iPor su salida al Pacífico, a Panamá y al complejo de ciénagas y caños, el río Atrato es un afluente estratégico que ha estado en disputa durante años. Las Farc eran los dueños y señores del lado izquierdo; los Paramilitares, del lado derecho.
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Con la firma del Acuerdo de Paz en 2016, estos territorios quedaron a la deriva y la lucha en la zona por apoderarse de las tierras creció. De esta disputa la constante, fue el desplazamiento; y las víctimas, los pobladores naturales.
“La ocupación debió ser inmediata, por el contrario, lo que se hizo fue dejar la zona al libre albedrío de otros grupos”. Extraído de Las dos orillas del Atrato.
Algunos datos que se exponen en el trabajo periodístico Las dos orillas del Atrato evidencian que en esta región ocurrieron los mayores desplazamientos forzados de la historia: 4.500 refugiados en coliseos de pueblos, y según información de la Unidad de Víctimas, en Riosucio (Chocó – Bajo Atrato) hubo cerca de 54 mil desplazados en 1997.
Foto: Cortesía Beatriz E. Las dos orillas del Atrato.
Lee la investigación completa de Colombia Plural aquí
Camilo Alzate, periodista de Colombia Plural, nos contó sobre la realización de esta investigación periodística.
¿Cómo llegaste a la historia de Las dos orillas del Atrato?
Nosotros en Colombia Plural hemos tenido una política, desde la fundación del medio, sobre cubrir regiones específicas de Colombia que no son vistas por otros medios en el país: una de esas es Chocó.
El medio, adicionalmente, tiene una relación muy cercana con este departamento porque quienes han aportado dineros para que el medio funcione son unas organizaciones étnico-territoriales de la zona.
Siempre nos ha interesado el Chocó como tema para narrar, además, veníamos haciendo un seguimiento al posconflicto desde comienzos del año. Esta nota fue la tercera entrega que se hizo sobre el tema y se dio gracias a que salió un viaje a Riosucio (Chocó), para ver qué estaba pasando después de la salida de las Farc.
“Es claro para nosotros que cuando existe un solo actor hay menos riesgo para la población civil, cuando hay dos o tres actores, ahí es el riesgo”.
Extraído de Las dos orillas del Atrato.
En el texto dice que es más difícil vivir en un lugar donde están en disputa varios grupos armados, ¿Cómo es hacer una investigación en un territorio así?, y ¿qué medidas de seguridad tomaste?
Yo estuve en el evento junto con la persona que me acompañó para hacer las fotografías. Viajamos en la lancha de una organización humanitaria que se llama Federación Luterana Mundial. Ahí la Infantería de Marina nos paró 3 veces: nos tomaban los nombres y hacían como un empadronamiento.
Cuando estábamos en el municipio hubo un homicidio, que al parecer fue por temas de retaliaciones de las Autodefensas Gaitanistas, quienes ejercen el control efectivo en el casco urbano y en algunas zonas de Riosucio.
Para nosotros era fácil entrar porque íbamos con la gente de las agencias humanitarias y las personas que estaban en el evento, pero no es fácil llegar a la zona, ni es seguro meterse a los afluentes del río Atrato, que es donde se está desarrollando la confrontación entre el ELN, el Ejército y las Autodefensas Gaitanistas por apropiarse de ese territorio en el que antes estuvo las Farc.
Foto: Cortesía Beatriz E. Las dos orillas del Atrato.
¿Crees que cabría hacer una segunda parte de esta investigación?
Nosotros continuamos con el tema, y en septiembre hicimos otro viaje para verificar la situación un poco más al sur, en el Medio Atrato, concretamente en el río Arquía. En ese lugar fue donde el Eln secuestró unos policías que estaban saliendo de una zona veredal. Los tuvieron un mes secuestrados y nosotros viajamos para verificar qué era lo que había pasado.
En el río Arquía la situación es mucho más tranquila que en los otros ríos del Bajo Atrato, pero no quiere decir que no haya presión sobre las comunidades e intereses de los grupos armados para apoderarse de esa zona.
Estamos planeando entrar a uno de los ríos, la zona más complicada, en una misión humanitaria a la comunidades. Ir en compañía de estas misiones es la opción para trabajar en estos territorios ya que la zona está minada, y según algunos comentarios, los ríos tienen minas acuáticas.
De hecho, nadie está entrando, solo ingresan las organizaciones humanitarias. Hasta los pobladores que han entrado y salido dicen que la situación es muy compleja.
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¿Por qué es importante seguir narrando la situación de estos territorios, años después de la firma del proceso de paz con las Farc?
Realmente la presión sobre estos territorios se ha activado ahora que no están las Farc, este grupo actuaba como un tapón para los intereses que hay en esa zona estratégica. A las madereras, les costaba trabajo entrar; los ganaderos, no se atrevían a comprar tierras; y los palmeros, se habían retirado.
Cito el escándalo de la llegada de los terratenientes antioqueños al Bajo Atrato, ya que todo esto se reversó, en parte por la lucha de las comunidades, pero también porque la guerrilla había expulsado a los paramilitares de la zona. Una vez no está la guerrilla que es la que ejercer el control territorial, se reactivan todos los intereses que hay en la zona.
En este territorio se ha vendido la idea de que es una cuestión de narcotráfico, pero yo creo que esa es la versión más simplista de la guerra en ese territorio, que además, no permite comprender por qué el interés tan potente de ciertos grupos económicos.
El objetivo de ellos es apoderarse de unos terrenos que son muy fértiles, donde puede haber megaproyectos como el canal Atrato – Truandó y donde se podría ampliar el agronegocio productivo de banano, la ganadería y palma aceitera que se podría duplicar, o triplicar, si se colonizara la otra orilla del Atrato, que es un poco de lo que habla el artículo.
Lo que está es la contraposición de dos formas de sociedad que se enfrentan: una quiere avanzar y someter a la otra, mientras la otra resiste, y por eso es una región tan violenta. Lo que se ve es que es un problema de rutas del narcotráfico, pero en el fondo lo que está es la contraposición de dos formas de defender la vida y el territorio.
“El río Atrato –sobre todo el Bajo Atrato– ha sido la frontera natural y social de dos mundos contrapuestos, irreconciliables. Uno es el mundo de la selva, de los indígenas y los negros que rodeados de gigantescas presiones intentan conservar sus tierras y formas de vida milenarias adaptadas al entorno natural. El otro es el mundo de los megaproyectos y los latifundios agroindustriales, de la palma aceitera y el banano, de los búfalos y el ganado cebú pastando en las enormes haciendas que los millonarios de Medellín abrieron a golpes de fusil y motosierra, arrancándole el monte a la tierra, arrancándole la tierra a la gente.” Extraído de Las dos orillas del Atrato.
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¿Qué recomendaciones harías a los periodistas que desean narrar estas temáticas?
Que vayan porque allá no va nadie. Lo primero es que hay que ir y no seguir narrando desde Bogotá o Medellín, en la comodidad de una oficina a través de una llamada o leyendo un boletín.
Eso es lo que destaco como uno de los problemas del periodismo en este país, que no va a los territorios y no entiende qué ocurre en ese otro país en donde se están definiendo tantas cosas tan cruciales para la política nacional, pero, paradójicamente, tan lejanas de los centros del poder.
En segundo lugar, pienso que hay que conocer las comunidades, entender qué fue lo que pasó, su historia, su dinámica. En este caso, entender que el Bajo Atrato fue fundamental en el proceso de la ley 70, que es la que le entrega el territorio del Pacífico a las comunidades negras.
Entonces en el fondo el problema es ese, que por ley el territorio es para los afrocolombianos, pero hay unos intereses de foráneos que quieren apoderarse de él.
Eso uno no lo puede entender, ni lo puede dimensionar si no conoce la historia, el trasegar de esas comunidades, sus luchas, y la forma en cómo se han organizado, entre otras.
Todos los trabajos que desde Colombia Plural hemos desarrollado, que implican salir a terreno, los hemos hecho con muy pocos recursos y con muy poco dinero.
Entonces la pregunta es que, si nosotros con tan poco podemos llegar y hacerlos, ¿por qué los grandes no lo hacen? Inclusive pensar en que envían a 20 periodistas a cubrir el Mundial de Fútbol, pero no hay uno para cubrir el Chocó, por ejemplo, demuestra muy bien cuáles son las prioridades de los medios y la manera en cómo el centro ha mirado las periferias de este país, que yo creo que esa es una de las grandes causas del conflicto armado.
Hemos visto al país rural como un territorio lejano para colonizar y despojar y no como parte de la Nación.
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Su propósito inicial fue hacerle seguimiento a los Acuerdos de Paz, pero entre sus objetivos está defender y ver qué está pasando en los territorios, promover la ley 70, los derechos humanos, el medio ambiente, entre otros temas.
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