Lecciones de Hidroituango
Fernando Ramírez*
“Si había fallas al inicio, cómo será al final”. Así advirtió Bibiana Ramírez, periodista y fotógrafa para los medios Prensa Rural y el Semanario Voz, desde 2014, lo que podría venir con la construcción de Hidroituango, una presa en el bajo Cauca antioqueño que produciría el 17 por ciento de la energía que consume Colombia. Aunque de esta represa se empezó a hablar desde hace cincuenta años apenas en 2010 inició su construcción, en el segundo río más importante de Colombia, y desde abril de 2018 la obra se encuentra en emergencia, poniendo en riesgo a por lo menos 100 mil personas.
*Mientras preparábamos esta guía se presentó la emergencia; diferente a otras, pues fue ocasionada totalmente por la intervención del hombre. Por eso quisimos contar cuáles son las lecciones aprendidas para el periodismo, desde la perspectiva de una periodista que ha seguido esta obra, los conflictos sociales generados con su construcción y la emergencia.
En 2013 un grupo proveniente de varios municipios del cañón del río Cauca caminó hasta Medellín a protestar por los primeros desalojos que les causó el inicio de las obras de la represa. “Unas 400 personas llegaron a la Universidad de Antioquia y se instalaron en el coliseo durante seis meses. Ya en el 2014 recibí una invitación del Movimiento Ríos Vivos Antioquia para ir al territorio y conocer de primera mano la problemática. Ahí vi la magnitud de lo que se iba a venir con ese proyecto”, manifiesta Ramírez.
De acuerdo con el seguimiento, hecho desde entonces, esta periodista documenta que los habitantes creían que podían parar esta megaobra, pero no fue posible. “En ese entonces se sabía que en el 2018 iniciarían el llenado del embalse, lo veía muy lejano y la gente tenía la esperanza de que no sucediera. (…) Muy importante fue la construcción de la casa de la memoria en una playa donde la comunidad hizo un homenaje a los desaparecidos, a las víctimas del conflicto y a las primeras víctimas que estaba dejando la construcción de la represa, pues un líder que llegó al coliseo fue asesinado cuando quiso ir al río a verificar cómo estaba la situación para el retorno de la gente”.
Su seguimiento a este tema y a otros en los pueblos del cañón del río Cauca le han permitido contar las historias de campesinos, pescadores y barequeros, como el caso de Puerto Valdivia, que sufrió un deslizamiento por la mala canalización de las aguas de una quebrada para construir un túnel que lleva a Ituango.
Lamenta Bibiana que no hubiera investigaciones de las autoridades ni respuestas a las denuncias y al clamor de los ciudadanos. Todo lo contrario, se satanizaron iniciativas como el Movimiento Ríos Vivos por la oposición al proyecto o porque exigían condiciones dignas para los habitantes de las playas del río Cauca.
Cerca de la gente
Según lo reportado por Bibiana en sus escritos, a las personas las desalojaban de sus predios con el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), con la inspectora de policía y sin previo aviso. Incluso se habló de destrucción de pertenencias y hasta de robos.
“La reparación para los que estuvieron en el coliseo de la Universidad de Antioquia fue alojarlos en la casa campesina de Ituango durante tres meses, luego los llevaron a otra casa, donde estuvieron otros tres meses, de allí los sacaron, entonces la gente volvió a las playas”, cuenta.
Desde que se desató la emergencia por el represamiento del río, Bibiana ha estado al tanto para informar a la comunidad. Por eso dice, con seguridad, que no hubo plan de emergencia ni cuando empezaron a talar el bosque ni cuando la represa se llenó prematuramente, pues la gente estaba habitando las playas aguas arriba.
“Después, con la inundación, EPM tuvo que ir en lanchas a rescatar a la gente, que se salvó de ahogarse por la rapidez con que actuaron. Aguas abajo tampoco hubo un plan, porque no se esperaban que sucediera la creciente del río. La gente fue desalojada de los pueblos y alertaban a todos para que no se acercaran a las orillas del río”.
La emergencia se extendió a 17 municipios de Antioquia, Córdoba, Sucre y hasta Bolívar, que podían resultar afectados por una posible avalancha. Poco a poco, la alerta se ha ido reduciendo.
Bibiana cuenta que recibió por lo menos 18 mensajes así en su celular: “Informamos a las aguas abajo del río Cauca retirarse del cauce”, y agrega que en la primera rueda de prensa que hizo EPM en Medellín (la empresa de servicios públicos encargada del proyecto hidroeléctrico de Ituango), el 10 de mayo de 2018, el gerente general, Jorge Londoño de la Cuesta, dijo que no había víctimas humanas porque todos los predios los habían comprado y la gente había sido indemnizada, que los que estaban ahí era de manera ilegal. “Otra cosa afirman en el territorio y los hechos lo demuestran, que no fueron indemnizados sino desalojados con el Esmad”, recuerda la periodista.
Bibiana ha narrado el clamor de las comunidades para que no se llenara la presa sin recuperar los cuerpos de decenas de víctimas del conflicto armado en esa región, enterradas en las orillas del Cauca. “La empresa no respondió a esa afirmación. Lo que hicieron fue ir a lugares donde hubo masacres que eran más evidentes, pero no por todo el cañón, ni se buscó a la comunidad, que era la que sabía dónde estaban los cuerpos, para que ayudara. Los barequeros hablan de que cuando veían algún cuerpo flotando en el río lo sacaban y lo enterraban, después dejaban una marca en una piedra cercana o un árbol. Eso no fue escuchado por EPM”.
Sobre la marcha
Bibiana ha cubierto temas ambientales en Girardota (Antioquia), en donde habitó cinco años, y en Medellín. A pesar de esto, lo ha hecho sin mayor preparación. Dice no haber recibido capacitación específica, más allá de leer el Manual de Autoprotección que publicó la Flip sobre cómo cubrir emergencias y cómo proteger la vida en esos momentos.
Desde que se dio cuenta de la emergencia, Bibiana leyó algunas investigaciones que publicó la Universidad Nacional frente al tema, y el 17 de mayo de 2018 se fue para Ituango con una integrante del Movimiento Ríos Vivos. “Tuve la oportunidad de pasar por los túneles de la presa, que era la única vía hacia el pueblo porque el puente Pescadero ya estaba inundado, la tensión se sentía, la presión del agua parecía reventar los oídos mientras pasábamos por ahí, en las paredes de cemento se veían grietas y eso que aún no había ocurrido lo más grave”.
Durante cinco días habló en el coliseo de ese municipio con las personas afectadas. “Recogí las historias, estuvimos en la alcaldía en un plantón que hicieron y escuché la versión de la administración municipal, que dejó claro que no podía hacer mucho, que EPM debía responder, pero algunos funcionarios de EPM les dijeron a los desplazados que era la administración municipal. Hasta ahora nadie les ha resuelto nada”.
Después de regresar a la ciudad, la invitó el Movimiento Ríos Vivos a una caravana solidaria de diez días a Sabanalarga, Ituango y Valdivia. Entrevistó a las personas afectadas y a los habitantes de los cascos urbanos. Ya no se podía pasar por el túnel que conduce a Itaungo, sino en lanchas para cruzar y coger de nuevo la carretera. Tenían un puerto improvisado.
En los pueblos aguas arriba no hubo evacuaciones de los municipios sino que llegó la gente desplazada del río, pero aguas abajo la emergencia es palpable, anota. “Valdivia está colapsado, hay albergues centrales y autoalbergues y la angustia se refleja en todos los ojos que uno mira”.
Visitó el corregimiento de Puerto Valdivia, que fue evacuado, y la impactó ver un caserío que se caracterizaba por tener mucho movimiento y ahora solo había perros y gatos al borde de la muerte, porque no los dejaron llevar para los albergues ni EPM les prestó atención. Quedaba uno que otro transeúnte que se resistió a salir, por temor a perder sus pertenencias.
Opacidad informativa
Bibiana cuando sale a campo siempre tiene un protocolo y toma medidas para evitar el riesgo, pero este es sobre todo para evitar agresiones o ataques, más que para la cobertura en zonas de tragedia.
Lo primero que hace es informar al equipo de Prensa Rural sobre sus movimientos en el territorio, así como a colegas de otros medios. Se mueve con precaución por las zonas tratando de pasar desapercibida, sin mucha parafernalia de que es periodista, solo cuando el momento lo amerita.
Dice que siempre anda con plan de datos y minutos en el celular para resolver cualquier situación, y con dinero suficiente por si debe abandonar el territorio con celeridad. Aunque por la cobertura específica de Hidroituango no ha recibido amenazas, sí cree que hubo un tratamiento agresivo de EPM cuando ella se identificó como parte de Prensa Rural, medio que ha cuestionado en varias ocasiones esta obra. “Me pusieron dos muchachas de guardia. Me percaté de ello porque no dejaban de mirarme y caminé hacia varios lados para probar que era verdad y me siguieron todo el tiempo”, explica.
La Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) cuestionó en un comunicado que EPM impedía el cubrimiento libre de periodistas en las zonas de la emergencia, y Bibiana fue de las primeras en documentar esto. “La información no ha sido clara y tampoco han permitido que los periodistas investiguen. Las fuentes principales han sido los directamente afectados, los que lo han perdido todo y no han sido reparados. Desde el principio EPM ha dicho que la seguridad y el bienestar de las comunidades ha sido su prioridad, pero en el territorio se observa que no es cierto. Los comunicados que constantemente emite EPM, siempre hablan en positivo y dando la sensación de que todo está bajo control, pero otra cosa es lo que sucede en Valdivia, por ejemplo”.
Para ella la censura fue más que evidente y selectiva, sobre todo con los medios que íbamos en la caravana, pero también con otros medios, como Noticias Uno y algunos alternativos. Cuenta incluso de tratos discriminatorios. El 4 de junio estaba en Valdivia y habló con una líder en un albergue para entrar y entrevistarla, y ella facilitó que el trabajo periodístico se pudiera hacer con la gente, que se quejó porque la comida siempre era la misma y a veces olía mal. Pudo comprobar que en carpas para cuatro personas dormían hasta nueve.
El mismo gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, acusó a EPM de ocultar información y pidió que se dijera la verdad sobre Hidroituango. Bibiana cree, como muchos otros, que por redes sociales se replican informaciones que no son verídicas y sin contrastar, pero está convencida de que eso no se resuelve ocultando información o censurando a los medios.
Más tarde intentaron recorrer otros albergues. Había que pedir permiso en el Puesto de Mando Unificado (PMU), pero no se lo concedieron. “En un albergue la gente se dio cuenta de que no nos dejaban entrar, entonces salió para denunciar lo que vivían. Nos dijeron que sí dejaban entrar a RCN, Caracol y Teleantioquia, pero cuando estaban llegando ayudas hacían recreación con los niños, pero no entrevistaban a nadie ni mostraban las condiciones en que estaban. Más tarde todos los albergues se militarizaron e intimidaron a los afectados por nuestra presencia”.
Bibiana cuenta cómo vio a dos periodistas de CNN entrar al albergue principal y detrás llegó un camión con ayudas, hecho que los colegas del medio internacional se pusieron a registrar de inmediato.
Por ejemplo, en los albergues les decían que no les permitían tener televisor con el argumento de que era para no alarmar con lo que informaban los medios. La gente ya estaba alarmada, al tener que abandonar sus propiedades.
Dos realidades
La periodista explica que en la zona de la emergencia se presentaron dos realidades, una, aguas arriba, y otra, aguas abajo. “Aguas arriba eran barequeros y pescadores que vivían en las playas que tiene el río, de ahí sacaban el oro con una batea y lo vendían en municipios como Sabanalarga, Toledo, Ituango, San Andrés de Cuerquia. EPM censó, pero no en el río, sino en los cascos urbanos. Algunos recibieron indemnización, pero no la mayoría que se resistía a salir, pues solo saben barequear. Los intentaron desalojar en muchas ocasiones, pero volvían”.
Ella cuenta que el 28 de abril de 2018, día de la inundación prematura, a los barequeros los despertó el agua bajo sus camas. En Sabanalarga unas 600 personas tuvieron que salir y se instalaron en el parque principal porque no les prestaron el coliseo. Otros se tomaron las oficinas de EPM y ahí permanecen, pero no los reconocen como afectados. Han recibido ayudas del Movimiento Ríos Vivos, pero escasean alimentos y medicamentos, hay muchos niños y discapacitados. “Sabanalarga es el pueblo que menos mencionan los medios, aunque su comercio cerró y parece un pueblo fantasma. Ahora lo que empieza es una crisis económica”.
Después sigue Ituango, en donde hay 130 personas afectadas, algunas en el coliseo y otras se quedaron en albergues que ellas mismas construyeron cerca al río. Llega el estrés de la gente, el desespero, sin dinero, sin trabajo, alimentándose irregularmente, comenta Bibiana. La alcaldía los ha tratado de sacar del coliseo. Han denunciado que les han hecho muchos censos para que lleguen las ayudas, pero no saben para dónde se va esa información. Solo les dieron unas colchonetas, pero no tienen carpas.
El municipio es muy frío en comparación con el clima en el río, a muchos esto los ha enfermado. El comercio ha disminuido, solo quedaron dos buses de la empresa Coonorte para recoger a la gente que hace el transbordo por la represa para pasar a Ituango. “El día que llegamos en la caravana abundaban las papayas y fue que un señor tuvo que regalar un camión lleno porque no hubo paso para llevarlas a Medellín”.
Aguas abajo la situación es más dramática, los habitantes tuvieron que dejarlo todo, porque el agua se iba a llevar sus casas. “Son unas tres mil personas en los coliseos, colegios y casas de familias que recibieron a otras familias y se llaman autoalbergues. Vi niños cabizbajos, algunos llorando, me les acerqué y me dijeron que tenían mucha hambre. Les dije que ya les habían enviado la comida y dijeron que ya no querían más arroz con huevo, que iban a quedar como pollos. Al almuerzo les dieron arroz, una papa cocinada y un pedazo de carne. Y dicen que es lo mismo a diario. En los albergues no hay atención a discapacitados, las filas son largas para ir al baño o lavar la ropa. No dejan entrar a los familiares a hacer visita, les toca salir a la calle a encontrarse. Cierran las puertas a las nueve de la noche. Les dieron una manilla de papel para identificarlos y el que no la tenga no puede entrar. Una señora decía que lavando la ropa esa manilla se cae, entonces no ha podido volver a salir”.
Todos los que están en Valdivia llegaron del corregimiento de Puerto Valdivia y saben que no pueden volver este año. EPM les ofrece un millón quinientos mil pesos para que paguen arriendo, alimentación, estudio y cubran sus necesidades. La mayoría no está de acuerdo, no les alcanza, además porque no les están entregando la suma que dijeron, sino un millón cien mil pesos.
En municipios como Tarazá, Cáceres, Nechí y Caucasia tuvieron albergues, pero ya levantaron la alerta roja. La gente regresó a sus casas con la zozobra de que en cualquier momento tienen que volver a salir con lo primero que cojan. EPM ha dicho que ya no hay peligro, pero no da pruebas de ello.
Seguimiento
Los trabajos de seguimiento a esta emergencia han sido publicados por Ramírez en el Semanario Voz y en la Agencia Prensa Rural, Alianza de Medios Alternativos y Rebelión. Por medio de redes sociales muchas personas se enteraron de la otra realidad vivida y lo expresaban con comentarios y compartiendo los textos.
Las comunidades se han sentido escuchadas. “Cuando regresé a Ituango llevé ejemplares de dos ediciones impresas de Voz, donde salían algunos en fotos, sus historias y el río. Muchos lloraron, otros, sin saber leer, se quedaron un buen rato mirando las imágenes. Después hicieron una lectura colectiva, eso anima para seguir contando, la gente agradece que su historia se publique, que el mundo pueda darse cuenta de la realidad”.
Su constancia en la cobertura de estos temas en la región le permitió ganarse la confianza de los ciudadanos afectados, por eso cree ella que le contaron con mayor tranquilidad lo que estaban viviendo.
Bibiana sabe que esta cobertura la afecta en lo emocional, pero como lleva años cubriendo hechos dramáticos ha aprendido a canalizar esa energía y a no dejarse derrumbar por la tristeza. “Con la escritura libero bastante el espíritu de todo lo observado y escuchado. Llegar a casa y ver una película o leer algún poema también me ayudan a olvidar por un momento esas tragedias. Sin embargo, no me desligo de ellas, en este caso con lo de Hidroituango todo el tiempo estoy preguntando a los líderes cómo va la situación. Es una historia que no terminará pronto”.