El Tandil es una vereda adolorida desde el 5 de octubre de 2017. Ese día los campesinos protestaban contra la erradicación forzada de los cultivos de coca, que son el sustento de más de 70 familias en esa región de la selva nariñense. La manifestación se interpuso entre un grupo de policías antinarcóticos y los sembradíos. De pronto se empezaron a escuchar disparos. Siete personas cayeron asesinadas y 22 más quedaron heridas. Los testigos de la comunidad no tienen dudas: la Policía disparó contra personas indefensas. La Fuerza Pública dijo que se había tratado de un combate contra el frente Oliver Sinisterra, una disidencia de las Farc. No hubo uniformados heridos ni muertos, todas las víctimas eran civiles.
En medio de la masacre murieron los campesinos: Diego Escobar Dorado, Nelson Chacuendo Colamba, Janier Usperto Cortés, Jaime Guanga Pai, Alfonso Taicús Taicús, Iván Darío Muñoz y Aldemar Gil. Sus familiares y las 22 personas que quedaron heridas denuncian que han sido abandonadas por el Estado. Aseguran que no han recibido atención psicosocial, han tenido que interrumpir sus tratamientos médicos por falta de dinero y están molestos porque consideran que la Policía y el Ejército han mentido.
Conversamos con Nicolás Sánchez, quien nos contó detalles de la investigación y la importancia de revivir la memoria de los lectores.
¿Cómo fue el contacto para ir hasta El Tandil y hablar con las víctimas? ¿Tuviste acompañamiento de algún ente de protección?
Un mes antes de hacer el viaje había ido hasta Tumaco y ahí contacté al presidente de la Junta de Acción Comunal de El Tandil. Desde ese día hablamos sobre la posibilidad de ir para las fechas en que se iba a conmemorar la masacre con la intención de hacer unos artículos periodísticos acerca de cómo se encontraba la comunidad hoy en día. El acompañamiento en el territorio fue todo por parte de la JAC, siempre estuvieron pendientes de nosotros, en los recorridos, de la vereda. No tuvimos ningún acompañamiento estatal, solo el de la JAC, sin ellos no se hubiera podido realizar el trabajo.
«Perdí la finca, perdí mi hogar, perdí la estabilidad», lamenta Dilber Campo, quien para el momento de la masacre tenía 25 años. Él se alejó unos metros de donde estaban los policías antinarcóticos, pero cuando empezaron a disparar una bala lo alcanzó y le destrozó su fémur. En ese momento empezó su calvario que aún no termina. Luego de quedar herido logró cubrirse tras de un árbol y veía cómo las balas levantaban tierra a pocos centímetros de donde estaba y las matas de coca, de las cuales quedó rodeado, se movían por los impactos de los proyectiles. En ese momento se hizo un torniquete para no morir desangrado.
“Siento que no tengo puestos los pies en la tierra. Todos los proyectos, todas las metas que me había puesto quedaron en veremos. Me siento estancado”, enfatiza. Su hogar se dañó y él dice que fue por cuenta de todo lo que le conllevó la masacre. Ahora sólo puede trabajar uno o dos días a la semana porque siempre se ha dedicado a las labores del campo y por cuenta de la herida perdió fuerza.
“Al Estado le pido que por lo menos por una vez en la vida reconozca los errores que tiene, que dejen de masacrar las personas y después manejar los medios de comunicación y decir que nosotros somos los que los atacamos”, clama.
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Hablar con los familiares de las víctimas es una tarea de sensibilidad y empatía, ¿Qué consejos nos das para realizar buenas entrevistas sin llegar afectar la salud emocional de la víctima?
La conversación misma le va diciendo a uno hasta dónde puede llegar. Depende mucho de que el periodista esté pendiente de esos detalles que puedan alertar si se va transgredir los límites y la salud emocional de las víctimas. Con la madre de uno de los fallecidos en la masacre estábamos hablando y llego el punto en que decidimos no hacerle más preguntas porque me di cuenta que podía afectar a la señora con más preguntas, sin embargo ella decidió seguir hablando sin necesidad de que yo le hiciera más preguntas.
Luego hablé con el hermano de una de las personas que murió y me di cuenta que pude hacerle unas preguntas que con la mamá entrevistada no hubiera podido. Uno está en esos contextos para la gente y no la gente para uno, yo creo esas historias con el fin de poder ayudar en algo.
Las víctimas de la masacre de El Tandil no entienden por qué después de dos años el caso sigue en la absoluta impunidad. La Fiscalía investigó hasta el 22 de agosto de 2019, día en el que el expediente fue trasladado a la Justicia Penal Militar. Esa decisión tiene molestos a los campesinos porque creen que en esa jurisdicción no habrá avances ni condenas. La Procuraduría tampoco ha sancionado a ningún miembro de la Fuerza Pública por la matanza.
No hay ninguna sanción disciplinaria por la masacre. La Procuraduría, en respuesta a Colombia 2020, informó que: “se siguen practicando pruebas en etapa de investigación disciplinaria” contra 14 miembros del Ejército y 40 de la Policía.
¿Cómo obtuviste las declaraciones de La Procuraduría sobre las investigaciones de la masacre?
La Procuraduría. Por una parte está el listado de las personas que están investigadas por la masacre, eso lo obtuve hablando con la oficina de prensa de La Procuraduría, les envíe un cuestionario, me respondieron que aún no habían sanciones disciplinarias contra los uniformados que estuvieron ese día en el pelotón.
Por otro lado, la argumentación de La Procuraduría para que el caso pasara a la justicia Penal Militar es un documento que entrega la procuradora encargada de la investigación.
Las fotos y videos son excelentes recursos que llevan la historia de las cifras a los testimonios, ¿Consideras que hacen falta más formatos como estos en las noticias cotidianas?
Lo cotidiano tiene el problema de la inmediatez, y la inmediatez tiene el problema de que el periodista no tiene el espacio para pensarse algo que le requiera demasiado tiempo. Por ejemplo en este trabajo se puede ver una propuesta de video, una propuesta de fotografía porque hubo tiempo para pensar bien cómo hacer el especial. También hubo un equipo de videógrafos y un fotógrafo. Sí se necesita en lo cotidiano pero siempre y cuando hayan las condiciones para hacerlo, las condiciones son que uno tenga tiempo, que tenga equipos, que el periodista se apoye del fotógrafo. No se le puede pedir al periodista que haga todo porque raya con lo límites, podría ser contraproducente.
Este tipo de investigaciones se pueden hacer cuando hay tiempo y personal que esté en función del especial.
Foto por: Óscar Perez
Luego de dos años, decidieron informar qué había pasado en esa región con las investigaciones de la masacre, ¿Crees que los medios deberían tener un espacio para hacer seguimiento a hechos similares a estos?
Es muy importante que los medios de comunicación tenga espacios para hacerle seguimiento a ese tipo de sucesos, sino lo que va a pasar es que el acontecimiento se va a quedar en el olvido. Lo que logra este tipo de seguimientos es poner el precedente de que este tipo de hechos no pueden suceder en un país, también poner en evidencia las falencias de la Justicia, las falencias de las Instituciones que en el caso de El Tandil no han tenido la disposición para investigar para darle justicia y verdad a las víctimas de esta masacre.
Un ejemplo muy importante de esto es la investigación que hace la Revista Semana en el caso de Dimar Torres, este hecho se pudo haber quedado en un titular como suele pasar en Colombia pero ellos decidieron darle seguimiento y lograron que el caso no quedara en un muerto más en la región del Catatumbo.
El seguimiento a esos hechos es importante para que el Estado actúe en términos de garantizarle los derechos a las víctimas en verdad y justicia y, además, recordarle al país que eso no puede pasar. Si no vamos a la profundidad de los casos no vamos a encontrar las atrocidades que se han encontrado y no se logrará una condena social a este tipo de hechos.
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