En Colombia persiste el conflicto armado interno. Incluso si algunos -quizá por razones ideológicas, electorales o judiciales- intentan negarlo; sus dinámicas, sus hechos violentos, sus víctimas, sus huellas y sus victimarios están cada día en las noticias para corroborarlo. Además, del llamado posacuerdo con las antiguas Farc hay aún heridas sin cicatrizar, obligaciones humanitarias vigentes, compromisos ante el sistema de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición que deben ser observados y una variedad de tareas pendientes de los firmantes. En un contexto como ese, la tarea de intentar que sea menos horrorosa la guerra y de lograr que se cumplan las mínimas normas de la confrontación resulta urgente.
Informar adecuadamente sobre la violencia armada y sus consecuencias es vital para que la sociedad conozca sus alcances y evitar que la verdad quede supeditada a los intereses de cada trinchera. Por eso, la labor del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y de la asociación Consejo de Redacción (CdR) es, cada una a su manera y en su campo, tan valiosa. Aliados, trabajan hace varios años para cualificar la formación profesional de cientos de periodistas (nacionales y extranjeros), con la realización del curso ‘Conflicto, violencia y DIH: herramientas para periodistas’, para que puedan cubrir mejor los hechos relacionados con nuestro conflicto y sus consecuencias, buscando precisión, rigurosidad, imparcialidad, conocimiento, criterio, investigación, pero, sobre todo, humanización de los relatos sobre esta dura realidad.
El verdadero indicador de estos cursos será la cantidad y calidad de las piezas periodísticas que en los medios (nacionales y regionales, masivos o alternativos) se publiquen sobre el tema. Pero, como un primer ejercicio, los participantes elaboran una propuesta de historia que quieran contar sobre el conflicto y sus víctimas. Todos ellos reciben retroalimentación sobre su enfoque y sobre su contenido. Algunas de ellas pasan filtros adicionales hasta convertirse en piezas periodísticas elaboradas con esfuerzo y vocación, acompañadas y editadas por profesionales curtidos en el oficio. Ese resultado es lo que verán ustedes en este especial.
Podrán entender el duelo infinito y nunca resuelto de la desaparición forzada y los cuerpos no identificados, ni siquiera en Bogotá donde todo está a un bus de distancia y cabría suponer que las instituciones funcionan mejor. Entender este drama en la capital del país es deducir lo que padece una víctima del mismo delito en Tumaco o en Tibú. Un relato para dimensionar las cifras sin perder de vista los rostros de los familiares y sus ausentes.
Encontrarán un trabajo periodístico que conecta el departamento del Cauca en Colombia con Holanda, el pasado y el presente, las cicatrices de la guerra con los vacíos de la justicia, el daño que hacen las verdades a medias de algunas noticias con la dureza del exilio. Una narración sorprendente que reúne en un solo cuerpo, en una sola persona, varias expresiones de una guerra absurda.
Leerán una detallada narración en primera persona de una exguerrillera, hermana, madre, novia, desmovilizada. Por lo vigente de la discusión sobre lo que padecieron los niños reclutados y las mujeres combatientes, porque se desdibujan las líneas entre víctima y victimaria, porque se entienden ciertas dinámicas rurales que la ciudad ignora; porque contiene algunas motivaciones para haber estado en las filas y la esperanza con la cual se le apuesta a la reconciliación.
Recorrerán con palabras e imágenes los caminos polvorientos de los Montes de María, donde se juntan dolorosos casos de violencia repetida una y otra vez, de desplazamiento y despojo, bienes civiles (protegidos por el DIH) usados como trinchera o campamento sin importarle a grupos armados -regulares e irregulares- lo que dictan los convenios internacionales.
Conocerán, en fin, cuatro maneras de abordar una realidad, cuatro miradas diferentes que se nutren de acentos regionales, géneros y procedencias, cuatro trabajos que son una muestra de aquello que debería abundar en los medios porque, en tanto comprendiéramos mejor que con la guerra todos perdemos, podríamos desactivar los discursos y arengas de quienes quieren perpetuarla.