Existen grandes medios que tienden a obedecer ciertos parámetros y restricciones al momento de dar a conocer la información, unos por ideologías políticas y otros quizá, por beneficios económicos; una realidad constante en los pensamientos de los colombianos. Pero ¿será que la situación en las regiones es similar?
Desde julio de 2015, la Fundación para la Libertad de Prensa – FLIP inició el proyecto de investigación “Cartografías de la Información”, iniciativa que, mediante un mapeo digital, expone el estado del periodismo frente a los diferentes tipos de censura. Las iniciativas, enfatizó su búsqueda en los medios de los territorios marcados por conflicto armado. Esto teniendo en cuenta que muchos de los casos se han valido del conflicto armado para afectar y limitar el acceso a la información.
La libertad de prensa y de expresión en el país se han visto afectadas y limitadas por el conflicto interno de más de 50 años. La violencia no solo asesinó periodistas, sino debilitó a los medios de comunicación, restringiendo el acceso a la información de los ciudadanos en diferentes zonas del país.
Equipo periodístico – Cartografías de la información.
El micrositio donde fue publicado este trabajo de investigación, también cuenta con algunas historias que relatan las batallas encaradas por periodistas y medios independientes para llevar a los ciudadanos información sin tintes políticos o verdades sesgadas. Pero también, se narraron relatos que dieron fin a medios comunitarios y ocasionaron silencios.
Como es el caso del municipio de Uribe en Meta, donde hace ya varios años, el batallón militar del pueblo instaló la emisora “Colombia Estéreo”, un espacio radial que durante el tiempo de negociación entre el Gobierno y las Farc, fue escaso el cubrimiento sobre lo que ocurría en la mesa de conversaciones. Tal como se narra en la historia “Las directrices siempre habían sido claras: en la emisora del Ejército no se habla de política. Y para evitar cualquier problema, Mosquera siempre se ha limitado a reproducir los partes informativos que son enviados directamente desde los estudios de la emisora en Bogotá”.
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Además, la iniciativa tiene el objetivo de indagar sobre la sustentabilidad en los medios de comunicación y las condiciones laborales con las que trabajan periodistas, y cómo estas variables influyen en el ejercicio periodístico y en la libertad de expresión de aquellos periodistas en las regiones.
La búsqueda no ha sido consoladora, donde, a través de varias infografías, la FLIP enseña sus hallazgos. Por ejemplo, en Caquetá medios impresos han tenido que cerrar por falta de recursos económicos; en Norte de Santander, periodistas de 42 medios trabajan sin ningún tipo de contratación; y en la totalidad de municipios registrados la circulación de información local es escasa, es decir que de 994 municipios 585 viven en una zona de silencio.
Imágenes tomadas de la FLIP – Infografías con variables de la investigación “Cartografías de la información”.
Aunque la guerra y la política han establecido condiciones propicias para que el silencio y la censura se instale en ciudades y pueblos, existen periodistas y medios que viven en pie de lucha; pese a las condiciones o la falta de recursos para el ejercicio del periodismo salen a buscar la manera de poder dar a conocer la verdad con información veraz e integridad profesional a sus comunidades.
Jonathan Bock, coordinador del Centro de Estudios de la FLIP, compartió con CdR cómo fue el desarrollo del proyecto de investigación y habló sobre el panorama del periodismo en Colombia.
¿Cómo nace este proyecto de investigación?
Este proyecto nace en el 2015 y responde a una necesidad de conocer cuál había sido el impacto que había tenido la guerra contra el periodismo en distintos departamentos de Colombia. Inicialmente hicimos un piloto en Arauca y Putumayo, para saber cuál había sido el impacto de la violencia.
Nosotros hemos documentado desde la Flip cuáles son los periodistas asesinados, amenazados, pero eso finalmente ¿en qué se traducía en ese momento? entonces recorrimos todos los municipios de Arauca y Putumayo y encontramos que era altísimo el número de lugares donde no existía ningún medio de comunicación. Ni radio comunitaria, ni medios impresos, ningún periódico quincenal o mensual.
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Entonces lo que hablamos con la gente y los periodistas es que estaban esas personas estaban mucho mejor informados de lo que sucedía en las principales ciudades del país, pero que no tenían idea de lo que estaba pasando en su entorno más cercano. Esta preocupación nos sirvió para preguntarnos si era algo que se estaba repitiendo en otras regiones y así fue como continuamos con investigación y continuamos haciéndolo por otras regiones donde sabemos que el conflicto había sido más intenso.
Fue un proyecto difícil de hacer por la magnitud y nuestra voluntad de mantener la misma rigurosidad en la metodología: visitar todos los municipios, contacto con todos los medios de comunicación, etc., pues también encontramos que las bases de datos que tenían las distintas entidades del estado servían como guía, pero estaban desactualizadas y la realidad terminaba siendo muy distinta a esas bases de datos.
¿De qué manera se realizó el proceso de investigación y selección de fuentes?
El proceso de investigación tiene una etapa previa que es de recolección de las bases de datos: las solicitamos al MinTIC, a la ANTV, a la Agencia Nacional del Espectro, a las gobernaciones de los departamentos y a todas las alcaldías. Cruzamos esas bases de datos e íbamos confirmando que fueran todos los medios de comunicación que existían en el municipio.
Una vez confirmamos el listado, comenzamos a hacer visitas en el terreno y entrevistas a representantes de medios de comunicación y escuchábamos las voces de líderes o de personas que podían hablarnos un poco del contexto que existía en el municipio referente a los medios de comunicación.
Teniendo en cuenta las variables sobre censura y estado laboral de periodistas en la regiones ¿Qué impactos ha generado la publicación de los resultados recolectados?
Hasta este momento la investigación ha tenido dos impactos asimétricos.
Por un lado, el impacto al nivel del Estado ha sido relevante. Hemos conversado sobre la investigación con el MinTIC, la Vicepresidencia y el Ministerio de Cultura del Gobierno Santos, con gobernadores y alcaldes en distintos espacios. Encontramos que existe una preocupación y una intención de generar diferentes acciones que puedan promover espacios para nuevas propuestas de medios de comunicación.
Sin embargo, con el cambio de gobierno, hay que empezar una labor desde cero, ya que se han generado dificultades para dar a entender que esto no es una preocupación del Estado. Esta es una de las principales preocupaciones que hay, pues a nivel nacional, genera una alerta, pero a niveles locales y a niveles de otros funcionarios regionales, parece ser un tema sin relevancia.
El siguiente impacto que es el que tiene que ver con la sociedad directamente. Con las personas que viven en lugares donde no hay medios. Allí hay una respuesta mucho más clara y contundente: necesitamos medios, no hay organizaciones que trabajen temas de medio ambiente o temas sociales. Debemos aprovechar la experiencia de las etnias locales, las cuales quieren compartirlo por medio de emisoras locales.
Es un reto gigante, pero también muestra la necesidad que hay desde las comunidades para alzar la voz y decir que no existen medios de comunicación en nuestras ciudades.
Es importante señalar el impacto de la investigación y es que ha ido por etapas, los consolidados los tenemos hasta ahora y se van a hacer públicos en las próximas semanas, con una exposición general, una serie de charlas y una publicación.
Lo que hemos ido publicando son datos parciales. Es realmente en los últimos meses que hemos realizado una consolidación bastante cercana al resultado final y empezamos a tener las cifras totales, las cuales tienen un impacto más alto.
¿Por qué decidieron realizar una cartografía como herramienta digital para la publicación de la investigación?
Como esta investigación estuvo pensada para actualizarse constantemente, queríamos que la herramienta de divulgación fuera digital para poderla actualizar y tener las bases de datos disponibles. En este momento estamos en la etapa final de curar los datos, volver a revisar las cifras. Este proceso comenzó en 2015, por lo que se deben actualizar los datos en algunas regiones.
También porque vemos que la primera alerta que teníamos sobre lo que nos íbamos a encontrar se fue confirmando y fue sobrepasando nuestras preocupaciones iniciales. El problema llega más lejos de lo que creímos. Por esto, las herramientas digitales nos permiten evolucionar en la forma en la que vamos a presentar la información: que esta sea más ágil, permita encontrar fácilmente los datos; pero necesita ser complementado con herramientas que faciliten la consulta de esos datos, y el principal problema son las zonas silenciadas, desiertos de información donde no existe ningún medio de comunicación.
¿Qué retos enfrentó el equipo periodístico para desarrollar el proyecto?
El reto de este proyecto ha sido grande. Por un lado es tener un equipo interdisciplinar que está compuesto por periodistas, pero también por politólogos y otros investigadores. Mantener el equipo durante tres años, especialmente durante las partes más repetitivas y desgastantes de la investigación ha sido complejo.
También lo ha sido acercar esta realidad a las autoridades e incluso a algunos sectores de la población. Ahora precisamente empieza un reto muy grande y es saber de qué manera se pueden tomar acciones en lugares donde no existen medios de comunicación. Esto forma parte de la segunda etapa del proyecto.
Otro reto, que es casi una autocrítica, se presentó porque no dimensionamos el volumen de la información que íbamos a tener ni el volumen de las historias.
Uno de los desafíos será poder mostrar toda la información de la mejor manera. Cuando concebimos la herramienta era para unos departamentos piloto. La información que manejamos ahora es muchísimo más grande.
La investigación ‘Cartografías de la información’ puede ser accedida por aquí