Pistas para narrar emergencias

La tragedia nos unió

Germán Arenas

Fotografía de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). Mocoa, Putumayo. Abril de 2017. Colección Atencion Av Torrencial Mocoa, Putumayo: Sobrevuelos. Recuperado de https://bit.ly/2KRm5Be
Un reloj que había quedado como testigo mudo en medio del lodo, piedras y palos marcaba las 11:25 de la noche, hora en que la furia de las aguas de los ríos Mulato, Sangoyaco y de las quebradas Taruca y Taruquita destruyeron el 40 por ciento de Mocoa, en el departamento de Putumayo, Colombia.

Aún retumban en la mente de los mocoanos y de los colombianos los llamados de auxilio que por vía WhatsApp hicieron minutos antes Michel Muñoz, conocida en el ámbito de la radio como Laura Montoya, y el concejal Víctor Espinosa.

Fue la misma hora en la que la ciudad quedó en tinieblas y con aroma a muerte. La lluvia no cesaba. Lo que estaba pasando solo lo sabían aquellos que fueron testigos del desastre natural. Algunos sobrevivieron para contarlo.

En ese momento mi primera reacción fue llamar a la gobernadora Sorrel Aroca Rodríguez, quien en voz entrecortada me citó a la sala de crisis, pero no pude llegar. La fuerte lluvia y los arroyos que se formaban en las calles me lo impidieron.

De inmediato llamé al fotógrafo Carlos Álvarez para ponernos a trabajar, y lo único que escuché del otro lado de la línea fue su voz ahogada por el llanto, “El río se me llevó la casa, mister Yerman, el río se llevó mi casa”, repitió. Solo me atreví a preguntarle cómo estaban él y su familia. No les había pasado nada, porque lograron salir a tiempo. 

Llamé a mi compañero de mesa de trabajo del noticiero de radio Panorama, Horacio Villareal. Me respondió en el segundo intento. Con voz agitada me dijo que la furia del río Mulato se había llevado su casa, pero que por fortuna su exesposa y sus dos hijos habían logrado salvarse.

Seguí llamando a colegas. Unos me contestaron que estaban bien y que no sabían lo que estaba pasando, otros no respondían, y algunos más tenían en correo de voz sus teléfonos móviles.

Una hora más tarde conseguí un primer reporte oficial. La gobernadora, Sorrel Aroca, seguía con su voz entrecortada. Me dijo que una avalancha había destruido los barrios del sector de San Miguel y que había muertos. 

La madrugada se tornaba lenta y el ambiente ya se había impregnado de aquel aroma a muerte. Se oían las sirenas de las ambulancias, de otros vehículos de los organismos de socorro y de las patrullas de la Policía. Ese ulular pemanente lo acompañaban voces que repetían que el pueblo estaba destruido, que una avalancha lo acabó todo, que evacuaran las casas, que todo era caos.

A las 5:00 de la mañana y con las primeras luces del día pudimos percibir la magnitud de la tragedia. Fue el momento para captar los primeros registros fotográficos y de video de las escenas de dolor, entre una cantidad de piedras, rocas y lodo. En los rostros se marcaba la tragedia. Algunas miradas eran de personas como perdidas en el tiempo, estupefactas. Otras mostraban fuerza para narrar lo sucedido.

Fotografía de Carlos Álvarez. Mocoa, Putumayo. Abril 2017. Archivo personal ‘Avalancha Mocoa’.

Gracias a que el servicio de internet no se afectó, los corresponsales de medios nacionales que tenemos base en Mocoa logramos despachar los primeros reportes. Algunos cumplieron con su deber, a pesar de que vivían una tragedia personal. Días más tarde la mayoría manifestó que nunca soltaron sus grabadoras ni sus cámaras.

Red de comunicación

Por cuenta de la avalancha Mocoa se quedó sin energía, sin acueducto, sin gas domiciliario y sin telefonía fija. El medio y bajo Putumayo igualmente se quedaron sin fluido eléctrico, ya que la subestación Junín quedó destruida.

Los habitantes de estos municipios tampoco sabían lo que había pasado. La escasa información la obtenían por las llamadas telefónicas que hacían a familiares y amigos. Mi teléfono móvil repicaba de forma continua. Las llamadas eran de personas conocidas, y hasta de no conocidas, que querían saber detalles de lo sucedido. Me preguntaban por familiares y allegados. También me llamaban de medios de comunicación nacionales e internacionales que solicitaban datos.

Ese sábado, primero de abril, la ciudad lucía como devastada por una guerra. Ni el más humilde establecimiento comercial estaba abierto. Al hospital local, abarrotado de heridos y muertos, llegaban más y más personas en busca de familiares y amigos. 

Fotografía de Carlos Álvarez. Mocoa, Putumayo. Abril 2017. Archivo personal ‘Avalancha Mocoa’.

A las 9:15 de la mañana el comandante de la Policía de Putumayo, coronel Ómar Bonilla, informaba que las personas muertas ascendían a 100. Dos horas más tarde el presidente de la república, Juan Manuel Santos, en compañía de varios ministros y del director nacional de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, Carlos Iván Márquez, arribó al aeropuerto militar de Canangucho, del cercano municipio de Villagarzón. Los acompañaba una legión de periodistas y llevaban varias toneladas de ayudas.

Ante la carencia de información regional, me comuniqué con Germán Ortiz Chamorro, otro periodista de Mocoa. Decidimos hablar con la gerente de la emisora Putumayo Estéreo, Mabel Narváez Verdugo, quien permitió prender las plantas eléctricas de los estudios y de los equipos de transmisores para iniciar, en una forma improvisada, la primera transmisión local sobre la tragedia.

Desde ese día conformamos un ejército de periodistas locales. Algunos eran concesionarios de espacios informativos de la estación radial; otros, de medios diferentes, y hasta independientes. Todos hacían aportes con informes. A los dos días ya se había conformado un equipo que superaba los veinte comunicadores, locutores y controles que, en jornadas continuas de quince horas y sin quejarse por el cansancio, realizaban el trabajo de forma voluntaria. No había espacio para la chiva o para el protagonismo del periodista o del medio. Desde ese momento solo importó dar la información correcta.

El lunes 3 de abril iniciamos a las 5:00 de la mañana y terminamos a las 8:00 de la noche la transmisión radial y así lo mantuvimos por un mes. Yo me quedé de coordinador en cabina, mientras otras personas reportaban desde diferentes puntos de la ciudad. Poco a poco la misma comunidad participaba con reportes telefónicos. “De cierta manera esa labor periodística logró dar una coordinación informativa más acertada, diferente a los medios nacionales y sus enviados”, señaló el entonces ministro de las TIC, David Luna.

Al principio se presentaron contratiempos, ya que las autoridades nacionales no permitían el ingreso de la prensa local al Puesto de Mando Unificado (PMU). El presidente Santos sugirió que nos enlazáramos con la señal institucional de Radio Nacional de Colombia, pero luego de explicarle la importancia de que una emisora con cubrimiento departamental, con un equipo de periodistas dispuesto a informar y, sobre todo, conocedor de la región estuviera al tanto de la situación desde ese lugar; entonces nos permitió estar allí. 

Esto permitió tener la información de primera mano, tanto de las fuentes oficiales como de expertos. El apoyo de las autoridades locales, como nacionales, fueron vitales para el cubrimiento de la información.

De esta experiencia lo más agradable fue lograr la vinculación de la comunidad, que desde sus barrios y albergues nos brindaban información valiosa. Sin pensarlo, nuestra función social fue en crecimiento. Todos los días y hasta que se logró la superación de la emergencia en su primera etapa, de 6:00 a 7:00 de la mañana las autoridades presentaban un informe. Por allí pasaron el presidente Santos; el gerente de la reconstrucción, Luis Carlos Villegas; el director de la UNGRD, así como ministros, gobernador y alcalde, entre otros.

Tengo que reconocer y aceptar que ninguno de los periodistas estábamos preparados para cubrir este tipo de noticias, y menos con la doble condición de ser también víctimas, como es el caso de Giovanny Muñoz, quien perdió a cuatro de sus familiares: su hijo de cinco años, dos hermanos y un sobrino, además de varios vecinos. Otros vieron desaparecer sus casas, como Carlos Álvarez, Horacio Villareal y Ruber Ramírez.

Todos vivimos la tragedia en carne propia, cada uno a su modo. No había motivo para pensar en no seguir con la labor informativa. Por el contrario, al pasar los días se sumaron colegas que llegaron de municipios vecinos. Inclusive la exguerrilla de las Farc hizo su aporte con dos periodistas que enviaron de la zona veredal La Carmelita (Puerto Asís) a darnos la mano, y colegas de medios nacionales también hicieron su aporte.

“Aquí no hubo espacio para el síndrome de la chiva”, puntualizo Germán Ortiz. Subrayó que todos aportaron y colaboraron, porque la tragedia nos unió como nunca antes sucedió, a pesar de varios intentos de agremiación, por ejemplo.

Apoyos 

Fotografía de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). Mocoa, Putumayo. Abril de 2017. Colección Atención Av. Torrencial. Mocoa, Putumayo: Albergues Temporales. Recuperado de https://bit.ly/2uot21r.

En un momento oportuno llegaron ayudas consistentes en dinero en efectivo, remesas, ropa, enseres de cocina, útiles de aseo y equipos de trabajo como consolas, computadores, cámaras de video y grabadoras para los periodistas, desde varios medios nacionales, fundaciones de prensa, Cruz Roja y de los gobiernos local, departamental y nacional. Sobre todo para quienes se vieron afectados directamente.Al recibir las ayudas sus rostros reflejaban agradecimiento, pero sobre todo reconocían la importancia de ser periodistas y del papel que desempeñaban de informar en medio de la tragedia. Nunca nos sentimos desamparados.

A pesar del paso del tiempo, siento que la mayoría de nosotros no hemos superado emocional ni sicológicamente la tragedia. Deberíamos recibir asistencia profesional.

Deber cumplido

“Cometimos muchos errores en la información, sobre todo por la falta de conocimiento en el uso del lenguaje técnico adecuado para cubrir este tipo de eventos, no solo los periodistas locales, sino también los nacionales”, señaló Jairo Figueroa Gutiérrez, corresponsal de Caracol TV. A pesar de esa realidad, sentimos que todos cumplimos nuestro deber, primero como personas y después como periodistas. Las críticas de la comunidad o de los oyentes fueron mínimas. Al contrario, hubo mensajes de felicitación y agradecimiento por el esfuerzo y el trabajo. Hay que decirlo, durante las horas de transmisión no faltó el refrigerio o el almuerzo brindado por la comunidad y por las autoridades locales, en los puntos de transmisión adaptados. “Fue una integración de familia”, agregó Fernando Portilla, control de la emisora Putumayo Estéreo

Ahora nuestro deber se centra en la información objetiva, basada en la investigación, de cómo va la reconstrucción de Mocoa, con la ventaja de que se tiene mayor conocimiento en los temas que competen. Varias entidades como Corpoamazonia y la Universidad Javeriana, entre otras, nos han dictado charlas y diplomados para alcanzar ese objetivo.

Orgulloso me siento de ser periodista de una región como Putumayo, en donde hemos tenido retos informativos complejos, desde la cobertura de tomas guerrilleras, de masacres, de narcotráfico, de disputas territoriales entre actores armados ilegales, hasta las famosas pirámides -captación ilegal de dinero-. Hoy le sumamos una de las tragedias más grandes de la historia de Colombia y esperamos que no nos vuelva a tomar sin estar preparados.


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