Durante décadas los crímenes ambientales han pasado desapercibidos. Las autoridades alrededor del mundo dedicaban pocos recursos a su persecución. En muchos lugares, solo desde hace muy poco tiempo, han sido tipificados. Estos delitos, que van desde la contaminación industrial hasta la deforestación ilegal, están dejando una huella devastadora en los ecosistemas y también en comunidades locales. Han deteriorado su salud y sus medios de subsistencia.
A menudo estos crímenes se cometen bajo la mirada atenta de la impunidad, alimentados por la corrupción y la falta de regulaciones efectivas. Las consecuencias son evidentes en la calidad del aire que se respira, el agua que se bebe y los suelos que se cultivan. Hoy el crimen ambiental es el tercer negocio ilegal más lucrativo del mundo, de acuerdo con la Interpol. Anualmente, esta clase de delitos mueve cerca de USD 280.000 millones, casi tres veces el Producto Interno Bruto (PIB) de un país como Costa Rica. Las ganancias obtenidas han dado un segundo aire al crimen organizado e, incluso, al terrorismo.
Sin embargo, de manera reciente en Colombia, el foco de la prensa, la sociedad civil y la academia cada vez apunta con mayor ahínco hacia los lugares donde existen alertas sobre posibles crímenes ambientales o a aquellos donde estos proliferan ante la ausencia del Estado.
Este especial periodístico es el resultado del ciclo de capacitación de la ‘Escuela de formación en herramientas para investigar delitos ambientales: una apuesta por la transparencia desde los territorios’, iniciativa de Global Financial Integrity, el Centro de Alternativas al Desarrollo (CEALDES) y Consejo de Redacción (CdR).
A través de las dos investigaciones, que cuentan con entrevistas a expertos y testimonios de aquellos que sufren directamente esta crisis ecológica, se muestra la urgente necesidad de fortalecer la justicia ambiental. Dos reportajes que suceden en la Amazonía colombiana y que tienen en común el impacto de la minería.
En primer lugar, Edwin Suárez Narváez investiga la contaminación de mercurio causada por la minería ilegal del oro en Guainía; sus impactos en los ríos, suelo y la salud de los habitantes del departamento, en su mayoría indígenas. Y, segundo, en Mocoa (Putumayo) Daniela Arias explora las posibles consecuencias que puede traer para la comunidad la explotación de una mina de cobre impulsada por una empresa multinacional con un problemático historial.
Bienvenidos y bienvenidas a un viaje hacia la verdad oculta detrás de estos delitos ambientales, en el que cada historia es un recordatorio de lo que está en juego si no se actúa con firmeza para proteger el planeta.