“El periodismo merece no solo una nueva gramática, sino también una nueva pedagogía y una nueva ética del oficio, y visto como lo que es sin reconocimiento oficial: un género literario de mayor edad, como la poesía, el teatro y tantos otros. A ver si con un reconocimiento tan justo – entre tantos sofismas de distracción – los periodistas colombianos nos le medimos por fin al reportaje inmenso que se espera de nosotros”. Gabriel García Márquez.
Así, inicia el capítulo escrito por Ginna Morelo de nuestra guía “Pistas para narrar la paz”: “Volver al reportaje, la ruta de la verdad”, donde se habla de un periodismo a profundidad: el que logra hablar de datos y de historia a la vez, y que lo hace en el formato reportaje.
El principal reto del periodismo escrito es pensar en cómo contar la historia que los lectores han visto y oído decenas de veces ese mismo día en los medios de comunicación. Cómo seducir y atrapar recurriendo al lenguaje y a personajes que a través de los sentidos se han compenetrado y vivido un hecho absolutamente real.
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Hacer un reportaje implica desarrollar destrezas para buscar, datear y escribir buenas historias. Aunque la teoría “la enseñan en la universidad”, muchas veces no existe un camino exacto para hacerlo, por esta razón, aquí te damos algunas recomendaciones y aspectos fundamentales para desarrollar historias con este género:
Haz una ficha temática
Aun cuando en metodología periodística no hay nada definitivo y cada quien asume su proceso de organización de la idea, siempre es necesario armar una ficha de investigación, y para ello recomendamos:
1. Pensar en tu idea y que ella sea: completa, concisa y clara. El periodista que construye un esquema para intentar narrar una historia siempre debe ir tras algo que quiere: retratar y/o relatar.
2. Contextualizar la realidad que desees indagar con otros temas similares que: globalizan la idea, esto es universalizarla; resignificar la idea, darle nuevos significados; le aportan prominencia a la idea, la trasciende.
3. Elegir modelos narrativos (escritos o audiovisuales), que aporten conceptos sobre el trabajo que deseas emprender. La única manera de evitar los lugares comunes es leer mucho, tener un universo lingüístico amplio para enriquecer y potenciar el relato.
4. Formular preguntas en el orden de importancia que desees resolver el relato. Los interrogantes básicos son imprescindibles porque ubican, pero no olvides los por qué y para qué, que dimensionen el alcance de la idea. ¿Sobre qué es la historia? ¿Qué dimensión geográfica y espacial tiene la historia que quieres contar?
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Escucha, observa, indaga y haz cruce de información. Estas cuatro palabras hacen parte importante del proceso para hacer un reportaje, se deben seguir esos pasos en reportería, ya que ese es un de los procesos más difíciles. La reportería se resuelve en el tiempo que sea necesario, así que lo primero es hacer entrevistas sin entrevistas, sin preguntas intimidantes que pueden hacer sentir inseguro o vulnerado al entrevistado.
“Tenemos la obligación de sorprender al lector. No tenemos derecho a aburrirlo”, así lo comenta el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, una afirmación que se asocia a una buena idea y que muestra la siguiente analogía hecha por Ginna Morelo: “Una historia es música que se escribe nota a nota, que suena coherente desde su comienzo y contundente en su final”.
Estar y sentir, no pasar.
El periodista que quiere contar historias debe estar. El que quiere ir más allá y acercarse al reportaje, debe sentir, y para llegar a ese estadio necesariamente hay que invertir tiempo.
Foto cortesía: Jorge Daniel Morelo. Portada del segundo capítulo de la guía “Pistas para narrar la paz”.
Análisis imprescindibles
En el libro “Escribiendo historias: el arte y el oficio de narrar en periodismo” que también se destacó en la publicación, se hace un análisis de las técnicas narrativas imprescindibles para hacer un reportaje:
Punto de vista: Hay cuatro perspectivas o modos de contar la historia: 1) Primera persona. 2) Omnisciencia. 3) Omnisciencia limitada. 4) Método objetivo. La segunda persona es quizá el punto de vista más arriesgado y el que menos se utiliza en el periodismo narrativo.
El tiempo: No necesariamente debe ser lineal, cronológico. El periodista puede escoger, sopesar y valorar aspectos importantes que pueden estar en la mitad del relato de la fuente, o que representan la esencia del hecho objeto de la investigación, que quizá estén en el final. La claridad de cómo ocurrieron las cosas no debe perderse, pese a que decida comenzar por el final de la historia y no por el principio.
El espacio: El sitio donde ocurren los acontecimientos. Es necesario ubicarlo y describirlo con claridad porque también condiciona el tiempo en que suceden los hechos.
El ritmo: Se consigue con la sumatoria de datos nuevos y relevantes, se pierde con la repetición de ellos. Una buena historia está plagada de datos reveladores que puestos en contexto hablan, dicen, cuentan, explican, argumentan y permiten avanzar con certezas y sorpresas.
El clímax: Es el momento culminante de una acción que puede representar conflicto, interés, misterio o júbilo. Es el punto más elevado del relato, que idealmente desborda al lector en sensaciones.
Los personajes: Son los dueños, la esencia y vida de las historia. El primer personaje es el narrador. Están relacionados con objetos y lugares, pero sobre todo acciones, a través de las cuales se revela su talante, su modo de ser, su ambición, sus miedos.
Las escenas: Hay un recurso discursivo por excelencia que le permite al periodista contar los detalles de cómo sucedió algo: la descripción. Es clave a la hora de convertir en palabras lo que vio, para que el lector pueda imaginar.
El comienzo: La historia debe sorprender al inicio, impactar y enganchar. El periodista mexicano Juan Villoro afirma que el inicio de una crónica es fundamental para atrapar a un lector y que, para ellos, la descripción de los lugares es una buena estrategia.
El final: La historia debe ser contundente, cerrar un círculo y morderse la cola.
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Estructuras para contar.
La estructura de la historia se asemeja a la columna vertebral: la que sostiene toda una serie de elementos narrativos que van apareciendo a medida que avanza los acontecimientos. Es lo que el chasis a un vehículo o las bases a una casa.
Antes de definir cuál se empleará, se debe tener claro el punto de vista de la historia. Esto es, si ella se contará desde la primera persona del personaje, la tercera persona – o sea, el autor o el narrador – o mezclándolas para dar la sensación de un diálogo entre ambos, una participación activa de ese personaje y del periodista. O también, que el narrador interactúa con una segunda persona, a la que hace cómplice de las situaciones.
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