«La eterna tarea de Virginia siempre será conseguir dinero para comprar los medicamentos que necesita su hijo mayor, por esta razón casi siempre se le ve desesperada, pues Walter, quien ya tiene cuatro años, fue diagnosticado con epilepsia casi desde su nacimiento. Cuando eso ocurrió, Virginia tenía 17 años». Así comienza la investigación de Mamani, quien narra las dificultades que debe pasar una joven madre que salió de su lugar natal, un área rural, en el departamento de la Paz, para irse a la zona urbana y buscar mejores posibilidades.
En La Paz, la desigualdad se mezcla con las altas cifras de embarazos en adolescentes como el de Virginia. Cuando ella quedó embarazada, en 2012, la ciudad tenía una desigualdad de 47.59 y registraba que el 26% de las madres gestantes del país eran menores de 19 años de edad.
Es una brecha enorme, que aunque se redujo durante el año 2015, sigue demostrando que la pobreza es una de las principales razones por las que en ese año 146 embarazadas de cada mil no sobrepasaran los 19 años. El caso de Virginia se dio en gran medida por esto, fue la causa para que abandonara su pueblo natal y ahora, es la condición en la que se encuentra, después de migrar engañada a la capital del país.
Virgina, hija de una familia disfuncional, en búsqueda de oportunidades, migró a Caravani, área urbana de La paz. Como muchas personas en búsqueda de un mejor futuro. En los últimos 20 años, 6.8 millones de habitantes llegaron al área urbana. Lo preocupante radica en las razones por las que llegan allí, engañadas por un programa de padrinazgo: «840 niñas de áreas rurales en La Paz migraron a la capital siendo menores de 15 años de edad y llegaron como ‘ahijadas’ en familias en mejor situación económica. La mitad de ellas terminan dedicándose a la servidumbre«. (Fragmento de la investigación)
“Los padrinos y madrinas de las ahijadas se comprometen a cuidarlas, incentivar que estudien y tratarlas como parte de la familia, pero eso no se cumple porque se las llevan como sirvientas”, explica Prima Ocsa, representante de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Bolivia.
Según las cifras de la Dirección de Víctimas de la Fiscalía General de Bolivia, desde 2012 hasta 2016, se registraron 912 casos de menores de edad que salieron de sus comunidades hacia las ciudades y fueron víctimas de trata y tráfico de personas. La mayoría de ellas, terminó trabajando en casas de familia.
En condiciones de explotación por parte de la familia que la «apadrinaba», Virgina sale de la casa, y se enamora de un joven, con el que tiene sus dos hijos. Debido a las responsabilidades que vinieron con eso, él la abandona, Virginia se queda sola, y afronta la tarea de ser madre cabeza de familia: una tarea para siempre.
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