En 2017, el Parque Municipal Natural Andakí, en Belén de los Andaquíes (Caquetá), un pequeño pueblo ubicado entre la cordillera Oriental y la Amazonía, se convirtió en noticia nacional. Las expediciones de Colombia Bio, una iniciativa que buscaba explorar ecosistemas con vacíos de información biológica a nivel nacional, descubrió 47 nuevas especies para la ciencia y registró 190 que hasta ahora no tenían registro en Colombia.
Este hito científico puso en la lupa pública al pequeño municipio de Belén de los Andaquíes y a la Fundación Tierra Viva, un grupo de belemitas que en los noventa empezaron recogiendo basura de los ríos y que terminaron declarando más de 40.000 hectáreas protegidas a nivel municipal.
Belén de los Andaquíes está envuelto por ríos majestuosos que surgen en las alturas de la cordillera Oriental. El calor sofocante del sol, que ronda los 30 °C y la lluvia constante crean un aura húmeda y densa, propia de la Amazonía. Su inmensa biodiversidad y riqueza hídrica se debe a su variedad de ecosistemas, que van desde los 214 hasta los 2.200 m s. n. m., contemplando espacios de cordillera, piedemonte y selva amazónica. Esta diversidad de entornos naturales convierte a esta región en hogar de una gran cantidad de plantas y animales emblemáticos como osos de anteojos, jaguares y pumas.
Belén resiste en medio de la deforestación
A pesar de su gran biodiversidad, Belén de los Andaquíes se encuentra rodeado de amenazas ambientales. El bioma amazónico colombiano está en constante proceso de pérdida de bosque. Según el Ideam, en 2021 se deforestaron 174.103 hectáreas a nivel nacional, de las cuales el 70 % se concentraron en la región amazónica.
La deforestación se ha localizado principalmente en el noroccidente de la Amazonía, en lo que se conoce como el arco de deforestación amazónico. En esta área, el departamento de Caquetá ha sido uno de los principales afectados con 38.383 hectáreas deforestadas en 2021, un aumento de 5.861 hectáreas con respecto al año anterior.
Desde la firma del acuerdo de paz y la salida de las Farc de grandes territorios del departamento, a finales de 2016, el acaparamiento ilegal de tierras, la ganadería extensiva, la agroindustria de palma de aceite y eucalipto, la siembra de cultivos de uso ilícito y, más recientemente, la apertura y ampliación de vías ilegales, se han consolidado como motores de la deforestación masiva.
Belén de los Andaquíes contrasta con otros municipios caqueteños, como Cartagena del Chairá o San Vicente del Caguán: para 2017 tenían la tasa de deforestación más alta a nivel nacional y aportaban un 22 % del total de la pérdida de bosques a nivel nacional. Belén tan solo sumaba 0.08 %.
Aunque resiste, el municipio no es ajeno a estos peligros. La presión por el incremento de la frontera agrícola y la invasión de colonos en áreas protegidas, así como la extracción ilegal de madera, solicitudes de proyectos de exploración minera y cultivos de uso ilícito, son parte del día a día de este municipio declarado por ordenanza desde 2013 como ‘municipio verde y protector del agua’.
Aquí el tema ambiental se convirtió en una prioridad para los gobiernos municipales debido a las crecientes exigencias de la sociedad civil, que desde inicios de los noventa influyeron en las decisiones de la Asamblea Departamental para crear acuerdos de conservación, en los que organizaciones como la Fundación Tierra Viva han tenido un papel central.
“En algunos concejos municipales del Caquetá, no existe el suficiente conocimiento sobre las temáticas de gestión ambiental, el tema no se prioriza y se invierten pocos recursos. Sin embargo, muchos concejos municipales no se han dado cuenta de que tienen un poder impresionante sobre el ordenamiento del territorio, porque la descentralización permite ordenar el territorio a su conveniencia y necesidad. En el caso de Belén, hace más de 20 años hemos profundizado sobre en el amor al territorio y entendimos que existen leyes suficientes para declarar un área de conservación y administrarlas. A veces las alcaldías no tienen la capacidad administrativa o el equipo técnico que lleve el proceso; por eso, en el caso de Belén, hemos hecho el ejercicio de una coadministración (de los nueve Parques Municipales Naturales) entre la municipalidad y nuestra organización”, así lo afirma Yunner González, un biólogo belemita de 30 años, representante jurídico de la Fundación Tierra Viva, que ha invertido su vida en los procesos de conservación en la región.
Los esfuerzos de la Fundación Tierra Viva
A principios de los noventa, un grupo de jóvenes belemitas, en el que se encontraba Erasmo González, fundador de Tierra Viva, caminaba entre los ríos, humedales y montañas de la región con el único objetivo de disfrutar las riquezas naturales de Belén de los Andaquíes. Poco a poco, la manigua los atrapó y despertó en ellos el deseo de preservar lo que veían. El 20 de enero de 1993 crearon el Grupo Ecológico Tierra Viva, posteriormente Fundación Tierra Viva.
Así lo relató González en su libro ¡Agua! Un triunfo en medio de la guerra. Una remembranza de la protección del agua, la creación de áreas protegidas y la investigación biológica, en medio de un territorio convulsionado por la polarización social y el conflicto armado, que fue afrontado a través de la resiliencia, la intuición y el trabajo incansable de la sociedad belemita.
A solo dos cuadras de la plaza central de Belén de los Andaquíes se encuentra la sede de Tierra Viva. Una casa pintada con dibujos de la fauna y flora de la región; donde las serpientes en formol, los mapas de las reservas, los binoculares y los libros sobre la región amazónica se amontonan en el escritorio y los estantes. Durante más de 20 años esta fundación ha estado trabajando en planes de manejo forestal e hídrico, iniciativas de educación ambiental e investigación.
Jhonattan Navarro, biólogo belemita y miembro de la fundación, lidera ‘Semillas Protectoras de Biodiversidad’, un programa de monitoreo comunitario participativo, que capacita a niños y adolescentes en temas de botánica y restauración. El grupo se adentra en los nueve Parques Municipales Naturales haciendo trabajo de campo e investigación para registrar y entender la biodiversidad del municipio. Para Navarro, esta iniciativa de educación ambiental infantil, con un alto componente técnico, está formando una nueva generación de investigadores y científicos naturales, al mismo tiempo que promueve la conciencia y el empoderamiento territorial. “Mi motivación más grande es tratar de transmitir en las pequeñas generaciones la importancia de la conservación de su territorio y el amor por el cuidado del planeta. Una de las cosas que más disfruto es enseñar y constantemente también estoy aprendiendo en ese ejercicio”, afirma Navarro.
Esta cultura ambiental que promueven Navarro y González está representada en un gran letrero en madera a la entrada del pueblo, cruzando el puente y junto al río Pescado: «Bienvenido a Belén de los Andaquíes. El agua es un recurso vital con gran valor social, económico, ambiental y estratégico para el desarrollo del país. ¡Cuidémoslo!”. Un mensaje que refleja la sabiduría popular y la importancia que le otorgan los habitantes de este municipio a la conservación del medioambiente y al cuidado de los recursos naturales. Un canto a la esperanza en medio del ruido de las motosierras, dentro de un departamento azotado por la deforestación.
Una de las principales razones de ser de la Fundación Tierra Viva es la creación y administración de áreas protegidas. Se han marcado el objetivo de ampliar y conectar los corredores de biodiversidad en el territorio, con el fin de acceder a servicios ambientales de alta calidad y combatir la deforestación. En la actualidad, la fundación administra los nueve Parques Municipales Naturales y esperan establecer uno nuevo este año.
“La fundación, desde 1993, ha participado en todos los escenarios públicos para generar conciencia en los habitantes y parte de eso ha permitido la gestión de áreas de conservación. Se ha avanzado bastante en los últimos 30 años, los procesos de conservación han permitido contar con áreas de protección a la biodiversidad y áreas de significancia de recursos, como el agua. Ese es el caso del Parque Municipal Natural La Resaca, que actualmente da agua potable al casco urbano y a la parte plana del municipio”, afirma González.
Asimismo, continúan trabajando en la restauración de los ecosistemas andino-amazónicos a través de un programa de reforestación técnica y estratégica, en el que siembran especies nativas, como el costillo y el canelo de los Andaquíes, que biodinamizan las áreas degradadas y que promueven la interacción entre los seres vivos, permitiendo que los animales que una vez habitaron el lugar, vuelvan a aparecer.
Los Parques Municipales Naturales
En 2014, mediante sistemas geográficos de información, la Fundación Tierra Viva calculó que Belén de los Andaquíes conservaba 70.000 hectáreas de bosque primario, es decir, un 59 % del territorio municipal. De esas hectáreas, 17.693 pertenecen al Parque Nacional Natural Alto Fragua Indi Wasi, 28.767 hacen parte de los Parques Municipales Naturales, y 23.540 son predios privados y sin escriturar.
Los bosques en conservación son el soporte para el mantenimiento de servicios ecosistémicos como el agua potable, el aire y la biodiversidad en el municipio. Por ejemplo, el Parque Municipal La Resaca provee de agua a Belén y debido a su importancia fue declarado como el primer Parque Municipal Natural de Belén de los Andaquíes, el 3 de marzo de 1995.
A mediados de los noventa, la cuenca de la quebrada La Resaca se resentía por causa de los asentamientos humanos, la praderización y la deforestación; sumado a ello, la división entre partidarios y detractores de reestructurar el sistema de acueducto municipal generó una inmovilidad política que se tradujo en inacción. Fue cuestión de tiempo para que el agua potable del municipio empezara a sufrir por la contaminación.
Para esa época, el equipo de Tierra Viva aún no contaba con amplia experiencia técnica, pero se preparó para enfrentar un debate político crucial sobre la necesidad de mejorar el acceso al agua potable en el municipio. A través de una exhaustiva investigación de la legislación ambiental de la época, los jóvenes que integraban la fundación aprovecharon las garantías normativas sobre el medioambiente establecidas en la reciente Constitución Política de 1991 y lograron convencer al Concejo municipal para que declarara como Parque Municipal Natural a las 399 hectáreas de la microcuenca de La Resaca.
La Resaca fue el primero de los nueve Parques Municipales Naturales en los que la Fundación Tierra Viva jugaría un papel central. Sería su primer reto, pero no el último. Durante 20 años se enfrentaron a la complejidad de crear áreas protegidas en un departamento con tradición colonizadora y en medio de un conflicto armado que se agudizaba cada vez más.
El Parque Municipal Natural Las Lajas, de 54 hectáreas, se encuentra a dos kilómetros del casco urbano; creado en 1997, fue testigo de los combates entre la guerrilla de las Farc y el Ejército. En 2001 los enfrentamientos se agravaron y, según los pobladores de Belén de los Andaquíes, el Ejército ocupó el parque para defender sus posiciones frente a la guerrilla. Para lograrlo, cortó cientos de árboles que la Fundación Tierra Viva había reforestado años atrás. Los reemplazó por cambuches y áreas libres para sus entrenamientos y operaciones. El objetivo era crear allí el Batallón de Infantería Juanambú que comandaría las operaciones militares del sur del Caquetá.
La Fundación Tierra Viva se jugó su existencia defendiendo la necesidad del Parque Municipal Natural Las Lajas frente al Ejército, el Ministerio de Defensa y una población dividida por la guerra. Pero al final lograron que se privilegiara el medioambiente por encima de las estrategias militares y el Ejército se retiró del parque. Donde se construyeron trincheras, hoy se encuentra un mirador ecoturístico desde el cual se divisa la bisagra “que convierte a los Andes en Amazonía”. Este episodio marcó tanto a la población que también fue narrado en el libro ¡Agua! Un triunfo en medio de la guerra.
El caso del Parque Municipal Natural Andakí también es destacable. Esta área protegida cuenta con una extensión de 26.859 hectáreas y se extiende desde los 510 hasta los 2.889 m s. n. m. Después de haber sido afectada por asentamientos humanos y ganadería extensiva que pusieron en peligro las fuentes de agua, este parque ha sido reconocido como el más diverso de Colombia en la categoría municipal.
Todo esto fue posible gracias a la Expedición Colombia Bío: Andakí, camino de vida. En esta iniciativa, sesenta exploradores recorrieron el antiguo sendero indígena precolombino del camino Andakí durante veinte días para registrar las especies de fauna y flora presentes en el sector. Los resultados de la expedición incluyeron el descubrimiento de 47 nuevas especies para la ciencia, 190 registros nuevos de varias especies en Colombia, así como la identificación de 23 especies con alguna categoría de amenaza y 41 especies endémicas. Esta campaña de exploración de la biodiversidad puso a Belén de los Andaquíes en la agenda de los medios nacionales y de instituciones ambientales a nivel mundial.
Vulnerabilidad en las áreas protegidas municipales
Pese al trabajo realizado por la fundación, González asegura que existen falencias en la figura de protección de los Parques Municipales Naturales. El Decreto 2372 de 2010 —que establece la estructura y funcionamiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap) y fija las reglas para la creación y gestión de áreas protegidas— no incluye a los Parques Municipales Naturales, por lo que no están protegidas dentro del esquema de blindaje del Sinap, dejando vulnerable a los nueve parques citados ante cualquier cambio de uso del suelo.
“Recientemente tuvimos el debate a nivel nacional sobre por qué el Sinap no contempla dentro de su estructura las áreas de figura municipal como espacios protegidos. Hay muchos intereses de por medio, además, las figuras municipales tienen una complejidad bastante alta, pues tienen denominaciones, objetivos y administraciones diferentes, dependiendo de cada municipio. Sin embargo, nosotros deberíamos ser parte del Sinap para blindar nuestras áreas protegidas”, dice González, mientras recorre los senderos del Parque Municipal Natural Las Lajas.
La creación de áreas protegidas municipales y privadas en Belén de los Andaquíes ha permitido tener corredores de conectividad entre bosques, lo que posibilita el tránsito de especies y el aumento de la biodiversidad. En la foto se aprecia el Parque Municipal Natural La Resaca. Fotografía: Jhonattan Navarro.
Para combatir este vacío, en los Parques Municipales se ha implementado la figura de Otras Medidas Efectivas de Conservación (Omec), que se refieren a un área geográficamente definida que, aunque no es un área protegida, es gobernada y gestionada de manera que se logran resultados positivos y sostenidos a largo plazo para la conservación de la biodiversidad.
“Las Omec permiten una visibilización de las áreas que están creadas, pero que se inscriben a nivel internacional en la base de datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esto permite que haya una mejor gestión, así como hacer parte de procesos de financiación”, comenta González.
Esto ha permitido que el Parque Municipal Andakí, que ya hace parte de las Omec, blinde su biodiversidad por medio del monitoreo de entidades nacionales e internacionales sin cambiar la administración del parque; una hazaña que la Fundación Tierra Viva pretende extender a todos los Parques Municipales Naturales.
El papel de las reservas naturales de la sociedad civil
Otro factor clave en la preservación de los ecosistemas andino-amazónicos en Belén de los Andaquíes ha sido la creación de reservas de la sociedad civil. Estos espacios de conservación y restauración, de iniciativa privada, han permitido la consolidación de corredores biológicos entre los Parques Municipales Naturales, así como la creación de zonas de amortiguación que protegen a los parques de cazadores, quemas y talas.
Los ejercicios de conservación privados tienen una larga historia dentro del territorio, pero su consolidación se dinamizó gracias a los talleres sobre restauración, creación y gestión de reservas que algunas ONG como Amazon Conservation Team y entidades gubernamentales como Corpoamazonía dictaron en el municipio desde 2017 y hasta 2021. Estos talleres proporcionaron apoyo técnico y financiero para la implementación de proyectos agroforestales productivos, lo que permitió a los campesinos —cuyas opciones para sobrevivir se reducían a talar bosque para obtener madera o sembrar pastos y coca— elegir la protección y la restauración de la selva y las fuentes de agua como forma de vida.
“Uno no miraba bonito un potrero si no era limpio, los árboles hacían estorbo. Cuando llegaron estas organizaciones, nos concientizaron. La finca de nosotros era potrero, pero con esto que se hizo, eso ya es un bosque completo. Antes, los animales estaban desplazados y ahora les dimos la posibilidad de que transiten por ese corredor con libertad. Entre los animales y nosotros estamos restaurando”, cuenta con una sonrisa Yolanda Castro, líder comunitaria y ama de casa, que pasó de ampliar la frontera ganadera a conservar voluntariamente la totalidad de su finca de 42 hectáreas, en la parte alta de la vereda Aletones, de Belén de los Andaquíes.
Así también lo afirma Guillermo Navarro, exganadero y excocalero de 62 años. Recuerda cómo a sus 12 años entró caminando a Belén con su familia desde el municipio de Acevedo, en el departamento de Huila. “Nosotros veníamos de una parte muy abierta, donde estaba todo despejado, cuando llegamos a esa selva nos sentíamos encerrados, sin embargo, la pesca era muy abundante, le estoy hablando de hace 50 años. En ese tiempo por ahí mantenía mucho el tigre (jaguar), el armadillo, el cerrillo, la boruga, pero cuando entró la ganadería y la coca, eso se desmejoró mucho, porque ya casi no se encontraban animales”, cuenta Guillermo en su finca de seis hectáreas que colinda con el río Bodoquerito, y que en la parte alta mantiene en conservación.
El proceso de colonización del Caquetá dejó huella en la cultura campesina local. Fue así para Guillermo Navarro, que relata su protagonismo en las bonanzas ganaderas y cocaleras de la región: “Una de las fuentes de deforestación fue la ganadería, a veces incluso por obligación, porque se tenía que talar por falta de pasto para los animales. También los cultivos al margen de la ley fueron causas de la tala del monte. Esto era pura selva, pero con el tiempo se fue deforestando y fue mucha la cantidad de bosque que se fue al suelo”.
Sin embargo, las manos de este hombre que un día cortó árboles para vivir, hoy son utilizadas para trabajar en proyectos agroproductivos, como la crianza de pollo y mojarra roja. “En estos momentos se está mirando un cambio bastante bueno, hay entidades trabajando por el medioambiente y la reforestación; por ejemplo, acá arriba contamos con un Parque (Alto Fragua Indi Wasi) donde no se puede talar, ni cazar e incluso los animales ya bajan por las sendas de ese parque y llegan al borde de la carretera”.
Este cambio de actividades en el municipio ha suscitado el interés de foráneos como Daniel Pineda, un ecólogo bogotano que escogió a Belén de los Andaquíes para crear una reserva de la sociedad civil que retratará la biodiversidad del piedemonte amazónico. Pineda vive en la vereda Aletones, junto a su esposa e hijo y, actualmente, se dedica a sembrar árboles de cacao, almendro y asaí para restaurar los suelos de una finca que anteriormente fue ganadera.
“Belén de los Andaquíes es un municipio insignia, yo me interesé por este lugar debido a la capacidad que tuvo para generar espacio de conservación en medio de la guerra. Esa capacidad no la tiene cualquier municipio, ni cualquier comunidad”, expresa mientras se adentra en la selva en una loma empinada.
En 2022, Pineda fue el presidente de la Junta de Acción Comunal de Aletones, un cargo inusual para un joven capitalino, y vivió de primera mano las contradicciones de los procesos ambientales en la región: “Lo que me vine a dar cuenta, estando dos años en el territorio, es que hay una gran distancia entre los objetivos del ‘municipio verde, protector del agua’ y sus comunidades; pareciera que no hay un diálogo porque las comunidades van para un lado y el municipio para el otro”.
La deforestación y la indiscriminada quema de pasturas son un problema común en la zona. Las autoridades de control como Corpoamazonía y la municipalidad han sido criticadas por no exigir a los ganaderos y finqueros prácticas adecuadas de conservación ambiental. “Este es un reto que tenemos que tejer porque, así como los bosques necesitan un proceso de sucesión para dejar de ser potrero, la cultura ambiental requiere también un espacio de recambio”, afirma Pineda, parado frente a una gran ceiba.
Un cambio que, aunque parece imposible, ya empezó, y se extiende por el municipio. “A las personas que están en la ciudad las invito a que vengan y conozcan Belén de los Andaquíes, municipio verde y protector del agua. Que aun con muchas dificultades que ha habido, sigue conservando. Y seguiremos conservando hasta que Dios nos lo permita, porque este es el vivir de nosotros”, dice Yolanda Castro, mientras el sol del atardecer toca su rostro, en medio de una sinfonía de pájaros.
Esta historia fue producida con el apoyo del Servicio Civil para la Paz de Agiamondo y seleccionada del proceso de formación ‘CdR/Lab Periodismo en clave verde’, realizado por Consejo de Redacción (CdR) y financiado por la DW Akademie y la Agencia de Cooperación Alemana, como parte de la alianza Ríos Voladores.