Laura Ardila es una mujer y periodista de región. Para ella, el silencio no es una opción y su trabajo siempre se ha centrado en investigar a los poderosos del Caribe colombiano. En CdR, la hemos tenido como #CapacitadoraCdR en varios de nuestros talleres, y la invitamos a realizar algunas reflexiones sobre el caso de censura previa que experimentó con su libro «La Costa Nostra. La historia no autorizada de los Char, el clan político más poderoso de Colombia».
Consejo de Redacción: ¿Cuáles son los riesgos de hacer periodismo de investigación en Colombia y de cubrir a los poderosos en el país?
Laura Ardila: Creo que en Colombia, los periodistas y, en general, las personas que se dedican a investigar en torno al poder, la corrupción y otros temas que los poderes no desean que se revelen, enfrentan una serie de desafíos que han sido documentados y que merecen atención. Entre estos desafíos se encuentran la violencia física, las amenazas y las agresiones. Este ha sido un problema persistente en el ejercicio periodístico en Colombia, especialmente en el contexto del conflicto que todos conocemos. En los últimos años, también han surgido otras formas de agresión contra el periodismo, como amenazas que buscan difamar, presiones emocionales y económicas, así como la censura. Además, en algunas regiones, la violencia impide el ejercicio libre del periodismo. En mi opinión, las presiones y las campañas de desprestigio que buscan fomentar la censura y la autocensura son amenazas cada vez más poderosas por parte del poder.
“Como periodista convencida del valor superior de la libertad, me resisto a cualquier tipo de censura y a enterrar o domesticar las verdades. Las armas para hacerlo son las únicas con las que cuentan los periodistas de raza: el coraje y la palabra. A veces, o casi siempre, estas son apenas la honda de David, pero no importa. Porque el silencio no es una opción”, Laura Ardila en su columna de El Espectador ‘El libro sobre los Char que Planeta censuró’.
CdR: La censura previa está todo el tiempo alrededor del trabajo de los periodistas, pero muchas veces se desconoce el concepto o no se habla directamente de ella. ¿Cree que la censura previa afecta la labor del periodismo de investigación?
LA: Creo que la censura previa es quizás la peor de las formas de censura, ya que no ataca la expresión una vez que se ha hecho pública, sino que evita que esta llegue a ser compartida. Si bien es importante estar alerta ante todos los tipos de censura y trabajar para prevenirla, considero que debemos prestar especial atención a la censura previa debido a su naturaleza silenciosa. Cuando una expresión es publicada y luego se toman acciones en su contra, estas acciones suelen ser más visibles. Sin embargo, cuando la expresión ni siquiera tiene la oportunidad de ver la luz, suele quedar en silencio.
Mencioné la censura previa en el contexto de lo que ocurrió con mi libro «La Costa Nostra», no porque estuviera segura de que fuera el caso, ya que hasta ahora ha habido mucha opacidad en torno a lo sucedido, sino porque el efecto que experimentó este proyecto editorial se asemejaba a la censura previa: ya estaba listo para ser publicado, pero fue detenido en el último momento. Aunque actualmente está en proceso de publicación, en ese momento sentí que se trataba de censura previa.
Después de reportear, investigar y escribir, durante dos años, la periodista Laura Ardila recibió la noticia, por parte de la Editorial Planeta, de que aunque su libro tenía portada y estaba en fila para imprimir, ya no iba a ser publicado por miedo a una demanda. La propuesta la viene trabajando Laura desde el 2020 y desde el inicio del contrato, la editorial se mostró a favor de la publicación. A la fecha de esta entrevista, Planeta aseguró que su decisión fue motivada solamente por el riesgo legal de una eventual demanda por daños morales, aunque el libro había pasado las revisiones legales correspondientes. Hace unos días, la editorial Rey Naranjo anunció el lanzamiento del libro e inició su preventa.
CdR: ¿Cuál podría ser la recomendación para las y los periodistas que están en las regiones y que empiezan a investigar la corrupción, sin el respaldo de un medio grande?
LA: Para mí siempre ha sido un privilegio contar con medios en Bogotá y eso es muy diciente porque es la constatación de que efectivamente a veces necesitamos manos, por fuera de las regiones en las que estamos, para poder ejercer el oficio. Lo que siempre he considerado, y lo comunico cada vez que puedo con colegas de las regiones, es que me parece que una de las mejores estrategias que hay para proteger este oficio y para defendernos, es hacer red, o sea, siempre buscar, como digo yo, “juntar los fuegos”, unirnos. Si alguien tiene una investigación debemos establecer mecanismos que garanticen que haya una forma de hacer una red alrededor de esa investigación: que un periodista puede adelantarla, pero que otros periodistas estén ahí como una forma de protección, de pronto en la difusión de la historia o en la difusión de eventuales agresiones y amenazas que pueda sufrir ese periodista.
No hay nada más vulnerable que la soledad en el periodismo y el periodismo es en sí un oficio que se hace en equipo. Sin embargo, todo se vuelve más poderoso y alcanza mayor difusión o más protección cuando logramos hacer red. Entonces mi recomendación va un poco en ese sentido. Yo creo que el periodismo está en crisis de muchas maneras y en muchos aspectos, pero en el sentido de protegernos frente al hostigamiento o las acciones de quienes no quieren que ejerzamos con libertad este oficio, es el periodismo colaborativo. Yo creo que ese es el que nos va a salvar y el que nos salva frente a este tipo de agresiones.
Laura Ardila es periodista regional, se ha especializado en temas relacionados al Caribe colombiano. Trabajó desde 2012 en La Silla Vacía y es una apasionada de la crónica y las historias sobre el poder regional. Ha ganado tres premios nacionales de periodismo, incluyendo el Premio Simón Bolívar en la categoría de Periodista del Año 2017. Es coautora de tres libros ‘Súper poderosos, los protagonistas de 2014’, ‘De vidas se hizo el conflicto’ y ‘El dulce poder’. Actualmente es columnista en El Espectador y ha sido capacitadora de varios talleres CdR.
CdR: ¿Por qué decidiste plasmar tu trabajo en un libro periodístico?
LA: Yo creo que este libro fue el resultado natural de varios años de ejercicio periodístico en el Caribe. Yo me fui en el 2015, vivía en Bogotá y me devolví a cubrir en la región, porque soy una convencida de que el poder en Colombia no funciona de la misma manera en las periferias, que como lo hace en Bogotá. Entonces creo que esa ausencia de cubrimiento ha hecho que nos contemos mal y que entendamos mal cómo funciona Colombia. Me parece que es un ejercicio necesario para descentralizar el cubrimiento, sacarlo de Bogotá e ir a las regiones a cubrir.
En 2015 yo empiezo este ejercicio en el Caribe, por supuesto el grupo político Char es el que más poder ejerce en esa región, entonces de alguna manera mi cubrimiento se fue especializando alrededor de ellos. Luego de cinco años sentí que tenía material suficiente ya no para contar una historia, sino para armar una foto completa que le permitiera a la gente comprender mejor lo que ha sido este fenómeno político y me pareció que un libro tiene la vocación de permanencia suficiente como para que la historia pudiera quedar ahí.
El ejercicio de esa reportería y esa escritura lo hice de de una manera muy solitaria, pero no únicamente porque era yo haciendo el libro sino también por los retos y desafíos que implica cubrir a estos personajes porque alrededor de ellos hay una narrativa de milagro, de cosa positiva que hace que la reportería no sea fácil, que se te cierren muchas puertas, que haya mucha animadversión incluso para quien pretende contar la otra cara de la moneda.
Entonces digamos que no fue un ejercicio solitario únicamente porque un libro lo hace una persona sola, sino por la misma naturaleza de los personajes que yo estaba cubriendo.
CdR: ¿Te has sentido sola después de la decisión de Planeta de no publicar ‘La Costa Nostra’?
LA: Una de las reflexiones que surgen al final de todo este proceso es que esta adversidad y tropiezo que afectaron a mi investigación se convirtieron en un nivel de apoyo absolutamente inédito para mí. En un momento en el cual además todos somos conscientes de que el periodismo no está en su mejor momento, ya que en términos de imagen existe un descrédito que de alguna manera está justificado y tenemos pendientes una serie de debates, reflexiones y ‘mea culpas’ sobre la calidad del periodismo. La gente muestra prevenciones hacia quienes ejercemos esta profesión, y por eso ha sido sorprendentemente hermoso para mí observar el coro que se ha formado en torno a algo que en las últimas semanas ha superado a todo lo demás, y que me ayuda a comprender por qué ocurrió esto, porque el valor de la libertad y de la palabra es supremo. Es decir, a pesar de nuestras diferencias, eso debería unirnos y siento que eso es lo que ha sucedido con el libro. Ya ni siquiera se trata de un libro censurado, como mencioné en mi columna, sino que hemos coincidido en una serie de voces en defensa de la libertad de expresión, que es un pilar fundamental de cualquier democracia.
Este resultado ha tenido un impacto muy positivo en mí. Puedo decir que emocionalmente ha sido un camino muy difícil después de lo ocurrido con Planeta. He tenido que enfrentar una serie de asuntos personales muy intensos desde un punto de vista emocional. Sin embargo, al final del día, lo que prevalece es la reflexión sobre lo hermoso que ha sido el apoyo manifestado a raíz de este intento de silenciamiento.