La investigación se destaca porque reúne en una narración con entrevistas, cifras, videos testimoniales y fotografías, un conjunto de historias de víctimas del conflicto armado desde la mirada de las familias afectadas; madres, hermanas(os) y familias enteras que un día perdieron a sus seres queridos para siempre y se volvieron víctimas del desaparecimiento forzado en Colombia.
Entre los relatos se destaca la voz de una madre que tras perder a su hijo, desea encontrar hasta el último hueso. En este artículo se refleja el dolor y la esperanza de María Paulina Mahecha.
María Paulina Mahecha en entrevista cuenta lo sucedido con su hija, víctima de desaparición forzada en Colombia: “lo que no pensó la niña es que la iban a matar y la iban a dejar donde yo no la encontrará. Ellos me pusieron un calvario a mí, un viacrucis que llevo aquí, pero es un viacrucis muy grande. Quisiera tener una bolita de cristal y mirar a dónde se fue para yo ir a sacarla, pero no lo puedo hacer”.
Esta era su hija María Cristina
Con una mirada triste y desconcertada, esta mujer continúa el relato diciendo: “El día que ella se graduó como enfermera jefe, nos sentimos tan feliz la dos, nos abrazamos y lloramos pero de alegría, una alegría tan grande”. María Paulina describe a su hija como una mujer trabajadora y con aspiraciones en la vida.
Luego de graduarse como enfermera, la joven decidió salir de su casa, para tener mayores oportunidades, en busca de sus sueños. El lunes 19 de abril, viaja rumbo a San José. Esta fecha nunca se borrará de su memoria.
Mahecha jamás olvida el día que la violencia le arrebato lo que más quería. “Primero consiguió el ruralito que fueron tres meses y estuvo en el Retorno, en el puesto de salud del Retorno, de ahí, vino otra vez a Villavicencio y buscó el rural en Calamar… trabajó en el año rural, organizó a las parteras, organizó el casino en el puesto de salud… Ella se iba en chalupa por el río Unilla a tomar muestras. Ella organizó lo del Sisbén, y por eso la mataron, porque la acusaban de auxiliador de la guerrilla”. Como ella, en Colombia hay 60.630 personas que buscan a los desaparecidos, víctimas de una guerra que no era con ellos.
Entre llanto, esta mujer solo pide que le entreguen los restos de su hija. “Que me entreguen los restos, que me entreguen los restos que son míos, mío, es mi carne, es un pedazo mío, de mi alma, que me lo entregue para yo enterrarla…”. Junto a Cristina (su hija) se fueron miles de sueños, aspiraciones, ganas de vivir y la vida de María Paula Mahecha.
San José, en el Guaviare, fue uno de los municipios en Colombia, con un número particular de desapariciones y de fosas comunes. Estas son las huellas que deja la violencia en el país, miles de víctimas, familias destruidas y llenas de dolor incurable.
San José: un cementerio sin huesos
El acuerdo de paz, firmado entre el Gobierno y las Farc, no causó el mismo efecto de celebración entre las madres a las que les arrebataron a sus hijos, por el contrario la guerra solo dejó corazones de piedra y mujeres llenas de dolor. El río Guaviare es testigo de las personas que fueron asesinadas y lanzadas a sus aguas. Las madres visitan el muelle de San José con la esperanza de encontrar el primer o último hueso de sus seres queridos.
Esta tierra era apetecida por estos grupos porque eran tierras donde fácilmente se podía producir cocaína. Tierras que fueron bañadas en sangre, invadidas por fosas comunes y habitantes desaparecidos. San José se convirtió en un cementerio sin huesos.
Son 13.562 desapariciones forzadas. Otras historias
Florencia Parra Díaz tiene a sus tres hermanos desparecidos. Hace 16 años logró escapar de la guerrilla. Era una de las mujeres encargadas de cuidar Gonzalo Rodríguez Gacha. Nury Quintero es otra de las víctimas, tiene a su hijo desaparecido desde el 18 de diciembre de 1992.
Muchas son las historias por ser contadas en San José, huesos por ser encontrados, fosas comunes que aún no han sido halladas y las aguas del río Guaviare cargadas de restos que esperan algún día ser encontrados.
Edinson Bolaños, asociado CdR y periodista de El Espectador nos contó la importancia de presentar este tipo de historias en el país, cómo deben ser contadas y de qué manera se logra un acercamiento con las víctimas:
¿Qué los motivó a narrar esta historia?
Contar la historia de la desaparición forzada en Colombia pareciera fácil, debido a que existen más de 60.000 víctimas que aún buscan a sus seres queridos. Sin embargo, como periodistas nos convencimos de que teníamos que buscar una historia que pudiera recoger ese sentir o ese dolor de miles de madres, específicamente madres que buscan a sus hijos en distintos rincones del país y que quedaron sepultados a raíz de la guerra. Entonces encontramos la historia de María Paulina Mahecha, que es una madre de familia que aún busca los restos de su hija en el departamento del Guaviare. Ella es una madre que recoge todo ese sentir, ese dolor y esa necesidad que aún tienen esas madres de los desaparecidos en Colombia. A través de su historia, su relato personal y desgarrador, su lucha constante desde hace más de una década y la búsqueda de su hija desaparecida por los paramilitares, nació nuestra motivación como periodistas de investigar la desaparición forzada en el Guaviare.
Asimismo, para acompañar esa historia, decidimos buscar una docena de lugares en Guaviare, donde los pobladores habían visto por última vez a alguna persona, lo grabamos por 60 segundos, cada uno de esos sitios y cada segundo, representaban mil desaparecidos en Colombia. En eso concluyo el trabajo, en un reportaje sobre la desaparición forzada y todo el contexto de lo que había sucedido en Guaviare específicamente. De esta forma termina la historia que queríamos contar con Bastian Kaiser, un periodista alemán, que nos acompañó en esta tarea titánica de escuchar los silencios de los desaparecidos en el departamento de Guaviare.
¿Cómo deben ser contadas este tipo de historias en Colombia?
Hoy más que nunca, creo que el periodismo debe bregar por contar este tipo de historias de manera distinta, puesto que en los 50 o más de 50 años de conflicto en el país, se han naturalizado en los colombianos muchas de las atrocidades que se cometieron durante la guerra. En este sentido tenemos que recorrer mucho el territorio físico en donde se dieron las confrontaciones, donde están las víctimas, porque en cada uno de esos lugares a los que visitamos, si los recorremos con tal detalle, podemos escuchar no solamente los silencios de los que murieron sino también escuchar muy de cerca a las víctimas y sus dolores. Yo creo que, con el simple hecho de acercarnos a esos territorios de manera profunda, podemos lograr algo diferente, un aporte más a la reconciliación del país y a la búsqueda de la verdad de esas personas que buscan a sus desaparecidos o que buscan a personas secuestradas que nunca regresaron a sus casas.
El reto está en profundizar en las conversaciones con las personas del territorio, en conversaciones informales que necesariamente no estén mediadas por una grabadora, sino que sean diálogos al calor de un café, sentados en algún lugar simbólico para ellos, porque el papel de nosotros como periodistas, es permitir a través de la conversación que las personas, en este caso las víctimas, evoquen ese pasado de manera natural, sin artificios, ni discursos elaborados.
¿Qué recursos utilizaron para recolectar la información?
Aparte de los recursos técnicos que en el mundo periodístico se conocen; como la grabadora, la filmadora, los celulares, entre otros. Creo que lo más importante a destacar en el terreno en este caso, es la red de líderes, personas visibles en el territorio que logramos construir justamente para adentrarnos en el territorio, para conocerlos de cerca y llegar a esos lugares que no conocíamos. Por ejemplo, para recorrer los 12 lugares que grabamos en donde desapareció una persona en el marco del conflicto, nos acompañaron varios líderes que iban señalando exactamente qué había pasado en ese lugar, y eso nos permitió adentrarnos al territorio y de esa manera conocer todo lo que había sucedido en el departamento del Guaviare.
Yo creo que lo más importante a destacar de lo que utilizamos para recolectar la información, es ese tejido de fuentes que se logró construir en el territorio para poder llegar a todos esos lugares y a otras personas, eso nos permitió de alguna manera consolidar un trabajo sólido, reflejado en las múltiples voces que tiene el producto final.
¿Cómo describiría la experiencia de trabajar con periodistas extranjeros?
Trabajar con periodistas extranjeros es una experiencia muy interesante, porque son personas que tienen mucha curiosidad por conocer detalle a detalle (por lo menos con las que yo trabajé) lo que paso en el marco del conflicto armado en Colombia. Eso es valioso para un periodista colombiano que conoce el territorio, porque eso permite que se trabaje constantemente en terreno, en función de la memoria que se hace paralelamente ahí, recorriendo el territorio. Eso nos ayuda a agudizar el olfato para encontrar pequeñas historias y a través de ellas contarle al resto de colombianos lo que ha pasado en cada uno de los rincones del país.
Creo que descubrir la verdad y encontrar historias acompañados de periodistas extranjeros nos permite llegar a profundizar en relatos que muchas veces creemos comunes, porque ya los hemos leído en algunos medios. Con estos periodistas con los que hicimos el trabajo, quedamos convencidos que trabajar con otros países y con periodistas extranjeros, realmente es valioso para adentrarnos a las historias colombianas y contarlas de manera que todo el país pueda entenderla.
Conoce la investigación completa aquí.