A través del caso de “Carlitos”, un miembro de la pandilla ‘Barrio 18’, quien fue detenido cuando extorsionaba a un comerciante, Javier Macías inicia esta investigación sobre cómo es la vida de los miembros de estas bandas, describiendo desde el proceso de iniciación que deben pasar los jóvenes para entrar a la pandilla, hasta que se convierten en miembros activos de ella.
Los Mareros se inician aproximadamente entre los 12 y los 21 años. Generalmente presentan múltiples problemas familiares, abandono, maltratos físicos y abusos, lo que los lleva a buscar apoyo o una familia que los proteja. La investigación describe la ceremonia de iniciación: una gran paliza al iniciado, impartida por los que en adelante serán sus hermanos de banda o “clica”, que le protegerán, si es necesario con su vida y de la cual no podrá salir nunca más.
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Macías explica cómo este grupo ha creado una cultura propia, tienen una forma de hablar, caminar y vestir que los hace fáciles de identificar, incluso tienen un lenguaje de señas propio. Llevan tatuado todo el cuerpo y muchas veces la cara, con signos y símbolos que tienen un significado de lealtad y amor a la banda.
Miembros de los Maras tatúan sus cuerpos y caras en señal de lealtad. Foto: Infobae
La extrema violencia y crueldad que les caracteriza, ha desatado una guerra que en 2016 dejó 5.278 homicidios, según fuentes oficiales salvadoreñas, convirtiendo al país en uno de los más peligrosos del mundo.
Infografía: ElFaro.net
La investigación relata el origen de estas pandillas, que se remonta al conflicto armado que se desató en El Salvador entre 1980 y 1992. Esta guerra obligó a miles a emigrar hacia los Estados Unidos, huyendo de la violencia y las amenazas. Pero en 1992, tras la firma del Acuerdo De Chapultepec, se dio fin a esta guerra y Estados Unidos decidió deportar a 200.000 jóvenes que habían cometido delitos en ese país. Al llegar al Salvador, esos jóvenes encontraron el lugar propicio para conformar las pandillas.
Macías entrevistó a uno de los jefes de la banda ‘Barrio 18’ apodado “el Gordo”, jefe de la zona de Las Palmas, un barrio pobre de El Salvador, para obtener información de primera mano. A pesar de la reticencia para entregar datos exactos, el Gordo expresó que hay reglas muy precisas para formar parte de la Mara y que sus miembros son muchos más de los que se piensa. Organizaciones sociales y ONG´s hablan de más de 70.000 solo en El Salvador, sin embargo, “el Ministerio de Defensa de ese país dice que sólo tiene registros de 35.646 mareros, de los cuales 12.000 están en prisión por extorsión, asesinato y microtráfico.”
La investigación expone cómo el fenómeno pandilleril es una especie de subcultura que se ha venido creando, aunque también narra los esfuerzos del gobierno salvadoreño para contrarrestar estos ataques, entre ellos con el plan “Mano Dura”, que dejó, entre 2014 y 2015, un saldo de 602 pandilleros muertos y múltiples denuncias de ejecuciones extrajudiciales por parte de agentes estatales, según una investigación de EL FARO.net, medio de comunicación digital de El Salvador.
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Presuntos pandilleros que fueron detenidos durante una redada en San Salvador en 2016. Moisés Samán. The New York Times.
Macías también expone las declaraciones de Gloria Quintanilla, jefe de la Unidad Especializada Antipandillas y Delitos de Homicidio de la Fiscalía de El Salvador, quien precisa que el poder de las pandillas se ha extendido a las zonas rurales, donde tienen campamentos, uniformes del ejército y de la policía. Además, explica cómo han pasado del uso de escopetas y pistolas a fusiles Ak 47, M16, lanzagranadas, y al uso de explosivos.
A pesar de los intentos del gobierno salvadoreño de contrarrestar esta ofensiva, los objetivos no han sido alcanzados. Las bandas consiguen grandes fuentes de financiación, principalmente en la extorsión, el secuestro, el asesinato por encargo y el cobro de rentas a comerciantes y transportistas, ganancias que han invertido en negocios como bares y restaurantes para legalizar dineros ilícitos.
Para finalizar, la investigación brinda algunas claves a nivel educativo sobre estas pandillas que revelan un bajísimo nivel de enseñanza en sus miembros: en prisión hay 6.250 pandilleros que estudiaron hasta 9 grado, 4.771 hasta sexto y 2.565 se graduaron.
Hablamos con Javier Macías, ganador del Premio ¡Investiga! 2016, quien detalló el proceso investigativo y los retos para retratar estas historias:
¿Cómo logró los primeros contactos para solicitar la entrevista con “el Gordo”?
El primer contacto se logró a través de uno de los periodistas del periódico El Faro que me llevó hasta la colonia (barrio) ‘Las Palmas’. Sin embargo, los pandilleros se resistieron en esta primera ocasión, pero luego pude acceder a ellos a través del pastor evangélico Rolando Rivas, con quien me contacté a través del conductor que me transportó en El Salvador. Su iglesia realiza labores con los pandilleros en las cárceles y en los barrios. Vale la pena destacar la ayuda que me brindaron Roberto Valencia y el fotógrafo Víctor Peña, ambos me llevaron a zonas de influencia de la mara y esto me dio más contexto.
¿Cuál fue la estrategia para que “el Gordo” se sintiera en confianza durante la entrevista y respondiera a las preguntas?
Lo primero fue decirles que era un periodista extranjero, porque ellos desconfían de la prensa salvadoreña. Lo segundo, como en ese país ya hay grupos de autodefensa o paraestatales que se meten a los barrios y atropellan a los familiares de los mareros, incluso a los mismos pandilleros, comencé por preguntarles por esas agresiones de estos grupos aliados con la Policía de El Salvador. Le dije que quería escuchar, como periodista, su versión de una guerra que los afecta a ellos y a sus familiares. Algunos me preguntaron por Pablo Escobar, entre ellos El Gordo, y les hablé un rato de la guerra que se vive en las comunas de Medellín y cómo las comunidades padecen situaciones parecidas a las de ellos.
Creo que la clave fue escuchar, porque ellos no se sienten escuchados. Además, les hice preguntas de la forma más respetuosa, recordando que estaba en un territorio ajeno y que ellos tienen las armas. Una situación que fue de mucha importancia es que asistí a la entrevista con el pastor Rolando, quien medió para entrar hasta la colonia.
Los maras tatuan casi todo su cuerpo. Foto: Fernando Calzada.
¿Cómo fueron las medidas de seguridad que debiste tomar para realizar la entrevista a “el Gordo”?
Establecí un protocolo de seguridad primero en Colombia con conocidos, colegas y familiares y otro con Daniel, editor del periódico El Faro.
Pusimos una hora límite para reportarme el día de la entrevista, si después de ese tiempo no aparecía, ellos activarían los mecanismos de búsqueda, en Colombia con el periódico y la embajada colombiana, en El Salvador, con autoridades salvadoreñas y con mediadores como el exguerrillero Raúl Mijango, quien tiene contacto con la mara.
Evité hablar de esto con la Policía de ese país para evitar ser seguido, además pocos colegas sabían lo que hacía para evitar que se filtrara esa visita y tuviera problemas con las autoridades.
En este video publicado producido por Jorge Gutiérrez Chamorro, para el canal mexicano ExcelsiorTv, explica el por qué del recrudecimiento de la violencia.
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¿Fue complejo conseguir las entrevistas con el exguerrillero Raúl Mijango y la jefa de la Unidad Especializada Antipandillas y Delitos de Homicidio de la Fiscalía de El Salvador, Gloria Guadalupe Quintanilla de Echeverría? ¿Cómo se contactó con estas fuentes?
Fue relativamente fácil y ahí se empezó a abrir el panorama para acceder a la información. Al exguerrillero Mijango lo contacté porque Natalia Botero, amiga fotoperiodista colombiana, había realizado un trabajo con un exmara y lo hizo a través de colegas a los cuales me remitió. En El Salvador contacté a estos colegas y ellos me llevaron hasta Raúl Mijango. Me reuní con él en una panadería en el centro de San Salvador.
A la fiscal Gloria Guadalupe Quintanilla llegué porque el fotógrafo Víctor Peña me llevó a una presentación de capturas de pandilleros por parte de la Policía. Allí en la rueda de prensa me identifiqué como periodista colombiano y el jefe de la delegación me remitió a la Fiscalía. Fui hasta la entidad y pregunté por la Fiscal antipandillas, me remitieron con el comunicador y hablé con este y le solicité una cita. Me la asignaron a los dos días en el despacho de la Fiscal.
¿Cómo el haber ganado el Premio ¡Investiga! contribuyó en el desarrollo de este trabajo?
Mi trabajo siempre ha estado enfocado en los conflictos urbanos y rurales. Una de mis metas es conocer las dinámicas de los grupos armados y la violencia en los países de América y sus ciudades como las Favelas en Brasil, los conventillos en Argentina, las colonias en Centroamérica, los barrios en Medellín, Cali y Bogotá. Ganar el Premio ¡Investiga! me abrió las puertas para iniciar este recorrido y que más que iniciar con la mara salvatrucha. Investiga me brindó los recursos para iniciar este camino.
Puedes leer la investigación completa aquí.