Estos aprendizajes ahora se ofrecen dentro de las experiencias que aproximan al turista al modo de vida de las comunidades locales. La ruta del cangrejo, de la piangua, o de la jaiba, llevan de la mano al visitante en todo el recorrido, desde enseñarle a capturar y transportar a estos crustáceos, hasta el proceso culinario y el disfrute gastronómico. Un proceso tradicionalmente protagonizado, de principio a fin, por mujeres.
También se ofrece la posibilidad de aprender y ejecutar el proceso de pesca artesanal, tal como en las playas se puede practicar la pesca deportiva.
A diferencia de las veredas vecinas como Bocagrande, El Rompido y Papayal, Vaquería no está frente al mar, sino frente a un espeso bosque de mangle, de donde se recolectan las mencionadas especies que son fuente de sustento para 130 familias. Esta ubicación los ha mantenido a salvo del fenómeno erosivo que consume otras locaciones rurales de Tumaco.
La iniciativa de experiencias turísticas opera a través de la Asociación Mujeres María del Mar, que permite al colectivo femenino de Vaquería tener una fuente alterna de ingresos a través de la elaboración de artesanías, labor como guías y preparación de platos típicos (vínculo a Tradición Gastronómica).
Esta alternativa permite paliar de alguna forma el endulzamiento del manglar, que ocurre durante las crecidas del río Mira, dos o tres veces al año. Un fenómeno que espanta temporalmente a los crustáceos y las conchas, que prefieren el agua bajo los mangles porque es más salada.
Durante estas experiencias el visitante se aproxima al manglar, un ecosistema que desaparece en el mundo mucho más rápido que otros tipos de bosque, con una pérdida de entre el 20% y el 35% durante el último medio siglo.

El así llamado turismo rural comunitario se presenta como una alternativa sostenible que aprovecha un envidiable capital natural para luchar contra las condiciones económicas adversas de la región Pacífica, como lo recomendó en un informe el Banco Mundial.
Además, abre para la comunidad de otras veredas la posibilidad de pensar sus actividades económicas desde la recia protección del manglar, antes que desde la impredecible belleza de la playa (vínculo a playas).