El Ecoparque Mallorquín se erige al norte de Barranquilla como un faro de la “biodiverciudad” promovida por el gobierno del saliente alcalde Jaime Pumarejo. A la fecha, de las siete fases del proyecto, se han inaugurado dos, que corresponden a un primer tramo de seis kilómetros de áreas peatonales que atraviesan la ciénaga y los manglares (ver en el cuadro UF1 y UF2), así como algunos puestos de comidas.
De estas dos primeras fases falta la entrega de un mirador de gran altura, las zonas para la práctica de deportes acuáticos, gradas para actividades culturales y otros restaurantes.
Diferentes fases del proyecto del Ecoparque Ciénaga de Mallorquín en Barranquilla, Atlántico. Fuente: Elaboración propia con datos de EDUBAR S. A.
Para Juan Manuel Alvarado Nivia, gerente de ciudad, este proyecto es uno de los mayores desafíos del distrito: “La apuesta principal de este proyecto es la recuperación integral de la ciénaga de Mallorquín, que implica restaurar y proteger tanto el cuerpo de agua como sus cuencas en un extenso proceso de descontaminación”.
Y es que según Barranquilla Verde y la Universidad del Atlántico, en la ciénaga se deben conservar por lo menos quince especies de flora, incluyendo cuatro de mangle; además de nueve especies de peces, nueve de anfibios, 177 de aves y siete de reptiles.
“En colaboración con la comunidad, trabajamos en planes a mediano y largo plazo. Estos incluyen una serie de intervenciones críticas no solo para restaurar los ecosistemas, sino también para generar ingresos para las comunidades locales, dignificar el trabajo y fortalecer la presencia institucional. Esto se traduce en la creación de espacios públicos para el disfrute de los habitantes de Barranquilla y en la promoción de la conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y adaptarnos a él”, agregó Alvarado Nivia.
Ecoparque Etapa UF1. Fotografía: Azharys Hazbún.
Sin embargo, esa recuperación integral de la ciénaga no convence a todo el mundo. Algunos ambientalistas y académicos cuestionan las obras y su impacto en los procesos biológicos: “La ciénaga de Mallorquín es una laguna costera estuarina. Este tipo de ecosistemas son muy frágiles y vulnerables, por lo tanto, cualquier tipo de intervención pasa por determinar, mediante estudios de modelación, los posibles impactos”, explica Iván Martín León, doctor en Oceanografía y geología de costas de la Universidad de Vigo.
“Otra cosa es que la obra civil tenga unas bondades turísticas y socioeconómicas, algo que en ningún caso se puede utilizar como argumento para decir que con ello se va a recuperar la ciénaga. Por el contrario, los sitios donde están las estacas de madera serán un factor determinante de cambio de la hidrodinámica de la ciénaga, y posiblemente se formen bancos de arena. De ocurrir esto, se disminuiría el espejo de agua. Por otro lado, la ciénaga de Mallorquín no está en condiciones para la realización de deportes náuticos, porque su fondo sedimentario presenta alta contaminación orgánica, bacteriológica y de metales pesados”, agrega el doctor León.
La ciénaga de Mallorquín desempeña un papel esencial como ecosistema de transición y se encuentra amparada bajo la distinción Ramsar N° 951, según lo establecido en el Decreto 3888 de 2009, como la única laguna costera estuarina en el departamento del Atlántico. Imagen: Alcaldía de Barranquilla y Puerta de Oro SAS.
Algunos ambientalistas han enviado derechos de petición al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible a fin de obtener información relevante sobre las licencias ambientales necesarias para la intervención en la ciénaga.
No obstante, la competencia recae en la Corporación Regional Autónoma del Atlántico (CRA), que mediante la Resolución 641 de 2021 y la Resolución 685 de 2022 autorizó la ocupación del cauce de la ciénaga al consorcio JCO Mallorquín. Esta autorización les permitió iniciar las obras en la fase UF1 y UF2 y las subsiguientes. Y aunque su vigencia vence al finalizar noviembre de 2023, existe la posibilidad de prórroga.
Jesús León Insignares, director de la CRA, explica que “inicialmente, los trámites de ocupación del cauce del Ecoparque estuvieron a cargo de la Sociedad Puerta de Oro SAS, gestionándose de manera progresiva por etapas o Unidades Funcionales. A medida que el proyecto avanzaba se realizaron cesiones de derechos a los consorcios civiles encargados de la construcción de las distintas fases. Hasta la fecha, se han celebrado tres de estos contratos, que actualmente están en manos de los consorcios JCO Mallorquín, TICOM y Unión Temporal Puerto Mar SAS. Estos contratos cuentan con los permisos de ocupación, viabilidad y otros instrumentos de control que la entidad ha establecido para garantizar el adecuado manejo ambiental”.
Además de los ambientalistas, otros que no se encuentran conformes con el proyecto son algunos residentes del corregimiento La Playa y del barrio Las Flores, por ejemplo, Jairo Palma, presidente de la Asociación Frente Común del Corregimiento Eduardo Santos La Playa, quien junto a otros habitantes exigen respuestas a la administración de Barranquilla, al Ministerio de Ambiente, a la CRA y a Barranquilla Verde.
Sector La Playa, cerca de la ciénaga. Fotografía: Azharys Hazbún.
“No estamos en desacuerdo con el crecimiento de la ciudad, solo vemos con gran preocupación que el proyecto, que debería haber mejorado la calidad de vida de los habitantes del corregimiento Eduardo Santos La Playa, no haya cumplido con sus promesas. Pensábamos que el Ecoparque traería mejoras en infraestructura y solucionaría el problema del alcantarillado en las zonas que carecen de él. Sin embargo, todo sigue igual; solo una pequeña parte tiene un buen aspecto, que es la que ven los turistas”, menciona Jairo.
Por su parte, Alfredo Santos, juez de paz de la localidad, considera que “se están vulnerando los derechos fundamentales, principalmente porque este proyecto no beneficia a la comunidad del corregimiento ni a los pescadores. En su momento, antes de iniciar las obras del ecoparque, también se habría intervenido la infraestructura local, lo que habría implicado mejoras en alcantarillados, plazas, parques e incluso colegios, pero no, todo quedó en promesas de dirigentes que solo hacen política en tiempos de campañas”.
Aunque La Playa y Las Flores son vecinos, han experimentado problemas distintos en las diferentes etapas de ejecución del proyecto. En 2022, desde la parte baja del río Magdalena y las playas de Puerto Mocho, varios habitantes que solían mantener casetas artesanales para la venta de alimentos a turistas fueron desalojados por el Esmad, cuyos agentes destruyeron sus locales. Ahora temen que muy pocos se verán beneficiados con la oportunidad de administrar los nuevos puestos destinados al ecoturismo.
Casetas destruidas por orden de la alcaldía. Fotografía: Pablo Pachón – Veeduría Mallorquín.
“Cuatro años teniendo esa caseta. Allí, mi esposa vendía almuerzos con los pescados que yo traía a diario. Un día, la alcaldía dijo que no teníamos derecho a estar allí. Censaron y dejaron a unas cinco familias, a las que se les permitió administrar una caseta solo porque son más antiguas. Ahora no trabajo en nada, solo vivo del rebusque y la pesca, y tampoco es rentable porque ya no se puede pescar a diario, ni salen pescados. Hay días en los que solo se pierde el tiempo en la faena”, relata Carlos Ávila, pescador y residente de Puerto Mocho.
Pese a que la administración local afirma haber compartido información de manera directa con pescadores, vendedores ambulantes y otros actores que se beneficiaban de la zona desde hace años, ese esfuerzo fue insuficiente. Así lo afirma Pablo Pachón, fundador de la Veeduría Mallorquín y estudiante de maestría en Historia de la Universidad del Norte: “No ha habido transparencia. No existe una agenda de participación pública que la comunidad pueda consultar para saber cuándo y dónde se llevan a cabo estas reuniones y quiénes las organizan. El problema fundamental es la falta de información, ya que la gente desconoce lo que implica este proyecto. Ahora, debido a los conflictos derivados de las protestas de la comunidad que han bloqueado carreteras, la incertidumbre es aún mayor, ya que las personas no saben qué sucederá con sus vidas y sus medios de subsistencia”, dijo.
En contraste, tanto la Gerencia de Ciudad como la Alcaldía de Barranquilla aseguran que han documentado las socializaciones y mesas de trabajo y que han colaborado estrechamente con la comunidad no solo en el proyecto del Ecoparque, sino también en los planes de acción para La Playa y Las Flores: “Programas como ‘Así vivo mi barrio’ son ejemplos de esta colaboración”, argumenta Alvarado Nivia.
La ciénaga recibe vertidos de aguas residuales como el servidero que se observa en la imagen, en el sector La Playa. Fotografía: Azharys Hazbún.
Además de los impactos que provocará el proyecto, de fondo queda una problemática por atender: la contaminación generada por los cuerpos de agua que alimentan la ciénaga, los asentamientos informales, los cambios en la barra de protección de la playa debido a la sedimentación, la falta de saneamiento en la ciudad y los vertidos de aguas residuales y desechos industriales de empresas cercanas.
Los habitantes de Eduardo Santos La Playa recuerdan que antes el agua de la ciénaga llegaba hasta donde hoy se encuentran la iglesia y la plaza del corregimiento. Desde el principio entendieron que dependían de ella y la cuidaron, pues la pesca artesanal en sus diversas formas fue, por mucho tiempo, su principal fuente de sustento.
Ellos relatan cómo las arduas jornadas eran recompensadas con peces en abundancia. Sin embargo, en la actualidad, algunas especies escasean y la cantidad en general se redujo drásticamente. Lo que solía ser una bonanza diaria, ahora es un raro evento semanal, a menudo determinado por la suerte, lo que erosionó las esperanzas de los pescadores.
“Desde muy niño solía acompañar a mi padre en sus faenas en la ciénaga. Recuerdo cómo me enseñaba a pescar de manera artesanal. Yo he mantenido a mi familia con la pesca. Antes pescábamos todos los días y podíamos vender hasta quinientos mil pesos diarios. Hoy, si podemos vender ochenta mil pesos por semana, es mucho. Hace dos semanas que no he podido pescar nada, y ahora vivo de revender pescado. Ese es mi negocio”, explica Fabián Jiménez, representante de la Asociación de Pescadores de la Playa de Mallorquín, ASOPIPLAMA.
“De esta ciénaga solo queda el nombre. De las siete secciones que conformaban la ciénaga, todas se han perdido. La pesca es escasa, y si hay diez pescadores, es mucho, ya que esos son los únicos que pueden permitirse contar con lanchas. Para el resto de nosotros, la situación es complicada. El hambre está presente, no tenemos apoyo ni ayuda, y la vida del pescador se ha vuelto muy difícil”, expresó el pescador Sofanor Orellanos.
La contaminación, el legado de la ciénaga
Desde 2010, cuando se publicó la política nacional de recurso hídrico por parte del Ministerio de Medio Ambiente, la Corporación Autónoma Regional del Atlántico adelantó proyectos para el tratamiento y mejoramiento de las aguas de la ciénaga en cuatro fases: planificación, administración, calidad y estudio de riesgo del recurso hídrico.
En la actualidad, se están llevando a cabo proyectos como el cultivo de microalgas, en colaboración con Cormagdalena, y la siembra constante de mangle, en apoyo de los pescadores locales y las asociaciones.
Según Ayari Rojano, bióloga de la CRA, “la fuente natural de agua dulce de la ciénaga de Mallorquín es el arroyo León, el cual solía ser intermitente y efímero durante muchos años. Sin embargo, tras la creación de la subestación de aguas residuales del suroccidente, se convirtió en un afluente permanente y, a través de él, se canalizan todas las corrientes limpias generadas por las aguas pluviales y las aguas residuales. Esto ha llevado a la ciénaga a recibir una carga orgánica a lo largo de los años, que es una forma de tensión y contaminación”, dice la bióloga. “En 2017 se iniciaron experimentos con microalgas para abordar la contaminación orgánica en la ciénaga. Los resultados exitosos de los pilotos llevaron a la expansión del proyecto a Aguada de Pablo. Los pescadores respaldaron la iniciativa al ver los resultados positivos, y se reintrodujo un cultivo de algas nativas en la ciénaga. Estas algas metabolizan contaminantes y, tras ser cultivadas en una planta de ficocultivos, se reintegraron a la ciénaga para mejorar la calidad del agua. Este enfoque ha tenido un impacto significativo, permitiendo un contacto seguro con las aguas de la ciénaga sin riesgo de enfermedades en la piel”, explicó Rojas.
Jesús León Insignares también señala que el proceso de biorremediación con microalgas que llevó a cabo la CRA en la ciénaga de Mallorquín es un ejemplo de éxito a nivel nacional, destacando la recuperación del cuerpo de agua por medio de soluciones basadas en la naturaleza: “Tenemos antecedentes históricos de una gran mortandad de peces en esta área, pero hoy observamos un aumento en la oxigenación y una reducción de los coliformes debido a las aguas residuales”.
Sin embargo, contrario a lo mencionado por Rojas y León Insignares, Iván Martín León afirma que esta iniciativa con algas “no ha tenido éxito en reducir la contaminación del sedimento. El documento técnico muestra que no ha funcionado, ya que los niveles de DBO5 (demanda biológica de oxígeno) siguen siendo altos y superan los límites permitidos por la autoridad ambiental. Esto sugiere la presencia continua de aguas residuales con alto contenido de materia orgánica incluso después de usar microalgas. Para que funcione, se requieren investigaciones exhaustivas a fin de adaptar las cepas de microalgas y se necesita un buen trabajo taxonómico en las especies utilizadas, incluso si son nativas, pero en este caso no se ha proporcionado el nombre científico de las microalgas utilizadas”.
Consultado por el desarrollo del Ecoparque, sus impactos y el estado de la ciénaga, el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo Heins, dijo: “Somos conscientes de que la recuperación de la ciénaga de Mallorquín es un proceso a mediano y largo plazo. Por ello, hemos desarrollado proyectos detallados para abordar los importantes desafíos ambientales que presenta, como el saneamiento de la cuenca noroccidental, un plan maestro para el arroyo León, el cierre técnico del vertedero de basura de Las Flores, la continuación de las fases del Ecoparque y la protección de la barra de la playa de Puerto Mocho. Siempre extendemos la invitación a la comunidad local, la academia y los sectores económicos a colaborar en la restauración de este ecosistema y hacerlo realidad”.
Esta historia forma parte del especial periodístico ‘Historias en clave verde: reportajes sobre justicia ambiental’, como resultado de la formación ‘CdR/Lab Memorias de la tierra: periodismo para cubrir temas de justicia ambiental’, apoyada por el Servicio Civil para la Paz de Agiamondo en Colombia.