Pistas para narrar emergencias
Prólogo

Preparar, cubrir, seguir

Fernando Ramírez

300 milímetros de lluvia en 25 días. Este dato que no dice casi nada a nadie en ninguna parte, para los manizaleños, en lo alto de la Cordillera Central en Colombia, es un hecho que enciende las alarmas. Los organismos de socorro se ponen alerta, los ciudadanos empiezan a rogar con la esperanza puesta en que paren las lluvias y los periodistas montan guardia. Saben que en cualquier momento se desbarrancan las laderas.

Ese es el indicador que mide en Manizales (capital del departamento de Caldas) la saturación de agua en las montañas. Para llegar a esto pasaron años de estudio y monitoreo en una ciudad que se derrumba en cada temporada invernal. Cuando las lluvias en esos 25 días pasan de los 200 mm se declara la alerta amarilla o baja. Si pasa de los 300 mm, entonces ya la alerta es naranja o media, y si supera los 400 mm es porque la alerta roja da cuenta de que ya pudieron pasar hechos calamitosos.

Esto se mide gracias a un sistema de monitoreo de pluviómetros a lo largo y ancho de la ciudad y los datos pueden ser consultados en bases de datos abiertas, que administra el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales. Pero para operar este sistema necesita de un contrato con el municipio que le permita mantener el personal que haga la labor sin interrupción.

Para los periodistas de esta ciudad es habitual hacer seguimiento para ver si las estaciones pluviométricas son monitoreadas y entender la información que se entrega. Es así como en La Patria, el periódico para el que laboro, se les explica a los lectores en cada temporada invernal que un milímetro o centímetro cúbico de lluvia equivale a un litro vaciado en un recipiente de un metro cuadrado.

Es una forma de hacerlo simple. El 19 de abril de 2017 las precipitaciones llegaron a 156,4 mm en unas cuantas horas, esto significa que la lluvia de 13 días se vino toda junta. Al final, una veintena de derrumbes. Murieron 17 personas.

Esta ciudad prácticamente desapareció en los años veinte del siglo pasado, por tres incendios devastadores. Luego, los destructivos terremotos de 1962 y 1979 provocaron que se expidiera el primer Código de Construcciones en el país con normas sismorresistentes. Además, en 1985 el despertar del Volcán Nevado del Ruiz generó alarma primero, por la caída de ceniza, y luego drama, por la erupción que dejó por lo menos 23 mil personas muertas (con la aclaración de que nunca se supo el número exacto), por lo menos mil de ellas entre Chinchiná y Villamaría, poblaciones vecinas de esta ciudad. Poco antes se había instalado el Instituto Vulcanológico, que monitorea la actividad de los volcanes alrededor de la región, aunque carece de un comunicador que pueda ser puente entre técnicos y periodistas para informar mejor a la comunidad, nombramiento que hemos reclamado desde siempre.

Cada hecho catastrófico de los antes relatados, así como los derrumbes que dejan víctimas año a año en la región, han hecho que esta ciudad trabajara en temas de prevención antes que muchas en este continente. Aún no es un sistema perfecto, pero es visto como modelo en muchas partes por sus avances, sobre todo en monitoreo e investigación.

Eso sí, de nada sirve tener las normas, los indicadores, si no se saben usar las herramientas. Por eso la tarea de los periodistas en este campo empieza desde que las cosas están calmadas. Hay que entender el lenguaje técnico y saberlo traducir a los lectores. Que se llegue al tope de los 300 milímetros de lluvia en 25 días no es que ya todo se viene abajo, pero es el momento de ponerse alerta.

En La Patria hemos tenido que aprender a diferenciar entre temblores y tremores, entre erupción y emisión de ceniza, entre creciente y empalizada; saber si los movimientos de tierra son de origen tectónico o volcánico; siempre se pregunta si el temblor fue profundo o superficial antes que su intensidad. Pero de nada sirve tal aprendizaje si el próximo periodista novato que debe cubrir estos temas debe empezar de cero, por eso es clave conocer los protocolos, que es lo que pretende este libro. Enseñar, principalmente, a partir del caso de Mocoa, capital del departamento de Putumayo, cómo debemos estar preparados los periodistas para informar sobre emergencias, inclusive antes de que ocurran.

Preparar

¿Tenemos en nuestras redacciones un plan para atender tales contingencias? El de La Patria está dividido en cuatro colores, que se activan de acuerdo con la gravedad de la emergencia que deba ser cubierta:

Verde: Cuando apenas sucedió algo mínimo que requiere la presencia de un periodista de apoyo por su conocimiento o porque lo exige la ocasión. Porque se requiere hacer una nota excepcional.

Amarillo: Requiere de los periodistas de un área específica para atender algún hecho de trascendencia. Una caída de ceniza, por ejemplo.

Naranja: Deben hacerse presentes todos los reporteros gráficos, infógrafos y dos representantes de cada área. Esto se da cuando, además de la caída de ceniza, se informa que hay inminencia de erupción.

Rojo: Debe hacerse presente toda la Redacción. Se usa para calamidades. Basta activar el plan para que todo el personal se presente en la sede del periódico.

Adicional a esto se tiene un Plan de Contingencia diseñado y compartido en un documento de Google, el cual se revisa por lo menos cada seis meses, para ser activado en el momento en que el Nevado del Ruiz o cualquier otro de los volcanes del sistema que está presente en Caldas haga erupción.

Este plan permite saber para dónde debe dirigirse cada periodista, qué fuentes tiene asignadas, con qué reportero gráfico o cámara debe salir y en qué vehículo. Esto permite ganar tiempo y no llegar todos a la Redacción para luego salir, pues en estos casos se sabe que la movilidad colapsa y lo que se requiere es estar en los puntos clave lo más rápido posible. En este documento están los teléfonos de las fuentes que se deben llamar, que incluyen no solo las autoridades y los expertos, sino, entre otros, habitantes de la zona de influencia más cercana, como pobladores del páramo de Letras o de los municipios de Herveo y Murillo en Tolima.

Es una manera de anticiparnos a los acontecimientos, porque es sabido que el volcán hará erupción tarde que temprano y no podemos esperar a que el hecho suceda para saber cómo reaccionar. Esto debe estar previsto.

La previsión empieza por tener preparados a los periodistas, darles las herramientas para hacer la cobertura y tener claro que nunca, por ningún motivo, pueden poner en riesgo sus vidas o las de las fuentes.

En la presente guía para el cubrimiento de desastres Pistas para narrar emergencias. Periodistas que informan en zonas de desastres encontrarán cómo funcionan los sistemas de prevención del riesgo en Colombia; dónde buscar cómo Planeación Nacional ha calificado su municipio frente a su preparación para los riesgos; también las normas sobre las cuales se amparan las autoridades para reaccionar a tiempo si llegan a presentarse hechos como estos. Si bien para algunos estos temas pueden tornarse a veces aburridos -los periodistas en ocasiones queremos todo fácil- la tarea es no hacérselo aburrido a las audiencias. Entre más claros seamos mejor sabremos comunicar el mensaje. Y aplica para todos en momentos de emergencia, cuando todas las secciones trabajarán para ella, no importa si habitualmente cubren deportes o farándula. En esos momentos la Redacción completa se debe volcar a informar sobre el hecho en desarrollo.

En los aspectos previos se deben tener en cuenta, por ejemplo, cómo se encuentran los grupos de emergencia local, si los centros asistenciales están preparados para atender una posible tragedia, si las alarmas en zonas donde están ubicadas permanecen habilitadas, si los albergues a donde se debe dirigir la población están aptos, si se han hecho simulacros, etcétera.

Recuerdo que siempre se dijo que un aspecto que complicó más la atención de emergencias en el terremoto de Armenia en 1999 fue porque entre los primeros edificios que colapsaron estaban el Cuerpo de Bomberos, el Hospital Departamental y el Comando de Policía. Lo que hizo de estos lugares los primeros damnificados y ocasionó que no hubiera tampoco manos suficientes para atender la emergencia, con el consabido problema de comunicación generado a partir de allí. Para evitar esto, los periodistas podrán hacer informes previos sobre estas situaciones y llamar la atención de forma permanente sobre la necesidad de invertir en prevención; lo que evitará costos posteriores.

Cubrir

Entendidos estos aspectos -que no deben quedar solo en protocolos sino en capacitación y permanente diálogo sobre ellos-, a quien le corresponda la eventualidad de cubrir una emergencia en desarrollo deberá siempre tener claro que se da preponderancia a la información exacta. Que en este tipo de eventos, más que en cualquier otro, no debe haber lugar a la especulación. Y que la prevención y las historias de vida y de supervivencia deben estar en la primera línea informativa, así como aclarar a los ciudadanos si pueden ayudar y cómo.

En tiempos de redes sociales, el ejemplo mocoano nos permite entender la importancia de estos canales de comunicación para verificar datos; para informar como alternativa a los medios que pueden salir del aire por la propia catástrofe; y como un elemento clave para canalizar las ayudas y publicar listados de sobrevivientes, donde sean los mismos periodistas quienes verifiquen las falsas comunicaciones que puedan llegar y que causan zozobra en la población. No podemos desconocer el poder que tienen hoy estas plataformas, y hacer un uso responsable de ellas en plena emergencia es pieza clave para ganar la credibilidad que necesitan afincar los periodistas y para ponderar lo que en ellas se dice.

Seguir

Y el trabajo de los periodistas continúa. Termina la emergencia, la situación que llevó a esa cobertura extraordinaria, y es necesario hacer seguimiento a todo: a las personas damnificadas, a las ayudas, a los sitios que resultaron afectados para la emergencia. Será necesario revisar documentaciones; si la tragedia pudo ser evitable si no se hubiera cambiado una norma; si se hubieran hecho los controles establecidos; si se hubiera concretado un proyecto que había trabajado del tema.

Además, seguir el dinero. El viejo axioma del periodismo de investigación cobra de nuevo vigencia. Será necesario saber si las ayudas prometidas por los gobiernos llegaron todas; si los giros vienen con destinación específica o entran a una bolsa; si los contratistas seleccionados saben de la materia o fueron escogidos por amiguismos; si la plata destinada sí se invirtió toda o solo una parte; si hay algún tipo de talanquera para que fluyan los recursos como debe ser. Como parte de este proceso es necesario también prestar atención a las víctimas, a las personas sobrevivientes, saber si han sido atendidas también en su duelo, en su salud mental.

A partir de lo ocurrido en Mocoa en marzo de 2017, donde la tragedia afectó a la población por la cantidad de víctimas mortales, de casas derrumbadas y de incertidumbre sobre lo que seguía, también nos dimos cuenta de que parte de las personas afectadas eran los periodistas. Algo que no siempre pensamos en las redacciones, porque no somos conscientes de la necesidad de atender, también, a nuestro personal.

Son varios los manuales que existen, cada vez más, sobre la necesidad de atender emocionalmente al periodista afectado, no solo de forma directa como víctima de una tragedia, sino por las escenas que le toca ver, por las situaciones que vive en momentos de estrés. Esto no siempre se hace, y con el tiempo puede pasar cuenta de cobro a su salud.

Es por ello que en la presente guía para el cubrimiento de desastres Pistas para narrar emergencias. Periodistas que informan en zonas de desastres se cuentan esas historias de los periodistas mocoanos, quienes privilegiaron el trabajo y la solidaridad por encima de su propio drama, y por eso también son un ejemplo para otros periodistas. Pero es, asímismo, un llamado a que se les preste atención emocional. Todos reconocen no haber estado preparados y por eso sus palabras son una invitación a que quienes tenemos la tarea de informar lo hagamos de la mejor manera. Esto se logra, aunque suene redundante, estando preparados siempre.

Hay un viejo proverbio que traen a colación algunos geólogos, y es que la previsión nos dura lo que dura el susto. Es así, como pasar un tiempo conviviendo con un volcán y en el que se han presentado derrumbes pero sin mayores afectaciones, entonces se va bajando la guardia y se invierte menos, como lo veremos en este libro. Por ello somos los periodistas, con la obligación de mantener alerta a la comunidad sobre los riesgos que nos amenazan, quienes debemos conocer cómo hacer informes que evidencien este tipo de hechos.

La invitación es a leer este texto para construir sus propios protocolos dentro de las redacciones, para que, desde la información, ayudemos a evitar emergencias. A que si se presentan estemos preparados para hacer una cobertura profesional. Y a hacer el seguimiento que requieren los dineros de la emergencia, porque a la ya criminal corrupción no se le pueden agregar hechos donde la desviación de los recursos públicos podrían dejar víctimas en el camino.

Mientras preparábamos este texto se presentó la emergencia del megaproyeto para producción de energía denominado Hidroituango, que se construye en el río Cauca, en el noroccidente de Colombia, que puso en emergencia a por lo menos 100 mil personas y cuyos efectos aún no están del todo claros.

Durante esos días la información fue por lo menos opaca sobre lo que allí sucedía. A esto se le sumó que, por tratarse de una obra compleja, costaba entender la jerga técnica con la que hablan los expertos y esto hizo aún más opaca la información. Es así que nada mejor para la prevención de emergencias que una información clara y directa que permita entender lo que sucede. Ahí está el ejemplo de lo que no se debe hacer.

Esperamos que este primer esfuerzo de Consejo de Redacción con el apoyo de la KAS les dé la oportunidad a otros periodistas, medios y organizaciones de seguir trabajando en materia de prevención y contingencias para, una vez conocidos los protocolos y siendo formados y preparados de manera suficiente, informar con precisión a la sociedad. Que es, finalmente, de lo que se trata.

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