En palabras de Román Jiménez: “La ganadería regenerativa es la ganadería del presente, si queremos tener futuro”. Fotografía: Paola Andrea Peña Roa.
Román Jiménez tiene en su nuca un tornillo estrella. Es un implante microdermal; su alegoría personal sobre no perder la cabeza. Este geminiano de 44 años y dragón de fuego, según el horóscopo chino, nació en una finca cerca de Pereira, Risaralda, en la que creció, estudió y permaneció hasta los 12 años. Tras mudarse a la ciudad, le dio la vuelta al mundo y regresó a Colombia al reconocer que su destino sería el mismo de sus ancestros: ganadero. Aunque un ganadero diferente.
Su padre falleció cuando Román tenía 11, por lo que terminó siendo el eje en un hogar de mujeres. Aunque su familia era conservadora, a los 14 años se realizó su primer tatuaje y —poco después― se dejó el cabello largo que aún conserva. Hoy, entre la galería de figuras grabadas en su piel, sobresale en su antebrazo izquierdo una flor alusiva a su mamá, fusionada con una triqueta que representa la unión de cuerpo, mente y espíritu; así como la vida, la muerte y el renacimiento.
De naturaleza rebelde y, a la vez, amante de la naturaleza, cuando concluyó décimo grado se fue a Europa para dedicarse a los idiomas. Estudió inglés en Cambridge y luego migró a Tours para aprender francés. Al cumplir los 18 años regresó a Colombia. Quiso concluir sus estudios en el colegio donde venía cursando su secundaria; sin embargo, el rector, con quien había peleado en años anteriores ―en un gesto revanchista― no permitió su reintegro. Román validó el grado once y se graduó con honores como el mejor estudiante. Intentó estudiar administración, pero finalmente decidió ser médico veterinario y zootecnista.
La hacienda El Pajuil, un laboratorio vivo
“Cuando terminé la universidad hice la pasantía en la Cooperativa de Ganaderos de Pereira, Codegar, y —como son machistas en el gremio— me hicieron motilar. Vengo de una familia de tradición ganadera. Es un legado que viene del bisabuelo y toda la vida habíamos trabajado la ganadería de una manera convencional. Por mi profesión, me dieron el manejo de la hacienda El Pajuil, predio de 275 hectáreas, en donde hoy 200 están en conservación y 30 de ellas son de monte virgen”, relata.
Monos, ardillas, perezosos, iguanas, venados, aves rapaces y silvestres, entre otros, deambulan entre los bosques de El Pajuil. En 2007, la Universidad de Caldas censó a los micos de la hacienda y encontró comunidades de mono aullador y mono araña aisladas en el área de bosque virgen. “Pensamos en reforestar con silvopastoriles, haciendo corredores para que los monos tuvieran la opción de salir a otros puntos, pero comprar árboles y sembrarlos costaba una fortuna. Para ese momento tenía programado irme nuevamente del país, así que resolvimos que la naturaleza actuara por ocho años, sin intervenirla. Me fui y con herramientas web, como Skype, manejé todo a control remoto con la ayuda del mayordomo, mientras la producción de leche pagaba la nómina”.
Con el anhelo de crecer y explorar otras posibilidades que no veía en Colombia, Román viajó en 2008 a Nueva York y trabajó en una clínica de pequeños animales. Sin embargo, una vez más su sello excéntrico y aventurero lo impulsó a mudarse a Barcelona, donde cursó su maestría en investigación veterinaria y un doctorado en medicina y salud animal, con énfasis en regeneración de tejidos y células madre.
Antes de su nueva aventura migrante, Román era criador y fiel defensor de la raza de ganado brahman. También aplicaba rigurosamente (en otra de las fincas de la familia), fertilizantes, herbicidas y otros productos de síntesis química ―promovidos en la academia—, pero el tamaño, las características de El Pajuil y los mismos números, le hicieron considerar que esta hacienda necesitaría un manejo diferente.
Aunque la historia de Román no es la misma que la de muchos ganaderos en Colombia y el mundo, sí hay un punto en común: varios productores han dejado los modelos de ganadería tradicionales y se han regenerado por necesidad. “Parece contradictorio, pero es cierto. En la ganadería regenerativa se obtiene mayor rentabilidad y menos dinero. Un ganadero convencional puede facturar cinco millones en un período, pero $4 300 000 se quedan en el almacén para pagar agroinsumos; hoy, como ganadero regenerativo, recibo $2 000 000 en el mismo lapso de tiempo, pero en la tienda dejo $300 000. Entonces, ¿cuál de los dos gana más? El precio de los insumos siempre crece, mientras que la ganancia se hace más estrecha. La misma situación nos ha llevado a romper paradigmas”.
La huella de la vaca
El Jefe Seattle, líder de las tribus amerindias en los Estados Unidos, afirmó: “La tierra no pertenece al hombre, sino el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida; es solo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra”. Estas palabras resuenan cuando se han perdido 178 millones de hectáreas de bosque desde 1990. Global Forest Watch, una plataforma que suministra datos para el monitoreo de bosques, estima que cada seis segundos el planeta pierde en bosque primario, el área equivalente a una cancha de fútbol. Una de las principales causas de esa deforestación es el avance de la frontera agrícola y ganadera.
La FAO asegura que en los últimos 50 años se ha duplicado la población ganadera en América Latina, pasando de 201 a 418 millones de cabezas, cifra que coincide con el aumento en las áreas de pastura de 461 a 560 millones de hectáreas.
Según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), la población de ganado bovino para 2020 fue de 987.5 millones de cabezas. En donde India, Brasil y los EE.UU. acumulan el 65 % del inventario bovino del planeta. Por su parte, el reporte colombiano del mismo año, emitido por Fedegán, es 28 832 858 cabezas, que corresponden a 615 367 fincas en el país, ocupando el duodécimo lugar en la cifra de vacunos del mundo. El Banco Mundial ha sugerido que Colombia crie la misma cantidad de bovinos en menos terreno del que emplea hoy (39 017 179 hectáreas para uso pecuario), para aumentar la sostenibilidad de la ganadería y permitir la restauración forestal.
La ganadería bovina aporta el 9,4 % de las emisiones mundiales del sector pecuario (que alcanzan un 14,5 %). Entre los gases de efecto invernadero generados por la actividad ganadera están el dióxido de carbono (27 %), el óxido nitroso (29 %) y el metano (44 %), los cuales inciden en el calentamiento global. Frente a estas evidencias, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alerta sobre necesidad de aplicar estrategias de mitigación en el sector ganadero.
Al respecto, Andrés Zuluaga, director de conservación de la región Nasca para The Nature Conservancy, en el marco del webinar ‘Hagamos una vaca por el planeta’, mencionó que al sector ganadero le hacen señalamientos reales, necesarios para hacer una reflexión profunda y que no se pueden ignorar. “Hay que ver las dos caras de la moneda: por un lado, hay sistemas de producción ganadera que extraen y degradan; pero, por el otro, también hay sistemas de producción sostenibles, como los modelos regenerativos, que se asocian a la naturaleza ofreciendo un mayor reciclaje de nutrientes y mayor biodiversidad del suelo, biomasa, fauna y flora, por encima incluso de los sistemas silvopastoriles”.
De la extracción a la regeneración
Preocupado por este panorama y motivado por los primeros experimentos conservacionistas en la hacienda El Pajuil, Román se embarca definitivamente en 2014 hacia un nuevo destino: la ganadería regenerativa. Casado y radicado en México, se entera de que Johann Zietsman, renombrado ganadero y gestor del Pastoreo de Ultra Alta Densidad (PUAD), iba a dictar un seminario en Texas y a lanzar su libro ‘Hombre, ganado y pastizal’.
La observación y experiencia en su rol como ganadero en Zimbabue, sumado al estudio de los planteamientos de otros pares como Jan Bonsma, experto en selección animal, y Allan Savory, proponente de la ganadería holística, inspiraron a Zietsman a diseñar el PUAD, una de las herramientas de manejo de la ganadería regenerativa, donde los animales en manada hacen un pastoreo no selectivo en áreas reducidas y por corto tiempo, ayudando a la renovación y recuperación del suelo.
Manada de la hacienda El Pajuil, previo al cambio de área de pastoreo. Allí la raza criolla romosinuano es la predominante. Fotografía: Paola Andrea Peña Roa.
“El PUAD imita y acelera los procesos naturales. El efecto manada hace que el ganado con la pezuña rompa la costra de compactación del suelo. Imagina una cancha de fútbol con una vaca en un extremo, que tiene que tomar agua en el punto opuesto ¿cómo termina la cancha si la dejas allí durante un año? Absolutamente pelada. Eso es lo que ocasiona la compactación del suelo y, posteriormente, forma la erosión. Esa es la forma como la ganadería compacta el suelo: cuando los animales deambulan por mucho tiempo en un área”, explica Román.
Ejemplo del deterioro del suelo causado por el sobrepastoreo Fotografía: Paola Andrea Peña Roa.
En 2018, alrededor de 2000 millones de personas y 1900 millones de hectáreas de tierra fueron afectadas por la degradación del suelo en el mundo. Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), la degradación del suelo le cuesta a la economía mundial entre 18 a 20 billones de dólares anuales, señalando que los principales causantes son el uso excesivo de productos químicos, los monocultivos, la deforestación y el sobrepastoreo.
En ganadería regenerativa, la palabra regenerar surge del enfoque de devolverle al suelo la estructura que ha perdido por malas prácticas, por lo que en este modelo el protagonista principal es el suelo y no las vacas como sucede en la ganadería extractiva. “Volvamos a la cancha de fútbol y hagamos lo contrario: tomemos 365 animales y dejémoslos pastorear allí solo un día; todo quedaría lleno de orina, boñiga y la tierra de la cancha y el pasto estarían revolcados. Así funciona el PUAD. Las pezuñas de la manada, al estar por un tiempo muy corto, le dan un masaje apropiado al suelo”.
El modelo regenerativo promueve una ganadería limpia prohibiendo el uso de fertilizantes, pesticidas, plaguicidas y herbicidas de síntesis química, además de fármacos, hormonas, antibióticos e ivermectinas, cuyo residuo queda en el estiércol y amenaza a la biofauna del suelo, encargada de mover la materia orgánica. La orina y las heces son los dos mejores fertilizantes naturales; mientras que el pisoteo del ganado reemplaza al arado.
La revolución verde impuso una serie de tecnologías, como el uso de maquinarias para preparar el suelo y la aplicación de sustancias químicas que realmente lo envenenan. La materia orgánica o humus acumulado en los primeros centímetros del suelo es uno de los reservorios de carbono del planeta, junto con los árboles y los sistemas radiculares de los pastos (raíces); por ello, cuando se hace uso indebido del suelo se lanza el carbono retenido a la atmósfera, intensificando el fenómeno del calentamiento global.
En las publicaciones de André Voisin, Allan Savory, Tom Lasater, Jan Bonsma, Ana Primavesi, Helen Ingram, Gabe Brown, Joel Salatin y, por supuesto, Johann Zietsman; Román y otros entusiastas de la ganadería regenerativa han encontrado varias pistas para su transformación; una de ellas la planteó Savory en su charla TED de 2013, cuando aseguró que los modelos de pastoreo no selectivo —propios de la ganadería regenerativa― pueden reverdecer el planeta a un bajo costo.
Para reforestar y favorecer la captura de carbono, varias ganaderías regenerativas en Colombia también trabajan en la arborización de sus predios. Por ejemplo, en El Pajuil suministran variedades de semillas en las sales que consume el ganado, de modo que este las expulse en la boñiga y luego germinen. Solo ofrecen semillas de especies nativas, favoreciendo la expresión de árboles que surjan de manera espontánea, limitando el uso de la guadaña y el machete. Esta es una técnica silvopastoril de muy bajo costo.
“En un lenguaje simple, este modelo permite que la naturaleza actúe y nos ofrece a los ganaderos un sinnúmero de servicios ecosistémicos, que nos representan cero costos al evitar la dependencia de insumos externos”, añade Román explicando que el control de plagas que atacan a los pastos lo hacen los mismos insectos, pues se regulan entre sí, razón por la que las ganaderías deben conservar diferentes especies de flora, hábitat de los insectos benéficos.
Una herramienta como el PUAD lleva a que los ganaderos no tengan que sembrar monocultivos de pasto, sino a que alimenten al ganado con el material forrajero que ofrece la naturaleza misma a cero costo; esto evita también recurrir al uso de herbicidas tóxicos como el glifosato, usado para erradicar las hierbas y arbustos que brotan en los potreros y que el ganadero convencional está empeñado en desaparecer, sin comprender que esas especies indican la compactación y degradación del suelo, y ayudan a frenarla.
Ganadería regenerativa en Colombia y Latinoamérica
Literalmente enamorado del PUAD y de los conceptos que aprendió de Zietsman, Román comenzó a implementar el modelo en El Pajuil en 2015, siendo el primer colombiano en ponerlo en práctica. “Fue un proceso que hicimos despacio y a la medida de nuestros recursos. Los costos para establecer este sistema son muy económicos y lo importante es arrancar, pues a medida que la empresa va produciendo se empieza a invertir. Pero la gente invierte todo de una sola vez y a los diez años no tienen nada. Por eso han fracasado”.
En 2017, dos años después de haber incursionado con el PUAD y con avances para mostrar, Román y su familia gestionaron la primera visita de Zietsman a Colombia, para evaluar El Pajuil y facilitar conferencias de este modelo en tres ciudades. “A la actividad en Pereira apenas fuimos 20 personas, pero eso sirvió para propagar la noticia que Johann sí estaba. Las audiencias en Medellín y Barranquilla fueron buenas y cerca de 200 personas quedaron cautivadas con el modelo”, recuerda.
Zietsman estuvo durante un mes y recorrió otras ganaderías del país, entre ellas la hacienda La Cascada en La Victoria, Caldas, donde sus líderes comenzaron a implementar el PUAD al día siguiente de la visita.
Sin saberlo, Román y su familia sembraron la semilla que originó el movimiento de ganaderos regenerativos en el país. Los interesados en este modelo ―bajo el ferviente deseo de obtener respuestas y compartir experiencias― empezaron a agruparse en varios chats: el primero fue Profitable Ranching, gestado por el mismo Zietsman e incluyó varios de los ganaderos colombianos que había conocido. Por esos chats van y vienen preguntas y respuestas, consejos, contactos, artículos técnicos y otros.
Meses después, otro de los principales líderes del movimiento en Latinoamérica estuvo en Colombia, el mexicano Daniel Suárez, quien asegura que se salvó de ir al abismo financiero gracias a este modelo. Hoy, Daniel es gestor de ganaderiaregenerativa.com, el blog más grande de habla hispana en la materia, el cual reúne diversos artículos de varios autores de talla local y mundial.
Ganaderos regenerativos recorriendo El Pajuil, en la segunda visita de Daniel Suárez al país (aparece de pie y cruzado de manos, frente al aviso de la hacienda). Fotografía: archivo personal de Román Jiménez.
Otro de los chats más populares sobre ganadería regenerativa en Latinoamérica es ‘Ganadería Regenerativa Feliz’, que ha contado con la participación de figuras destacadas del modelo en el continente como Bruno Vasquetto, de Argentina; Juan Dutra, de Uruguay; Daniel Suárez, de México; Leopoldo Viteri, de Ecuador, y Román Jiménez; entre otros. La llanera Disney Baquero es otra de las líderes de la ganadería regenerativa, quien ―curiosamente—, aplica este modelo sin tener predios ni ganado propio y se ha encargado de extenderlo por la Orinoquía.
Algunos de los miembros del chat ‘Ganadería Regenerativa Feliz’ en el Primer Encuentro Latinoamericano de Ganadería Regenerativa. Fotografía: archivo personal de Román Jiménez.
En 2018, tras un largo tiempo de estar en contacto exclusivamente por chat, se dio el primer encuentro presencial de ganaderos regenerativos latinoamericanos en Ecuador, fortaleciendo aún más los lazos de intercambio de conocimientos. Menciona Román que “en ganadería regenerativa no hay recetas secretas, prevalece el altruismo y todo conocimiento se comparte. Mi mentor Zietsman siempre ha sido generoso con su saber y, en lo personal, eso me ha inspirado”.
El movimiento de ganaderos regenerativos en el país es imparable. En 2019 nació la Asociación Colombiana de Ganaderos Regenerativos (Acoganar). Hoy cuenta con 40 integrantes de 13 departamentos del país: Antioquia, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cesar, Córdoba, Cundinamarca, Magdalena, Meta, Santander, Tolima y Valle del Cauca, que van en la búsqueda de la comercialización de carnes con el sello de denominación de origen regenerativo.
La pandemia impulsa la ganadería regenerativa
Paradójicamente, debido a la pandemia los líderes de este movimiento extendieron su alcance y han podido difundir sus experiencias a través nuevos chats, grupos en Facebook, cursos virtuales y transmisiones en vivo por redes sociales. El número de seguidores ha crecido notablemente: comunidades en Facebook como ‘Ganadería Regenerativa Feliz’, y ‘Ganadería a Pasto‘ lideradas por el ganadero colombiano e ingeniero de sistemas, Diego Manrique, se triplicaron en tiempos de pandemia, pasando de 3000 seguidores a 15 000 y 21 000, respectivamente.
En plena cuarentena, Manrique gestó los Regeneratalk, una serie de programas en vivo con expertos de la ganadería. La transmisión está vinculada al canal ‘Ganadería Regenerativa‘, de Daniel Suárez en YouTube. Estos espacios buscan difundir este modelo entre pares y pretenden, a futuro, estimular una relación más cercana y directa entre el productor y el consumidor.
Al igual que el lema de la hacienda El Pajuil, la ganadería regenerativa está hecha para la conservación de la naturaleza, desafiando a los productores a desaprender para tener la humildad de aprender de la naturaleza misma. “Esta no solo ayuda a regenerar suelos, también te ayuda a cambiar la manera de pensar, ser, sentir y ver el mundo. Para mí, Román Jiménez, simplemente es felicidad”, concluye.