocupado en las informaciones sobre la feria y el reinado de comienzos del año, o porque quiso mantener a sus lectores tranquilos y dispuestos para las fiestas”, y termina con esta reflexión: “El periodista, en una catástrofe, está para auxiliar con su información a la población. Es el más apremiante criterio ético del momento”.
La ética para informar en las catástrofes “es posible cuando el periodista comprende que está allí para presentar un servicio y para hacer un ejercicio de solidaridad… Cuando la circulación o la sintonía son temas secundarios para el periodista y la ayuda a las víctimas es la razón predominante para estar en el lugar de la catástrofe, el periodista siente, como necesidad previa, que su información debe ser creída. En efecto, cuando una información puede salvar vidas, y este es el caso, la credibilidad del periodista es asunto de vida o muerte; y esta puede llegar a ser una razón para estar allí.”
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Entonces, ¿Cómo podemos informar de manera veraz y ética? Javier Darío nos da las claves.
Sencilla, fácilmente comprensible, sin tecnicismos y redactada pensando en los requerimientos y urgencias de personas en una situación extrema de ansiedad, miedo e incertidumbre. También requieren esa comunicabilidad las personas que pueden prestar ayuda. Personas así esperan un mensaje que puedan comprender al instante y que responda a las urgencias del momento.
Debe ser, por tanto, un mensaje eficaz. Para que lo sea ha de ser rigurosamente exacto, sin imprecisiones ni generalidades. Esto solo puede ofrecer un periodista bien informado.
Se necesita esa información insistente, que no tiene miedo de repetirse. La ansiedad ambiente en una catástrofe es poco propicia para estar atentos y concentrados; por el contrario, favorece la dispersión y los olvidos. Por eso la repetición de los nombres de las personas que han sido encontradas, o de quienes están en tal clínica, o de las personas desaparecidas, así como la información reiterada que diga qué pasó con los heridos, a quiénes se sigue buscando, qué pasa con el agua, o anunciar si se prevén réplicas en los temblores o crecientes en el río, no es monótona sino salvadora en una catástrofe. Aquí no se trata de entender las audiencias, sino de servir a los que demandan información necesaria para sobrevivir o ayudar.
El capítulo del maestro Javier Darío Restrepo continúa con consejos éticos antes, durante y después de la catástrofe, si quieres conocerlos descarga la guía Pistas para narrar emergencias sin costo en el siguiente enlace.